/  Rosario - Santa Fe - Argentina

 
 
     

 


 

José Ignacio Maradona

 

 
 

 

Entrevista realizada por la Dra. Jorgelina Presta a José Ignacio Maradona (h), sobrino del Dr. Esteban Laureano Maradona


 

-¿Cómo era  el Dr. Esteban Maradona en su vida cotidiana, fuera del ámbito de la Medicina?

 

El Dr. Esteban Maradona (EM) era un ser extremadamente sensible en todos los aspectos, sobre todo frente a quien pudiera estar sufriendo alguna necesidad, de tipo material, espiritual. Él se comedía siempre como una especie de paliativo frente a esa persona, ofreciendo lo que podía. Es decir siempre estaba en guardia frente al prójimo.

Puedo expresarle, Dra. Presta, que a él le gustaba muchísima la Historia Argentina, la conquista española, como también era fanático en estudiar todo lo relacionado a la madre naturaleza como las especies vegetales, y de fauna en el norte argentino. Siempre me contaba que cuando no tenía ocupaciones de tipo médicas con pacientes, estudiaba algún animalito por semanas, donde los medía, los pintaba en sus escritos y también muchas veces cuestionaba nomenclaturas taxonómicas de animales, vegetales, etcétera. Me decía: “en mis tiempos libres en la selva, jamás estuve revoleando cachilitos, siempre estuve haciendo anotaciones de botánica”.

Tenía un gran sentido del humor, siempre se reía de si mismo; tenía una gran humildad. Recuerdo que me decía: “…yo entre todos mis hermanos fui el más arruinado…” haciendo referencia a su baja estatura, y algunos problemas de salud que él acusaba de chico.

Era un hombre al que siempre le gustó hacer el bien a su semejante, sea curando, dando dinero, etc. Me contaba que cuando era estudiante de medicina en la .Universidad de Buenos Aires, allá por el año 1925, los fines de semana salía de su casa para visitar diferentes hospitales de niños y orfanatos, donde me decía: “…mirá José veía muchos chicos hijos de nadie, en hospitales o institutos y los visitaba y les llevaba galletitas dulces para endulzar sus lengüitas, necesitaban mas cariño que la Medicina…” .

               

                Respondiendo las preguntas, yo puedo hablar del tiempo que lo conocí. Tuve el honor de haber sido la persona que lo fue a buscar hasta Formosa y que lo trajo hasta Rosario. Un día recibimos un llamado desesperado del gobernador de Formosa el Dr. Floro Bogado, diciéndonos que nuestro tío estaba hacía 5 horas en la terminal de ómnibus de Formosa esperando un colectivo para viajar a Santa Fe, que se encontraba muy enfermo y que no quería recibir ayuda de parte del gobierno y que sólo les decía: “gracias Gobernador, pero he de llegar hasta mi provincia por mis propios medios”. Es así que viajo por orden de mi padre para buscarlo. Llego a Formosa y estaba muy desnutrido, decaído y deshidratado. Bastante perdido en cuanto a la ubicación, me confundía con mi padre a veces. Le dije tío te vine a buscar, y enseguida se puso contento, y viajamos en una ambulancia desde Formosa hasta Rosario. Sinceramente, creíamos con el chofer que no iba a resistir tan largo viaje, y creíamos que se iba a morir en el trayecto. El tenía 91 años y yo 19. Fue su deseo internarse en un hospital público, y fue al Hospital Provincial. Allí los médicos lo recibieron sinceramente como un patriarca. Habrá estado sólo 20 días y vino a vivir a nuestra casa. Nosotros éramos diez hermanos, imagínense el gran cambio que significó después de estar 53 años en la selva en absoluta soledad en su casa. Con nosotros vivió hasta que murió, es decir hasta los 99 años.

¿Qué hacía durante el día? Se levantaba siempre con la luz del amanecer. Tomaba su mate cocido sin leche y pan, nada más. Era para definirlo, un ser que le encantaba todo lo que el humano generalmente rechaza. Odiaba el confort, le encantaba acostumbrarse a todo lo difícil. Siempre me decía: “todos llevamos adentro un bestia que siempre nos pide y nos pide, placeres entonces yo siempre la castigo, por ejemplo hago ayuno total una o dos veces por semana. Es importante dominar la bestia que todos tenemos dentro…”

 

¿Qué actividades le gustaba realizar cuando terminaba con su rutina  de trabajo?

