El reconocimiento
Alcides A. Greca
El hombrecito gris, de mirada inexpresiva y glacial,
descubre en una de las primeras páginas del libro,
una dedicatoria cifrada, plena de gratitud, que solamente él
puede entender.
Se acerca al cajero resueltamente y le alcanza el libro.
-¿Es para regalo?
-No….Es para mí.
Escena final de la película “La vida de los otros”
La gratitud es, a no dudarlo, una de las
virtudes más apreciadas en los seres humanos. Retribuir con
afecto a quienes de una u otra forma nos han ayudado en algún
momento difícil o trascendente de nuestra vida es condición de
bien nacidos y su contrapartida, es decir, el olvido liso y
llano de nuestros benefactores, motivo de reprobación y de
crítica. Todos tenemos, en mayor o menor medida, algún peso en
la conciencia, por no haber sido suficientemente agradecidos con
alguien significativo, o por lo menos (lo cual es más o menos lo
mismo), no haber sido capaces por timidez o por simple
negligencia, de hacérselo saber.
Es común que los médicos nos sintamos a menudo
dolidos por la ingratitud de nuestros pacientes. Nos parece que
muchas veces, una vez recuperada la salud, que como es lógico,
se considera un bien intangible, al cual tenemos derecho
naturalmente y por el cual a nadie tenemos que agradecer, se
olvidan de nosotros por más ardua y difícil que haya sido la
reconquista y por más decisiva que haya sido en ella nuestra
participación.
Podemos autoengañarnos diciéndonos que no nos
interesa la recompensa del agradecimiento, que hacemos nuestra
tarea sin creernos acreedores más que a una retribución
razonable por nuestra tarea profesional, que con la simple
satisfacción del deber cumplido, nos sentimos suficientemente
justificados en nuestro esfuerzo. No son más que piadosas
mentiras surgidas de nuestra esencia melancólica, que nos hace
tender a colocarnos por encima de nuestra humana naturaleza y
propender a ideales, que por tales, son inalcanzables. No
entenderlo así y no reconocer para nosotros mismos cuanto nos
duele la ingratitud, puede hacernos caer en el hastío y la
depresión. No es porque sí, que los médicos somos frecuentes
víctimas de esta desgarrante experiencia y reaccionamos con
escéptico fatalismo o con apasionada indignación.
Aquéllos que tenemos además de nuestra función
cotidiana de atender enfermos, la de formar discípulos, a veces
somos objeto de homenajes, de halagos y de lisonjas a cuyas
mieles, son muy pocos los que pueden permanecer inmunes.
Nuevamente, negar esta tan humana debilidad, no sería más que
intentar nuevamente colocarnos un peldaño por encima del común
de los mortales. Es ésta una tendencia particularmente común
entre los médicos.
Hay gratitudes en la vida, que por distintas
razones no se pueden hacer públicas de una manera ostentosa y
evidente. Como en el caso de la película del epígrafe, deben
decirse entre líneas, de manera simbólica o en lenguaje no
convencional. A veces un simple gesto es suficiente para
hacernos llegar el mensaje de un enfermo o un discípulo que sólo
puede así hacernos saber de su reconocimiento.
Es de trascendente importancia que sepamos
interpretar este lenguaje no verbal y que le sepamos transmitir
con claridad y sin falsa modestia, que somos sensibles al
agradecimiento y que nos resulta importante para seguir
adelante. Porque en definitiva re-conocer es precisamente volver
a conocer, es decir reparar en la existencia de alguien o de
algo que por algún motivo, ha sido significativo para nosotros.
Y a todos nos importa no pasar por la vida sin que nadie se
preocupe por re-conocernos. |