Introducción
El desarrollo de la medicación antirretroviral (ARV) es uno de los grandes logros de la medicina moderna. En el transcurso de unos pocos años, el pronóstico de vida de los pacientes infectados con HIV cambió de años a décadas. Si bien los regímenes de tratamiento iniciales eran complejos y estaban asociados una importante toxicidad a corto y largo plazo, los fármacos disponibles en la actualidad en general son fáciles de administrar, seguros y bien tolerados. Puede decirse que hemos ingresado en una fase de la epidemia en la cual podemos lograr, y mantener casi indefinidamente, el control de la replicación del HIV en la inmensa mayoría de los pacientes. Pero a pesar su éxito incuestionable, la terapia ARV no restablece completamente el estado de salud. Por cuestiones que permanecen escasamente conocidas, la expectativa de vida de las personas infectadas con HIV tratadas efectivamente con TARGA (terapia antirretroviral de gran actividad) es inferior a la de las personas no infectadas.1-4
Esta expectativa de vida acortada se relaciona con numerosas complicaciones “no-SIDA”, entre las que se encuentran la enfermedad cardiovascular (ECV), cánceres, insuficiencia renal y hepática, osteoporosis y disfunción neurocognitiva. Como muchas de estas complicaciones son similares a las observadas en los ancianos, esta observación ha llevado a considerar que los pacientes infectados con HIV sufren de una forma prematura o acelerada de envejecimiento.5
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