Hipertensión Arterial (HTA)
La más antigua versión
escrita sobre la circulación de la sangre proviene de China. En
el Nei Ching (2600 AC), Canon de Medicina editado por el
Emperador Huang Ti se expresa: "Toda la sangre está bajo el
control del corazón". "La corriente fluye en un círculo continuo
y nunca se detiene". Estos conceptos fueron intuidos por medio
de la observación y del razonamiento, pues en aquella época
estaba proscrita la disección del cuerpo. El examen del pulso
fue la técnica diagnóstica más usada en la antigua China. El
médico palpaba el pulso del paciente en ambas arterias radiales
y lo comparaba con su propio pulso.
Comprobaba
y anotaba a continuación los hallazgos del examen que pudieran
tener influencia en la alteración de la onda pulsátil. La
inspección visual constituía el procedimiento más extendido.
Debió transcurrir
mucho tiempo, para que el Reverendo Sthephen Hales (1677-1761)
recomenzara los estudios sobre la onda de presión. Corría el año
1733, cuando el sacerdote, fisiólogo y botánico inglés se
atrevió a recoger una muestra de sangre de la carótida de un
caballo, utilizando una caña pequeña unida a un tubo fino de
vidrio sostenido verticalmente.
Su conclusión
tras el extraño experimento fue establecer la relación existente
entre la presión arterial y la presión atmosférica. Por extraño
que parezca, este descubrimiento fundamental no alcanzó
repercusión alguna en círculos médicos durante más de un siglo.
Los primeros avances
serios sobre la presión arterial humana se produjeron en 1847,
cuando Carl Ludwig se valió de un quimógrafo de creación propia
cuyos catéteres se insertaban directamente en la arteria.
En
1896, Scipione Riva-Rocci, médico asistente del Hospital de
Turín, perfecciona la técnica de registro mediante una bolsa de
goma inflada con aire, envuelta en un manguito inextensible
conectado a una columna de mercurio. El manguito rodeaba el
brazo en su porción proximal y la presión se registraba por
palpación: la sistólica coincidía con la aparición del latido y
la diastólica con su brusco descenso.
En 1905, Nicolai
Korotkoff, un pionero en cirugía vascular graduado en la
Universidad de Moscú, resuelve aplicar sus pericias acústicas a
las técnicas, aún rudimentarias, de medición de la presión
arterial. Una arteria ocluida no emite ruidos y el primer tono
débil, que corresponde al paso inicial de sangre bajo el
manguito, señala la presión sistólica o máxima. Si se
descomprime gradualmente el manguito, llega un momento en que
desaparecen los sonidos, lo que indica el libre paso de sangre
por debajo de éste y corresponde a la presión diastólica o
mínima. El manómetro de mercurio sigue siendo hasta hoy el
patrón de medida más utilizado para el registro de la presión
arterial.
La presión arterial (PA) es la presión
necesaria para hacer circular un suministro de sangre adecuado a
través de las arterias a todas las partes del cuerpo.
La hipertensión
arterial es definida como la presión arterial sistólica
(PAS) de 140 mm de Hg o más (se tiene en cuenta la primera
aparición de los ruidos), y/o una presión arterial diastólica (PAD)
de 90 mm de Hg o más (se tiene en cuenta la desaparición de los
ruidos). Esta definición es aplicable a adultos. En los niños
están definidas según su edad, otras cifras de presión arterial.
Esta enfermedad asintomática y
peligrosa representa el factor de riesgo más importante
de derrame cerebral y uno de los tres mayores de enfermedad
coronaria.
En la Argentina, la hipertensión tiene
una prevalencia de entre el 25 y el 30% en la población adulta.
Sin embargo, sólo el 55% de estas personas sabe que es
hipertenso y de este grupo, solamente una pequeña porción de
entre el 6 y el 13%, está tratada y con la presión controlada.
El diagnóstico de
hipertensión arterial se hace cuando el promedio de dos o
más mediciones de la presión diastólica en al menos dos visitas
subsecuentes es 90 mm Hg o más, o cuando el promedio de
múltiples lecturas de la presión sistólica en dos o más visitas
subsecuentes es consistentemente mayor de 140 mm Hg.
Popularmente
estas cifras de presión se conocen como 14 y 9.
La PA está determinada
por dos factores principales entre muchos otros. La cantidad de
sangre que circula, y el calibre de las arterias por las que
circula. En general, cuanto más volumen de sangre circulante y
cuanto menor es el diámetro por el que circula ese volumen,
mayor es la PA.
Los riñones controlan
el volumen de agua circulante y la cantidad de sal que contiene
el cuerpo. Estos dos hechos tienen efectos directos en la PA.
Cuanta más sal hay en el cuerpo, más agua se retiene en la
circulación, y más puede aumentar la PA, lo cual a su vez puede
aumentar la tendencia de las arterias a hacerse más estrechas.
