¿Tiene este paciente una Apendicitis?
Wagner JM, McKinney WP, Carpenter JL. Does this patient
have appendicitis?
JAMA. 1996 Nov 20;276(19):1589-94.
La apendicitis es
una entidad frecuente; se ha calculado un riesgo del 7%
de padecer esta patología a lo largo de la vida. Su
papel como causa de dolor abdominal depende del ámbito
en que nos situemos: entre menores de 60 años que acuden
a un servicio de emergencia, hasta un 25% de quienes
consultan por dolor abdominal agudo podrían tener una
apendicitis como causa de su padecimiento; en cambio,
entre sujetos mayores de dicha edad, alrededor de un 4%
sufrirían esta patología. En cambio, entre pacientes
ambulatorios la prevalencia sería del 0,7% al 1,6%. A su
vez, estas cifras serían algo superiores en la población
infantil.
Actualmente las tasas de mortalidad entre quienes
reciben un tratamiento adecuado son menores al 1%, pero
permanecen elevadas entre los ancianos, con cifras
comunicadas del 5% al 15%. La incidencia de
perforaciones apendiculares se halla entre el 17% y el
40%, con una media de 20%; esta eventualidad incrementa
considerablemente la morbilidad. Estas cifras son
mayores entre los ancianos, llegando al 60% - 70%,
explicando de este modo el aumento de mortalidad en este
grupo etario. Varios factores influyen en esto, entre
ellos la demora en la búsqueda de atención, disminución
de la respuesta febril, presencia de signos y síntomas
menos típicos y, muchas veces, inespecíficos, y menores
alteraciones en los parámetros de laboratorio. En la
mayoría de las series, las tasas de laparotomías
negativas oscilan entre un 15% y un 35% y se asocia
también con considerable morbilidad. Este porcentaje es
más elevado (>45%) entre mujeres jóvenes debido a la
prevalencia de desórdenes obstétricos y ginecológicos.
Debido a las dificultades que el diagnóstico de esta
entidad plantea, se han estudiado algoritmos y programas
computarizados para facilitar dicha tarea. Los trabajos
han tenido deficiencias metodológicas importantes,
arrojando, por tanto, resultados inconsistentes. Así, la
utilidad del diagnóstico “guiado” comparado con el
diagnóstico clínico “no asistido” requiere de futuras
investigaciones. Los autores de la mayoría de estos
trabajos creen que su mayor aporte ha sido el hecho de
enfatizar la necesidad de que el médico se centre en
datos clínicos específicos fácilmente disponibles, los
cuales podrían ser ingresados en un árbol de decisiones.
Además los investigadores observaron que todas estas
modalidades diagnósticas eran dependientes de la
exactitud de los datos recabados e interpretados por
parte del médico, previo al ingreso de los mismos en el
algoritmo o programa. A su vez, el concepto de
“observación” del paciente durante algunas horas cuando
la etiología del dolor abdominal no era clara ha sido
comunicado como efectivo por parte de algunos autores.
Aquí nuevamente su verdadero valor, como en el caso de
los algoritmos y programas computarizados, depende
principalmente de las habilidades del médico tratante
para obtener datos a partir del paciente. De este modo,
una exhaustiva anamnesis y un detallado examen físico
continúan siendo los elementos más costo-efectivos para
arribar al diagnóstico de apendicitis.
Entre los exámenes complementarios, la radiografía y el
enema con bario no serían métodos sensibles ni
específicos para el diagnóstico de apendicitis. Por su
parte la ecografía es mejor para detectar un apéndice
dilatado que la perforación del mismo. Ningún estudio ha
podido demostrar que estos métodos sean superiores a la
clínica; el papel de la tomografía es también variable
según distintos ensayos. Asimismo el papel de la
laparoscopia es controvertido; si bien hay estudios que
la avalan, especialmente en mujeres jóvenes donde los
procesos ginecológicos generan gran confusión, otros han
comunicado altas tasas de falsos negativos, haciendo
dudar de su valor. Por lo tanto, si bien la
ultrasonografía, la tomografía y la laparoscopía
exploradora pueden ser de utilidad, ninguno son métodos
ideales y la mayoría de los autores consideran que su
papel debería ser el de complementar la presunción
diagnóstica cuando los hallazgos clínicos sean confusos
o poco claros.
