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Prof. Dr. Alcides Greca

Profesor Titular de la 1ra Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario

 

 
 

Editoriales
 

El Conocimiento Aplicado ¿Dónde se ubica la Universidad?

 

Alcides A. Greca

 

No sé si algún día, lo que he encontrado podrá tener utilidad para la medicina.
Atribuido a Alexander Fleming, tras el descubrimiento de la penicilina.

 

En una obra fundamental sobre la inteligencia humana (“La falsa medida del hombre”), Stephen Jay Gould hace un profundo y pormenorizado alegato contra el coeficiente intelectual, como forma de medir la inteligencia y deja en claro que no constituye otra cosa que una herramienta del sojuzgamiento y la discriminación. Howard Gardner, de la Universidad de Harvard, a principio de los años 80, realizó un aporte decisivo a las ciencias cognitivas, acuñando el concepto de inteligencias múltiples y estableciendo que la inteligencia es una capacidad del individuo de procesar información de diversos campos y aplicarla a la resolución de problemas. Así, puede una persona tener una gran inteligencia lógico-matemática y otra una inteligencia artística (musical, espacial o lingüística, por ejemplo) y que ambas pueden ser equivalentes, por lo que más que medirlas, lo importante es estimularlas y desarrollarlas en función de las particulares habilidades innatas y adquiridas, que ese individuo manifieste.

En cualquier caso, el acopio de información de nada valdría si no pudiera aplicarse a la resolución de problemas. Este concepto ha dado lugar a una nueva visión acerca de la educación en general y de la educación médica en particular, haciéndola basarse en el llamado “aprendizaje basado en problemas”.

Otro aspecto derivado de la cuestión central es la clásica disyuntiva entre investigación científica libre o investigación aplicada (en el caso de la investigación biomédica, a los problemas más prevalentes de salud de la población).

Se trata sin lugar a dudas, de una discusión que hace a la propia razón de ser de la Universidad, puesto que ésta debe ser una fuente de producción de conocimiento y cuando se la transforma en una simple generadora de clases y de exámenes, se le hace perder su esencia misma. La formación de recursos humanos (a través de la docencia), debe ser un derivado de la producción científica, filosófica o artística, según la rama del saber de la que se trate.

Cuando los políticos especializados en aspectos sanitarios pretenden indicarle a los investigadores a qué cuestiones de la realidad socio-sanitaria deben enfocar sus esfuerzos, se está cometiendo un verdadero cercenamiento de su capacidad científico-técnica. A pesar de que siempre se investiga aquello que la opinión generalizada de una época considera importante investigar (y es ésta una forma de ejercicio del poder), debe dejarse libre la creatividad y el talento de los científicos. Cuando estas cualidades den por resultado avances concretos en el conocimiento, ya se verá a qué problemas se podrán aplicar. Ejemplo de esto es que la mayoría de los grandes descubrimientos en medicina que tuvieron aplicación terapéutica específica y fueron contribuyentes fundamentales para la mejora de la vida de los seres humanos en cantidad y calidad, acontecieron “por casualidad”, mientras se investigaba otra cosa o como consecuencia de la observación brillante de un fenómeno en apariencia irrelevante, por una mente sagaz.

A la hora de enseñar y aprender medicina (dos caras de una misma moneda), las corrientes pedagógicas predominantes en nuestro tiempo, sostienen que más importante que el conocimiento mismo, es qué se hace con él. Es por ello que se propende a que los estudiantes, desde el mismo momento que ingresan a la Universidad, se enfrenten con problemas de grados variables de complejidad, y que lo hagan aun cuando no cuenten con saberes específicos, sino con aquéllos otros empíricos que se traen del mero tránsito por la vida cotidiana. El conocimiento, en definitiva, será una construcción que haremos entre todos, se sentencia. El resultado que se produce en la mayoría de los casos es que los alumnos se sienten náufragos en un mar de dudas y de incertidumbres y que los docentes los observan naufragar sin atinar a enderezar la nave con un golpe de timón.

Las verdades a medias pueden ser tan perjudiciales como las más aviesas mentiras. Es sin duda cierto que el conocimiento es una obra conjunta de numerosos cerebros, que desde el principio de los tiempos han ido colocando ladrillo sobre ladrillo en un edificio que ha logrado un desarrollo y una complejidad cada día más sorprendente. Es cierto también, que tal conocimiento se enriquece y logra toda su potencialidad cuando se pone al servicio del razonamiento para resolver problemas. Pero también es una verdad incontrovertible, que pretender analizar situaciones problemáticas sin el esfuerzo previo por adquirir saberes específicos, precisos y técnicos, sólo conseguirá sumir al estudiante en el temible marasmo de la frustración.



 

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