25º Entrega
Vasculitis
Responde:
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Dra. Mariana Lagrutta
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¿Cuáles son los signos o síntomas clínicos que nos pueden
poner sobre la pista de una vasculitis?
Las vasculitis pueden afectar vasos de cualquier calibre en
cualquier lugar del cuerpo, por lo que sus manifestaciones
clínicas son muy proteiformes. Sin embargo algunos datos nos
deben hacer sospechar una vasculitis. Los más inespecíficos
son los síntomas generales como la astenia, polartralgias,
mialgias, o algunos signos como la fiebre de origen
desconocido, anemia y reactantes de fase aguda elevados.
Otros son algo más característicos, entre ellos la presencia
de púrpura palpable, eritema nodoso, lívedo reticularis,
fenómeno de Raynaud, uveítis, mononeuritis múltiple,
afectación renal no explicada (alteración del sedimento
urinario, proteinuria o hematuria), hemorragia pulmonar o
nódulos pulmonares, afectación crónica de vías aéreas
superiores (en granulomatosis de Wegener), o en forma
general, síntomas isquémicos de cualquier localización,
sobretodo en individuos jóvenes.
¿Que determinaciones del laboratorio inmunológico son más
útiles para el diagnostico y seguimiento de las vasculitis?
La determinación de un laboratorio general y orina de 24
horas es fundamental para determinar el compromiso sistémico
de la vasculitis. El laboratorio específico va a ir
orientado al diagnóstico presuntivo. Las siguientes son las
determinaciones que se solicitan en la mayoría de los casos
ante la presencia de las manifestaciones clínicas enumeradas
previamente. Siempre hay que realizar diagnóstico
diferencial con vasculitis asociadas a otras enfermedades
autoinmunes sistémicas, por lo que se solicita factor
antinuclear (FAN), anti ADN nativo, crioglobulinas, factor
reumatoideo, complemento (C3, C4, CH50), anticuerpos anti
citoplasma de neutrófilos (ANCA) p y c, mediante
inmunofluorescencia, y detección mediante ELISA de
anticuerpos anti proteinasa 3 (PR3) y anti mieloperoxidasa (MPO).
Los anticuerpos antifosfolipídicos (anticardiolipina IgG,
IgM, antibeta 2 glicoproteína I IgG e IgM y anticoagulante
lúpico) se agregan en caso de manifestaciones isquémicas. Se
solicitan también serologías virales para el virus de la
hepatitis B (VHB), virus de la hepatitis C (VHC) y HIV y
proteinograma por electroforesis.
Los valores de ANCA, en particular la determinación de
títulos de anticuerpos anti MPO y antiPR3 por
inmunofluorescencia son útiles para el seguimiento, ya que
se han asociado a actividad de la enfermedad en algunos
casos. El complemento también se asocia a actividad
vasculítica en vasculitis de pequeño vaso
hipocomplementémicas, y se utiliza para seguimiento de las
mismas.
¿Cuáles son los principales diagnósticos diferenciales de
las vasculitis?
Como mencioné anteriormente, las vasculitis son enfermedades
muy proteiformes, por lo que los diagnósticos diferenciales
dependen esencialmente del órgano principal afectado por la
misma. En general se deben diferenciar de otras enfermedades
autoinmunes sistémicas, en particular del lupus eritematoso
sistémico (LES), por la frecuencia de afectación
multiorgánica que incluye compromiso renal. En los pacientes
con síntomas isquémicos, o que presenten lívedo reticularis
o Raynaud, se deberá diferenciar del síndrome
antifosfolipidico. En algunos casos las manifestaciones
iniciales pueden imitar diferentes enfermedades autoinmunes.
Para mencionar algunas a modo de ejemplo: si el compromiso
es predominantemente articular se pueden inicialmente
confundir con artritis reumatoidea, en caso de tener muchas
manifestaciones musculares con la polimiositis, y las
vasculitis con compromiso de sistema nervioso central como
la enfermedad de Behcet pueden plantear diagnóstico
diferencial con esclerosis múltiple.
En general hay que diferenciar las vasculitis sistémicas de
cualquier patología crónica que puede tener compromiso
multiorgánico, por lo que además de las enfermedades
autoimnumes mencionadas hay que descartar infecciones
crónicas, en particular por virus de la hepatitis B, C y
HIV, micosis profundas, y enfermedades neoplásicas,
especialmente las linfoproliferativas.