La posición del apéndice en la cavidad abdominal es
variable, y esto puede influir en la
signo-sintomatología del cuadro de apendicitis. En
general este cuadro se presenta con una cronología
característica: comienza como un dolor visceral mal
delimitado, principalmente ubicado en región epigástrica
o periumbilical, presumiblemente debido a la distensión
inicial del apéndice; el cuadro suele seguirse de
nauseas y vómitos. Cuando progresa la inflamación del
apéndice se genera la irritación del peritoneo o de las
estructuras adyacentes, lo que origina que el dolor se
localice mejor, habitualmente en fosa ilíaca derecha -FID-,
acompañándose de febrícula o fiebre baja.
Siempre debe recordarse que localizaciones atípicas del
apéndice pueden ocasionar presentaciones inusuales. En
el caso de apéndices retrocecales o retroilíacos el
dolor puede ser pobremente localizado y puede faltar la
migración típica del mismo. Por su parte los apéndices
localizados en la cavidad pélvica frecuentemente causan
dolor en fosa ilíaca izquierda -FII- y aumento del dolor
durante el examen rectal. También pueden producirse
síntomas inusuales de urgencia miccional o defecatoria,
debidos a irritación del uréter y del recto,
respectivamente, sumados a disuria y diarrea.
Mientras durante el primer trimestre del embarazo el
diagnóstico de apendicitis plantea una serie de
diagnósticos diferenciales con patologías
ginecoobstétricas específicas, en el tercer trimestre
suele representar un desafío para el médico tratante,
debido al desplazamiento del apéndice por el útero
grávido. En estos casos, el dolor puede localizarse
periumbilical o subcostal derecho.
En general el dolor es el primer síntoma de apendicitis.
Clásicamente es epigástrico o periumbilical,
inespecífico, que despierta al paciente por la noche,
pero no es inicialmente severo. El dolor alcanza su pico
en alrededor de 4 hs, para luego disminuir y migrar
hacia FID. La mayoría de los pacientes busca atención
médica entre las 12 hs y 48 hs de iniciado el cuadro.
Habitualmente el dolor precede a los vómitos y el
paciente en general no ha experimentado síntomas
similares previamente. Se ha descrito también que
algunos pacientes relacionan el disconfort abdominal con
la constipación concomitante, lo cual los lleva al
empleo de laxantes; sin embargo el dolor persiste luego
de la defecación.
Hay muchos signos descriptos como “clásicos” de
apendicitis; sin embargo varios no tienen una adecuada
descripción o no han sido validados; en esta revisión se
mencionan solo aquellos consistentes y más útiles:
- Defensa: consiste en la contracción voluntaria de los
músculos abdominales. En general se produce porque el
paciente sabe o presume que la próxima maniobra le
generará dolor.
- Contractura: se conoce también como defensa
involuntaria; consiste en el espasmo de los músculos
abdominales, lo cual constituye un reflejo involuntario.
Nunca puede ser superado, a pesar de lograr una adecuada
relajación por parte del paciente.
- Descompresión: se presiona el área dolorosa con la
punta de los dedos lo suficiente para llegar al
peritoneo; frente a esto el paciente experimentará
dolor. Manteniendo la mano en dicha posición 30 a 60
segundos, el dolor irá disminuyendo, pudiendo incluso
desaparecer -aunque generalmente esto no ocurre-. Sin
avisar, y preferentemente cuando el paciente se
encuentra distraído, se retirará bruscamente la mano
hasta el nivel de la piel lo cual despertará nuevamente
dolor. Observar los gestos del paciente podría tener
mayor valor que la queja verbal.
