Entrevista sobre ancianidad a Ricardo Iacub por
Jorgelina Presta y Paula Imhoff
1- Sigmund Freud decía que la psique corona el
funcionamiento del organismo: ¿Crees que en la
tercera edad hay una relación entre las enfermedades
y el pensamiento de quienes se sienten enfermos por
atravesar esta etapa de la vida?
La relación que Freud planteó entre el cuerpo y la
psique fue variando a lo largo del tiempo. Podríamos
decir que esa psique fue cobrando autonomía en la
medida que la energía psíquica o libido fue
desprendiéndose de un enfoque fuertemente biológico
y cuantitativo, propio de las lecturas de la segunda
mitad del siglo XIX.
Lamentablemente la lectura de Freud sobre la vejez
no varió demasiado y quedó preso del enfoque
biológico y cuantitativo, tema que desarrollo en
profundidad en mi libro Erótica y Vejez.
Perspectivas de Occidente.
Ahora sí a tu pregunta, en principio hay diversas
formas de relaciones:
La
primera de ellas es la forma neurótica a través de
la cual el cuerpo cobra un valor de objeto de
cuidados debido a que se lo percibe como un
constante enfermo, podríamos decir que la
hipocondría se vuelve un rasgo que da forma a este
tipo de relación que puede perturbar la posición
subjetiva de los viejos. Sin olvidar que esta
posición, muchas veces, y tenemos suficiente
evidencia para decirlo, es una respuesta al desapego
que realiza el sujeto de sus objetos de interés o
amor o de perderse a si mismo como objeto de deseo.
En
segunda instancia tenemos una lectura del fenómeno
fuertemente social, ya que la nuestra es una
sociedad que nos condena al padecimiento corporal en
la medida que hizo de este un objeto de culto y
fetiche, donde más que usarlo y disponerlo se nos
llama a cuidarlo para que perdure, sea bello, sano,
etc. Lo cual aparece con especial rigor para los
viejos.
Por
último tenemos que señalar que el cuerpo biológico
puede afectar al pensamiento ya sea por ciertos
deterioros demenciales, o en trastornos donde el
dolor puede cronificarse o producir malestares que
generen diversos niveles de discapacidad.
2-¿Por qué el imaginario de la vejez en el mundo
occidental está ligado a la inactividad, a una
suerte de entrada a un callejón oscuro?
No creo que esta sea una respuesta demasiado amplia
al interior de nuestra cultura. La idea de la
inactividad podemos notarla en Roma, donde se
acusaba a los viejos de perezosos, aunque
básicamente está ligada a la jubilación, la que por
otro lado no es tan antigua. Pensemos que este
tiempo de inactividad socialmente sostenida aparece
en el siglo XIX, aunque recién hacia mediados del
siglo XX se convierte en una política universal en
algunos países, entre ellos el nuestro.
Es
cierto que las condiciones físicas pueden llevar a
que algunas actividades se limiten, de hecho muchos
consideran que la jubilación es en parte una
respuesta a un tipo de trabajo industrializado que
requería mucha fuerza y rapidez que lo volvía poco
apto para los viejos.
Creo que el tema más complejo es como se reemplaza
la ética del trabajo por una del ocio. Para muchos
el no tener la obligación de ir a trabajar es muy
difícil de reemplazar por otras actividades, y
muchas veces lo que es irremplazable es el mero
sentido de la obligación y la disciplina que el
trabajo implica.
3-¿Se relaciona esto con la idea de que la muerte
está más cerca?
Es indudable que la muerte es un parámetro en la
vida aunque siempre se encuentra matizado por las
dimensiones culturales vigentes. El problema es
cuando la jubilación u otras formas sociales que
describen a la vejez la tornan en una muerte social.
Creo que la jubilación o la vejez pueden ser
momentos de despliegue vital, tal como lo testimonia
muchísima gente que desarrolla proyectos y pone el
deseo en el juego de su vida hasta el último
momento.
Los
existencialistas veían la muerte como un acicate
para la vida ya que al plantearnos la brevedad, nos
empujan a la acción, la que de otra manera podría
devenir en una letanía sin momentos precisos tal
como la describió Borges en su cuento “Los
inmortales”.
4-¿Qué tipo de vejez estamos teniendo?
Creo que como siempre hay vejeces, aunque es
importante señalar que la actual, o la que nos
impacta como distinta frente a un modelo
tradicional, es la perspectiva posmoderna. Ésta se
define por una borrosa diferenciación entre las
edades. Es decir no tenemos referencias claras
acerca de cómo es y qué hace un adulto mayor a
diferencia de un adulto joven.
La
lectura de la modernidad dividía más claramente como
se vestía, qué actitudes sociales debía mostrar,
etc. Es decir la edad era un marco de referencia
cultural mucho más cierto que en la actualidad.
Meyrowitz dice que no sólo tenemos una sociedad
unisex sino también uniage, es decir una
edad. Las segmentaciones no deseadas aparecen como
discriminadoras y la perspectiva de la vejez como
cierre y retiro es cuestionada y criticada.
Las
tendencias actuales son fuertemente optimistas y
tienen una visión sobre la edad muy cercana a la de
una minoría que reclama derechos frente a una
sociedad discriminatoria.
También tenemos un fenómeno generacional. Los nuevos
mayores son una cohorte que ha transitado otras
épocas más libertarias por cierto, como fueron los
60 y los 70 y que profundizarán este sesgo
posmoderno al que nos referíamos.
5-¿Cuál sería el ideal y cómo podemos llegar a él?
Es
difícil hablar de un ideal sin caer en estereotipos,
aunque tampoco sea tan fácil deshacerse de ellos.
Indudablemente el estar activos y con cierta
integración comunitaria facilita el desarrollo
personal, mejora la autoestima y facilita la
construcción de relaciones sociales que suelen
implicar proyectos, encuentros, salidas, etc.
Es
necesario aclarar que para que un individuo pueda
hallar su espacio donde encontrar intereses, deseos,
afectos suele ser necesario un anclaje en el otro,
es decir redes sociales, familia, amigos, grupos.
Donde la persona interactúe con el otro y donde sea
posible que pasen cosas. La vida de muchos mayores
se encuentra tan despoblada de personas relevantes
que difícilmente puedan hallar alternativas.
6- ¿Qué cuestiones tiene que tener en cuenta una
persona que ingresa en la tercera edad para ejercer
una adultez placentera y feliz?
Cada día que pasa pienso que resulta necesario
modificar la cultura del envejecimiento y que esta
es una tarea de todos. No resulta fácil escapar de
los condicionamientos que nos llevan a temer, negar
y en algunos casos odiar la vejez. No es sencillo
encontrar ideales positivos en esta etapa y creo que
somos responsables como sociedad de construirlos.
Las
vidas placenteras y felices en la vejez de todas
maneras se dan y esto es lo que se llama “la
paradoja del bienestar”, es decir, a pesar de todo
lo negativo que se expresa la gente se las arregla
para vivir bastante bien.
De
todas maneras es importante atender ciertas
condiciones socioeconómicas asociadas a mejores
jubilaciones, libertad para elegir la jubilación,
una mayor cultura del ocio que nos lleve a vivirlo
de maneras más elegidas y creativas y
fundamentalmente seguir sosteniendo la llama del
erotismo, es decir una conexión con nuestros gustos
e intereses.
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