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Prof. Dr. Alcides Greca

Profesor Titular de la 1ra Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario

 

 
 

Editoriales
 

APRENDER A PENSAR EN LA FORMACIÓN DEL MÉDICO

 

Alcides A. Greca

 

El hombre más sabio no es el que tiene las mejores respuestas,

sino aquél capaz de formular las mejores preguntas.

Proverbio popular

 

            Todos los animales superiores están dotados de un capital neuronal que les hace desarrollar un pensamiento capaz de permitirles buscar su alimento, protegerse de los peligros y aparearse, es decir, todo lo necesario para la conservación de su especie. Sólo el hombre está en condiciones de producir una actividad intelectual que lo hace apto para intervenir sobre su entorno, modificarlo y trascenderlo de una manera creativa y original. De la observación de los fenómenos con los que se encuentra enfrentado en forma permanente, puede el ser humano poner en marcha una actitud de reflexión que se basa esencialmente en el autocuestionamiento.

 

            Esta función de inquisición constante transita desde los fenómenos tangibles y cotidianos como el fuego, la lluvia y el rayo, hasta cuestiones plenamente abstractas que hacen a los grandes temas de la vida misma: la belleza, el amor, la felicidad, el universo. Son las grandes preguntas de la vida, como diría Fernando Savater en el título de uno de sus más logrados libros. Toda la filosofía universal está basada en ellas.

 

            Esta capacidad extraordinaria, como hemos dicho, privativa del hombre, parecería estar en permanente ejecución. Diríamos que se podría suponer que estamos de continuo, pensando y formulando preguntas acerca de todo lo que nos acontece. Es innegable que grandes intelectos de todas las épocas, desde la antigüedad hasta nuestros días han estado y siguen estando dedicados a esta tarea inacabable. No se proponen encontrar las respuestas, pero por efecto de la reflexión han ido ampliando incesantemente los cuestionamientos y así nos han brindado a quienes nos hemos acercado a su pensamiento, un mayor conocimiento de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.

 

            Sin embargo, es ésta una labor que requiere empeño y que consume energía. Va de suyo que también demanda tiempo para valorar adecuadamente las diferentes variables que se ofrecen a nuestro análisis. Y no es menos verdad, que por cierta pereza intelectual existe en la mayoría de nosotros la tendencia a buscar atajos, a recurrir a esquemas predeterminados, en esta época dominada por la informática, representados por los algoritmos o diagramas de flujo. Estos elementos operan como una suerte de guía paso a paso que nos produce la ilusión de que siguiéndola al pie de la letra arribaremos sin obstáculos a la solución del problema.

 

            En la práctica médica cotidiana, la tendencia mencionada se ha popularizado ampliamente. Existen propuestas de este tipo por doquier y también guías elaboradas por expertos que parecen dar la palabra final sobre qué hacer en cada situación. Sin negar la utilidad que puede tener un compendio de la literatura más importante sobre un tema determinado, que pueden realizar quienes están dedicados casi en forma exclusiva a analizarla, es importante que hagamos oír una voz de alerta sobre estos procedimientos.

 

            Confundir una herramienta lisa y llana con un fin en sí mismo es una cuestión que entraña no pocos peligros. Las cuestiones analizadas, especialmente si tienen que ver con el ser humano en situación de salud o enfermedad, son siempre complejas. Numerosísimas situaciones conocidas y también desconocidas son capaces de modificarlas en forma constante y mantener nuestras mentes abiertas o todo dato nuevo que se nos presente, se transforma así en imperativo ineludible.

 

            La escasez de tiempo disponible, imposible de negar, es sin embargo, las más de las veces una excelente excusa para desertar de esta tarea de autocuestionamiento sobre la forma de ejercer nuestra práctica. La tendencia reduccionista de recurrir en forma sistemática a productos preelaborados para encontrar las respuestas puede conducirnos a errores importantes. Aprender a preguntar es una de las habilidades más trascendentes que los educadores deben desarrollar en los educandos.

 

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