- Signo de Rovsing: es un signo relacionado con la
maniobra de descompresión. Se presiona profunda y
sostenidamente la FII y luego de modo repentino se
retira la presión. La presencia de dolor en la FID
durante la palpación o al retirar la mano se consideran
como signo positivo.
- Signo del psoas: con el paciente en posición supina se
le pide a éste que eleve el muslo, ejerciendo el
explorador fuerza en dirección opuesta, con la mano
apoyada sobre la rodilla. Una variante consiste en
colocar al paciente en decúbito lateral izquierdo,
estirando la pierna derecha sobre la cadera. Con
cualquiera de estas alternativas, el incremento de dolor
en FID se considera como un signo positivo, indicando
irritación del músculo psoas debido a una inflamación
del apéndice.
- Signo del obturador: es mecánicamente similar al
anterior; se flexiona pasivamente la cadera y rodilla
derecha, seguido de la rotación interna de la pierna
sobre la cadera, lo que provoca un estiramiento del
músculo obturador. Cuando la maniobra es positiva
despierta dolor sobre la FID, señalando irritación del
músculo homónimo. Este signo no se ha estudiado
independientemente del signo de psoas, sin embargo la
mayoría de los médicos le atribuyen el mismo
significado.
- Examen rectal: clásicamente se describe que la
sensibilidad (dolorosa) y la percepción de plenitud en
el lado derecho, pero no en el izquierdo, apreciados
mediante el tacto rectal sería indicativo de una
apendicitis de localización pélvica. Este signo es
subjetivo y se halla pobremente descrito en la mayoría
de los textos revisados. De hecho ningún estudio que
evaluó la sensibilidad percibida por esta maniobra
describe la técnica exploratoria utilizada.
Varios estudios durante las últimas décadas analizaron
la precisión de los datos clínicos para el diagnóstico
de apendicitis. Existe una considerable heterogeneidad
en lo que a metodología de los mismos respecta; los
autores de la presente seleccionaron los diez trabajos
con mayor rigor científico, reuniendo de esta forma más
de cinco mil pacientes, proveyendo la mejor evidencia
disponible hasta el momento sobre el examen clínico
frente a la sospecha de apendicitis. Cada estudio recabó
datos sobre distintos signos y síntomas, pero no existió
uniformidad respecto de los datos recabados, lo cual
constituye una primera limitación. Además, muchas de las
maniobras empleadas no fueron detalladas en los
manuscritos, lo cual limita el valor “educativo” y la
aplicabilidad en la práctica cotidiana de los resultados
obtenidos.
Cuando un paciente consulta por dolor abdominal intenso
y reciente -habitualmente definido como de menos de 7
días de evolución- la probabilidad pre-test de que la
causa del mismo sea una apendicitis varía de un 12% a un
26%. Tres hallazgos clínicos tuvieron un LR+
considerable en todos los estudios analizados, como
predictores de apendicitis aguda: dolor en el cuadrante
inferior derecho (LR+ 8.0), contractura abdominal (LR+
4.0) y la migración desde la región periumbilical hacia
el cuadrante inferior derecho (LR+ 3.0). El valor de la
descompresión fue estudiado en la mayoría de los
trabajos, pero su LR+ calculado posee una amplia
variación, lo cual dificulta saber con precisión cuál es
su verdadero valor (LR+ de 1.1 a 6.4). El signo del
obturador no ha sido estudiado de forma independiente
del signo del psoas; sin embargo varios expertos
consideran que debido a las similitudes operativas con
este, su valor sería similar. El LR+ del signo del psoas
ha sido calculado en 2.83.