¿Es posible realizar una diferenciación histopatológica y
clínica de la vasculitis cutánea aislada de la vasculitis
sistémica?
En general, las características clínicas e histológicas de
las lesiones dérmicas de las vasculitis cutáneas aisladas
son indistinguibles de las asociadas a vasculitis
sistémicas. La mayoría de los casos son púrpura palpable,
localizadas predominantemente en miembros inferiores. En
algunos casos algunas características histológicas
distintivas pueden ser sugestivas, como la presencia de
granulomas en la granulomatosis de Wegener. La
inmunofluorescencia también puede aportar datos
orientativos: los depósitos de IgA orientan a pensar en una
púrpura de Schönlein-Henoch, los depósitos de IgG en la
asociación con enfermedad autoinmune sistémica como el LES,
los depósitos de crioglobulinas en vasculitis
crioglobulinémica, y la ausencia o escases de depósitos
inmunes a las vasculitis asociada a ANCA (pauciinmunes). La
falta de respuesta al reposo o al tratamiento con dosis
bajas de esteroides puede también hacer sospechar una
enfermedad sistémica.
En definitiva, las lesiones vasculíticas cutáneas pueden
constituir una patología aislada localizada en piel, ya sea
idiopática o asociada a factores precipitantes como
fármacos, infecciones menores, químicos o alérgenos
alimentario. Desde el punto de vista cutáneo son en general
clínica e histológicamente indistinguibles de las asociadas
a enfermedades sistémicas. Pueden incluso ser la forma de
presentación de enfermedades tan variadas como las
vasculitis necrosantes sistémicas con afectación
multiorgánica, enfermedades autoinmunes sistémicas,
infecciones diseminada como infección crónica por virus de
la hepatitis B o C, o una neoplasia. La anamnesis y el
examen físico minucioso, así como la solicitud de exámenes
complementarios pertinentes permitirán hacer el diagnóstico
precoz de estas enfermedades, y en muchos casos mejorar su
pronóstico con un tratamiento temprano.
¿Cuando sospechar compromiso pulmonar por vasculitis y
cuáles son las vasculitis que afectan más frecuentemente
pulmón?
Las vasculitis que con más frecuencia afectan al pulmón son
el síndrome de Goodpasture y las vasculitis asociadas a
ANCA: la poliangeítis microscópica, la granulomatosis de
Wegener y la vasculitis de Churg-Strauss. También pueden
tener afectación pulmonar vasculítica los pacientes con LES,
crioglobulinemia, y púrpura de Schönlein-Henoch. Generan una
capilaritis, que se manifiesta por hemorragia alveolar
difusa. La granulomatosis de Wegener y la vasculitis de
Churg-Strauss suelen también presentar nódulos pulmonares,
en algunos casos cavitados.
Las manifestaciones clínicas suelen ser tos, disnea, siendo
la hemoptisis franca una manifestación infrecuente al inicio
del cuadro, por lo que hay que tener alto índice de sospecha
en un paciente con diagnóstico definitivo o presuntivo de
vasculitis que presenta disnea. Presentan una caída del
hematocrito. En la radiografía de tórax se observan
infiltrados bilaterales difusos. El lavado bronquiolo
alveolar que confirme macrófagos cargados de hemosiderina, y
la tomografía axial computada de alta resolución que muestre
la presencia de vidrio esmerilado son de gran utilidad para
el diagnóstico de la hemorragia alveolar difusa. Su
tratamiento enérgico es una emergencia médica visto la gran
mortalidad del cuadro.
¿Cuáles
son las principales decisiones terapéuticas a considerar en
el tratamiento de las neuropatías secundarias a vasculitis
asociadas a la infección por el Virus de la Hepatitis B y C?
Las
neuropatias secundarias a vasculitis asociadas a la
infección por el Virus de la Hepatitis B (VHB) y el Virus
de la Hepatitis C (VHC) plantean un gran desafío
terapéutico.