Otros factores que influyen sobre la PA son el sistema nervioso,
los propios vasos sanguíneos (en particular, las arterias más
pequeñas, llamadas arteriolas) y una serie de hormonas.
Las
primeras consecuencias de la hipertensión la sufren las arterias
que se endurecen a medida que soportan la presión alta de forma
continua, se hacen más gruesas y tortuosas, pudiendo verse
dificultado al paso de sangre a su través. Esto se conoce con el
nombre de arteriosclerosis.
La HTA puede ocurrir
sin una causa previa conocida (HTA esencial) o como resultado de
alguna otra enfermedad (HTA secundaria). En la mayor parte de
los casos, la causa de la HTA es desconocida.
En la
hipertensión esencial no se han descrito todavía sus causas
especificas, aunque se ha relacionado con una serie de factores
que suelen estar presentes en la mayoría de estos sujetos.
Conviene separar, aquellos
relacionados
con la herencia, sexo, edad y raza y por tanto poco
modificables, de aquellos otros que se podrían cambiar al variar
los hábitos, ambiente, y costumbre de las personas, como: la
obesidad, el consumo de sodio, el consumo excesivo de alcohol,
el uso de
anticonceptivos orales y un estilo
de vida muy sedentario.
Herencia:
De padres a hijos se trasmite
una tendencia o predisposición a desarrollar cifras elevadas de
tensión arterial. Se desconoce su mecanismo exacto, pero la
experiencia acumulada demuestra que cuando una persona tiene un
progenitor (o ambos) hipertensos, las posibilidades de
desarrollar hipertensión son el doble que las de otras personas
con ambos padres sin problemas de hipertensión.
Sexo:
Los hombres tienen más predisposición a desarrollar hipertensión
arterial que las mujeres hasta que éstas llegan a la edad de la
menopausia, a partir de la cual la frecuencia en ambos sexos se
iguala. Esto es así porque la naturaleza ha dotado a la mujer
mientras se encuentra en edad fértil con unas hormonas
protectoras que son los estrógenos y por ello tiene menos riesgo
de padecer enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, las
mujeres jóvenes tienen un especial riesgo cuando toman píldoras
anticonceptivas.
Edad y
raza:
La edad es otro factor, por desgracia no modificable, que va a
influir sobre las cifras de presión arterial, de manera que
tanto la presión arterial sistólica o máxima como la diastólica
o mínima aumentan con la edad y lógicamente se encuentra un
mayor número de hipertensos en los grupos de más edad.
En
cuanto a la raza, únicamente señalar que los individuos de raza
negra tienen el doble de posibilidades de desarrollar
hipertensión que los de raza blanca además de tener un peor
pronóstico.
Sobrepeso: Hay que
partir del hecho de que un individuo con sobrepeso esta más
expuesto a tener más alta la presión arterial que un individuo
con peso normal.
A medida que
se aumenta de peso se eleva la tensión arterial y esto es mucho
más evidente en los menores de 40 años y en las mujeres. La
frecuencia de hipertensión arterial entre los obesos, a
cualquier edad que se considere, es entre dos y tres veces
superior a la de los individuos de la misma edad que estén en
su peso ideal.
Por lo
general, la hipertensión arterial no produce síntomas.
El corazón,
cerebro y riñones pueden soportar un aumento en presión por
mucho tiempo sin que se produzcan molestias en el cuerpo. Por
eso se llama “el asesino silencioso” – porque es posible
padecer esta condición por años sin percibir síntomas. Pero sin
duda alguna, la presión arterial alta perjudica la salud y
debe tratarse.
Para saber si se
sufre de hipertensión es necesario consultar al médico.
Debe
realizarse un examen médico general que incluya una evaluación
de los antecedentes familiares. El médico tomará varias lecturas
de presión arterial y realizará algunos estudios de rutina.
Puede también utilizar un aparato denominado «oftalmoscopio»
para examinar los vasos sanguíneos de los ojos y determinar si
ha habido algún engrosamiento, estrechamiento o ruptura, lo cual
podría ser un indicio de presión arterial alta. También utiliza
un estetoscopio para escuchar el sonido del corazón y del flujo
sanguíneo por las arterias. Entre otros estudios complementarios
se realizan una radiografía de tórax y un electrocardiograma.
El tratamiento de
la hipertensión arterial se base en los siguientes puntos:
·
Llevar una
alimentación baja en grasas y sal.
-
Reducir el
peso excesivo.
-
Comenzar un
programa de ejercicio físico regular.
-
Aprender a
controlar el estrés.
-
Dejar de
fumar.
-
Moderar o
suprimir el consumo de alcohol
-
Si estos cambios
no ayudan a controlar la presión arterial dentro de 3 a 6
meses, la enfermedad puede tratarse con medicamentos.
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