Se ha intentado, además, encontrar predictores clínicos
que permitan descartar con adecuado margen de error una
apendicitis; no ha habido ningún hallazgo que por si
solo cuente con un LR- capaz de lograr esto. La ausencia
de dolor en el cuadrante inferior derecho y la presencia
de dolores previos similares son los que mayor utilidad
han demostrado en esto, con LR- de 0.2 y 0.3,
respectivamente. La ausencia de la migración clásica del
dolor también disminuyó la posibilidad de padecer la
patología, pero en menor cuantía (LR- 0.5). La ausencia
de defensa o descompresión en el cuadrante inferior
derecho tuvieron excelente valor para descartar
apendicitis en algunos estudios, pero no en otros.
Asimismo la presencia de dolor antecediendo a los
vómitos necesitaría de mayores estudios, ya que es
escasa la evidencia disponible para establecer su
utilidad. Por su parte la ausencia de anorexia, nauseas
o vómitos tienen escaso impacto en la disminución de la
probabilidad de padecer apendicitis.
Habitualmente no se emplea un solo signo o síntoma para
confirmar o rechazar un diagnóstico, sino que suele ser
de mayor valor la combinación de los mismos. Este
aspecto no ha sido tenido en cuenta en los trabajos, ya
que es casi nula la información que disponemos respecto
del valor clínico de la combinación de los distintos
hallazgos posibles en un paciente con sospecha de
apendicitis.
Un viejo aforismo de la cirugía dice que la única forma
de reducir la tasa de perforaciones apendiculares es
incrementar el número de laparotomías negativas en
pacientes con abdomen agudo. Esto ha sido cuestionado, y
se postula que la recolección detallada de los datos
clínicos sería la solución para disminuir la cantidad de
laparotomías negativas, sin que se incrementen las
perforaciones. Sin embargo, los autores plantean que los
médicos muchas veces no recogen adecuadamente los datos
clínicos del cuadro que aqueja al paciente; esto sin
duda es una falencia que no debe ser soslayada.
Conclusiones
- La apendicitis es una entidad muy frecuente,
especialmente entre sujetos jóvenes. Sin embargo la
mayor morbilidad y mortalidad entre los pacientes
ancianos nos obliga a estar atentos frente a esta
posibilidad.
- La secuencia característica de signos y síntomas es:
a) dolor abdominal inespecífico epigástrico o
periumbilical, b) anorexia, nauseas o vómitos no
sostenidos, c) migración del dolor hacia FID y d) fiebre
baja.
- La migración característica del dolor, la localización
del mismo en FID y la presencia de dolor precediendo a
los vómitos son sugerentes de apendicitis. La presencia
de contractura muscular, signo del psoas, fiebre o
descompresión son hallazgos que también incrementan la
posibilidad de este diagnóstico.
- A la inversa, la ausencia de: dolor en FID, migración
típica del mismo y la presencia de un dolor previo
similar al del episodio disminuyen la probabilidad de
apendicitis aguda. En el examen físico la falta de dolor
en FID, defensa o contractura hacen el diagnóstico menos
probable.
- Dado que no hay elementos desde la clínica para
descartar indefectiblemente la presencia de apendicitis,
es necesario un seguimiento cercano de todos aquellos
pacientes en los que el cuadro sea “dudoso” o poco
claro.
Comentario
El diagnóstico de apendicitis no siempre es sencillo.
Muchas veces plantea dificultades considerables al
médico tratante, ya sea porque el cuadro se presente de
forma atípica, o debido a que el mismo se halle
distorsionado por empleo de medicación. La primera de
estas eventualidades debe ser siempre tenida en cuenta,
especialmente en sujetos de edad avanzada y cuando la
etiología del dolor abdominal no es clara. Por su parte
la medicación puede también causar confusión en la
interpretación del cuadro. En algunos trabajos esto ha
constituido la principal causa de retraso en el
diagnóstico de dolor abdominal agudo (1,2), tanto por
automedicación por parte del paciente como por
prescripciones realizadas por algún médico. Debido a que
la morbilidad y mortalidad de esta entidad crece
exponencialmente con el tiempo transcurrido previo a la
cirugía, es fundamental ser cautos al medicar a un
paciente con dolor abdominal de reciente comienzo,
cuando todavía no se ha dilucidado fehacientemente el
origen del mismo
En lo que al examen físico respecta, debe recordarse que
si bien “clásicamente” el cuadro cursa con fiebre, ésta
puede estar ausente (3-5) y esto no debe invalidar la
presunción. También se ha descrito que una diferencia
mayor a 1º C entre la temperatura axilar y la rectal
sería altamente sugestivo de apendicitis (4);
curiosamente esto no es siquiera mencionado en muchas
revisiones y guías (1,3,5,6). Otro signo bien descrito
es el del psoas, el cual, si bien es de considerable
valor, posee una baja especificidad puesto que detecta
simplemente irritación del músculo homónimo (7).