La mayoría
de los pacientes con crioglobulinemia mixta, íntimamente
asociada a la infección por VHC, presentan neuropatía
secundaria a vasculitis, con diferentes niveles de
severidad. La nomoneuritis múltiple o la polineuropatía son
unas de las principales manifestaciones de esta entidad,
junto con las manifestaciones cutáneas y renales.
La
neuropatía asociada a la infección por VHB se puede observar
también en pacientes con vasculitis crioglobulinémica, pero
es mucho más frecuente su presentación en pacientes con
poliarteritis nodosa (PAN), en la cual las manifestaciones a
nivel de sistema nervioso periférico como mononeuritis
múltiple o polineuropatía son también características.
Al tomar
decisiones terapéuticas en estos pacientes hay que tener en
cuenta varios factores: por un lado tanto la infección por
VHC como por VHB tendrían un rol patogénico importante en el
desarrollo de dichas las vasculitis, por lo que el
tratamiento antiviral es de fundamental importancia. Por ese
motivo, en el caso de pacientes con crioglobulinemia mixta
por VHC, con síntomas leves a moderados, que pueden incluir
neuropatía sensitiva, el tratamiento antiviral con
interferón alfa pegilado y ribavirina sería suficiente. Sin
embargo, en los casos de manifestaciones severas y
rápidamente progresivas, se debe actuar en forma más
dirigida hacia las manifestaciones autoinmunes con
tratamiento inmunosupresor enérgico, ya que el efecto de la
terapia antiviral es lento y la demora en la respuesta podrá
tener graves consecuencia en la morbimortalidad de estos
pacientes. Este sería el caso de las neuropatías
sensorio-motoras severas, así como también compromiso de
sistema nervioso central u otras manifestaciones severas de
vasculitis. En estos casos es fundamental valorar el
compromiso hepático por la infección viral, y poner en la
balanza la posibilidad de reactivación del VHC como
consecuencia de la terapia inmunosupresora con la necesidad
de frenar un daño orgánico inminente potencialmente
irreversible.
Por otro
lado hay que tener en cuenta que el tratamiento con
interferón alfa presenta importantes efectos adversos
inmunomediados, se asocia al desarrollo o empeoramiento de
las manifestaciones autoinmunes, como tiroiditis,
poliartritis, y en particular de la neuropatía periférica.
Por lo tanto en casos de manifestaciones autoinmunes severas
mencionadas, el tratamiento antiviral se posterga hasta la
remisión de los síntomas autoinmunes severos. En
manifestaciones moderadas se aconseja terapia combinada
antiviral e inmunosupresora.
Entre las
alternativas terapéuticas inmunosupresoras disponemos de los
corticoesteriores, la ciclofosfamida, la azatioprina, el
micofenolato, la plasmaféresis y el rituximab. En un
reciente ensayo realizado en pacientes con vasculitis
crioglobulinémica por VHC la adición de rituximab al
tratamiento con inferferón pegilado y ribavirina mostró
mejoría de los parámetros inmunológicos, fue bien tolerado,
y no produjo aumento de la carga viral, por lo que
constituye un tratamiento atractivo para estos pacientes.
En los
pacientes con neuropatía por PAN asociados a VHB la
estrategia es similar. La terapia antiviral usualmente
utilizada es la lamivudina, y el tratamiento inmunosupresor
se basa en el tratamiento con corticoides, valorando la
necesidad del uso de ciclofosfamida, azatioprina o
plasmaféresis en forma individualizada.
En
definitiva, una cuidadosa evaluación de cada paciente,
determinando el grado de severidad de la vasculitis, su
velocidad de instalación, y el grado de actividad viral, son
los que permiten en cada caso tomar decisiones para el mejor
manejo de estos pacientes, siempre con un seguimiento muy
estrecho y un enfoque multidisciplinario.
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Síndrome
coronario agudo
Responde:
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Dr. Héctor Ugalde Prieto
- Presidente Sociedad Medica de
Santiago- Sociedad Chilena de Medicina
Interna
- Secretario Ejecutivo Congreso Mundial
de Medicina Interna 2012.
- Especialista en Medicina Interna-
Cardiología- Cardiologia Intervencional
- Hospital Clínico Universidad de Chile. |
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Las preguntas recibidas se
seleccionarán por su frecuencia y calidad y
conformarán parte del cuestionario a responder
en la pxóxima entrega. |
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