 

                Durante el día o recibía visitas, o corregía sus manuscritos de diversos temas escritos (flora, fauna autóctona, historia, etc.). Leía muchísimo, con los ojos bien cerca del papel. También le gustaba leer los diarios. Es decir su hobbie era siempre “leer”. Después dormía siesta una hora. Recibía mucha gente que lo venia a visitar desde diferentes puntos del país. Periodistas, colegios, etc. Nunca usó lentes a pesar de estar casi todo el día leyendo. Yo me asombraba, porque decía: que gusto tiene por estudiar, seguir acumulando datos, información a la edad de él, como si tendría unos cuantos años por delante…

Era sumamente conversador. En nuestra casa, jamás permitía a la noche que le enciendan la luz, decía que culpa de esa tecnología la gente acelera sus problemas de vista. Tampoco aceptaba en los crudos inviernos que le encendiéramos la calefacción. A veces se la encendíamos a escondidas en días de muchísimo frío, y al otro día la encontrábamos que la había apagado. Lo mismo con el aire acondicionado. Recuerdo que me decía: “el cuerpo humano no necesita para nada de esos artefactos, si hace calor, el cuerpo tiene un sistema de refrigeración propio que elimina el calor transpirando, y también en invierno el propio cuerpo ante el frío genera calor solo…”.

Nunca vio televisión, no la conocía ni le interesaba. Sí sabía que era una cosa que hacía perder el tiempo sobre todo a los jóvenes.

 

¿Crees que le quedó algún deseo pendiente por cumplir en su vida?

 

Sí, creo que su único deseo que le quedó pendiente, es no poder ver toda su obra científica “publicada”. Siempre ese anhelo lo tuvo solamente para que la juventud argentina pueda acceder a esa información. Decía es una contribución para la juventud estudiosa de mi Patria. Obviamente, que por su estado de absoluta pobreza no tenía medios para publicarla. Sólo publicó un excelente libro titulado “A través de la Selva” (agotado en dos ediciones) que se imprimió para escuelas y no percibió ninguna ganancia.

Sólo al ocaso de su vida, pudimos publicar, luego de tantos trámites burocráticos por parte del Estado, “Recuerdos Campesinos” data de literatura gauchesca, que se imprimió en la Imprenta del Congreso de la Nación. La cual no tiene nada que ver con la totalidad de su obra que es más científica en cuanto habla de flora y fauna autóctona del norte argentino; tiene también una obra inédita, titulada: “Dendrología –apuntes-”; es la ciencia que estudia los árboles. Transcribí todo a máquina para preservarlo. Habla de las propiedades medicinales de cada una de las especies vegetales, realiza una clasificación botánica de familias vegetales, con la misma agudeza que lo hizo Linneo, hasta cuestiona nombres erróneos en la taxonomía botánica. También se refiere a las propiedades industriales que se le pueden dar y a los usos que le daban los aborígenes. Otro libro es un diccionario toba-pilagá traducido al castellano con 40 mil voces y existen otros más.

 

¿Cómo era la relación con sus colegas?

 

Con sus colegas siempre bien. Recibía cartas de un doctor Álvarez del sur del país; también le escribía el Dr. Favaloro, quien redactó un prólogo al libro impreso por el Congreso Nacional. En casa conservamos cartas de sus profesores, el Dr. Elizalde y otros más. Lo querían mucho y hasta le ofrecieron trabajar junto a ellos, pero rehusó a esas ofertas e instaló su primer consultorio en Resistencia (Chaco) en la calle Santa Maria de Oro. Después venían muchos médicos y estudiantes de diferentes partes del país a visitarlo, como su amigo el Dr. Esteban Perisset.

 

 

¿Qué frase o conclusión le gustaría dejarnos?

 

Para definirlo utilizo una frase que siempre decía y que además la materializó a lo largo de 99 años de su larga existencia: “…Que los demás tengan derecho sobre mi…”

Por último, siempre se asombraba con los homenajes que le rendían, y me decía: “Josecito no sé porque tantos homenajes, tantos reconocimientos? No he hecho nada para recibirlos, porque solamente cumplí con mi deber de médico que fue hacer el bien a mis semejantes.”

 

José Ignacio Maradona (h)

"...me lastimó ver a nuestros indios que estaban rastrosos,
semisalvajes, bravos, desnutridos, enfermos, agresivos...
hasta me han querido matar alguna vez..."


 


 

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