Por su parte, los exámenes complementarios pueden
contribuir al diagnóstico (8); así, la leucocitosis es
un parámetro que, cuando esta presente, refuerza la
sospecha clínica. Se ha comunicado que su valor aumenta
en la medida en que se encuentre más elevado; un
recuento de >10.000 células por mm3 tendría
un LR+ de 2.5, mientras que si es >15.000 el LR+ sería
de 3.5. La presencia de más de 75% de neutrófilos en la
fórmula leucocitaria poseería un LR+ de 2.4; asimismo,
la presencia de más de 11.000 neutrófilos por mm3
tendría un LR+ de 4.4 y, si el valor fuera superior a
13.000, el LR+ ascendería a 7.1 aproximadamente. Esta
misma revisión plantea que la presencia de defensa o
descompresión junto a un recuento de leucocitos superior
a 10.000 células por mm3 tendría un LR+ de
11.3, lo cual ciertamente es de enorme valor clínico.
Pese a esto, el resultado negativo de estos hallazgos
poseen LR- de relativo poco valor, con lo cual la
ausencia de ellos en general no sería suficiente, de
modo aislado, para descartar esta entidad. Algo similar
ocurriría con la radiografía de abdomen de pie; algunos
autores han demostrado su utilidad (9). Los signos
radiológicos de mayor valor, según lo comunicado, serían
la presencia de asa centinela en el cuadrante inferior
derecho, y la asociación de este signo al borramiento de
la silueta del músculo psoas. La imagen en “panal de
abeja” fue descripta como característica de absceso
apendicular. La principal ventaja de este método sería
su bajo costo, su accesibilidad y el casi nulo riesgo
asociado al procedimiento (9). En palabra de los
autores, resultó confiable creer en el estudio cuando
sugirió apendicitis, pero debe tenerse presente que los
casos analizados se presentaron con un considerable
retraso en el tiempo de consulta. Por otro lado, la
normalidad del estudio en modo alguno puede descartar el
diagnóstico de apendicitis. De esta manera debe
resistirse la tentación de subordinar el análisis del
cuadro al resultado obtenido de los exámenes
complementarios.
En definitiva, el paciente con dolor abdominal
constituye un verdadero desafío para el médico tratante,
tanto en un consultorio como en cualquier otro ámbito
que se presente, por la enorme cantidad de etiologías
posibles y las distintas implicancias de cada una de
ellas. Frente a esto, tomarnos el tiempo necesario para
realizar una adecuada anamnesis y un completo examen
físico, incluyendo maniobras especialmente destinadas
para evaluar una posible apendicitis (1,4,7,10) es
mandatario, ya que hasta el momento no hay exámenes
complementarios que resulten más costo-efectivos, y no
puede ni debe analizarse estos fuera del contexto
específico del paciente que concurre a la consulta. Una
herramienta que puede resultar de enorme valor es la
observación estrecha de los pacientes con cuadros poco
claros.
Aquí, como en tantas otras situaciones, la “clínica
sigue siendo soberana” y los exámenes complementarios,
aunque importantes, no pueden ni deben ocupar otro rol
fuera de “complementar” la evaluación realizada al
paciente.
Comentario del
Dr. Luis Humberto Ortega León
Médico Especialista
en Cirugía
Fellow del American
College of Surgeons (FACS)
Miembro de la
Asociación Mexicana de Cirugía General (AMCG) y de la
Federación Latinoamericana de Cirugía ( FELAC)
Presidente del
Consejo Mexicano de Cirugía General A. C.
Para quienes nos dedicamos a la práctica de la Medicina
y más precisamente, a la práctica quirúrgica, el
diagnóstico de apendicitis forma parte de la vida
profesional cotidiana, la alta frecuencia de éste
diagnóstico en salas de urgencias no hace que el
padecimiento sea más benigno, pero nos acostumbra a
convivir tanto con ésta entidad patológica que puede
suponerse que con relación al diagnóstico y tratamiento
de ésta enfermedad todo está bajo control; pero, aún
hoy, en el siglo XXI la morbimortalidad por apendicitis
es un hecho real.
El cuadro clínico clásico con dolor abdominal en fosa
iliaca derecha, malestar general, astenia adinamia,
febrícula, algunos signos clínicos apendiculares
positivos, en un paciente que aún no ha recibido
medicación alguna que modifique la sintomatología,
además de estudios de gabinete con signos radiológicos
tales como: asa centinela, apendicolito y/o borramiento
del psoas derecho, y leucocitosis en la biometría
hemática en un paciente joven, es una situación
clínica cada vez menos frecuente.
Lo común hoy en día es encontrar al momento de la
revisión pacientes automedicados o tratados
farmacológicamente por médicos de primer contacto y con
etapas clínicas más avanzadas al momento de la
intervención quirúrgica, lo que complica la
convalecencia e incrementa las complicaciones
postoperatorias. Sin embargo, para todos aquellos
pacientes que acuden al hospital ante la presencia de
dolor abdominal independientemente del momento en que
lo hacen, existen condiciones que pueden hacer que el
diagnóstico y/o tratamiento se retrase o no sea
oportuno, algunas de éstas situaciones son inherentes
al paciente: la edad, género, estado nutricional,
padecimientos preexistentes, medicación previa por
comorbilidades y/o automedicación para el evento
actual; inherentes al Hospital: es público o privado?,
es de primer, segundo o tercer nivel de atención?,
cuenta con equipos de diagnóstico suficientes y
accesibles?, el personal médico y paramédico presente
está capacitado para realizar e interpretar los
estudios?; inherentes al médico: tiene este la
experiencia necesaria para descartar o no el
diagnóstico?, el médico de atención en urgencias es
médico interno de pregrado, médico residente de
1°,2°,3°o 4° año? o médico especialista?.
Cuando se habla de sensibilidad de un estudio para el
diagnóstico de una enfermedad, se infiere que la persona
que lo realiza tiene el entrenamiento adecuado, cuenta
con el equipo necesario y la interpretación del estudio
es óptima, en razón de los conocimientos y la
experiencia del “interpretador”. Mismas condiciones que
se exigen del médico que revisa al enfermo desde el
punto de vista clínico: preparación y experiencia; se
cumplen éstas condiciones en el área de urgencias? La
infraestructura hospitalaria para la atención de
urgencias debe incluir además de los espacios para
recibir al paciente, el equipo necesario (radiología,
TAC, ultrasonido, etc.) en óptimas condiciones, el
personal técnico que lo maneje y el personal médico que
interprete bien los estudios y realice la correlación
clínica con los hallazgos para-clínicos.
Un diagnóstico adecuado puede significar ahorros
importantes para hospitales que trabajan con recursos
públicos; entre otros beneficios, disminuye el número de
laparotomías o laparoscopías innecesarias y hace más
oportuno el tratamiento quirúrgico disminuyendo la
progresión hacia estadios más avanzados de la enfermedad
que requeriría a su vez estancias hospitalarias más
prolongadas con el consecuente consumo de fármacos,
material de curación y días cama; de la misma forma, un
diagnóstico adecuado, impacta de manera positiva al
paciente al darle certidumbre y confianza en el
tratamiento, sea éste una intervención quirúrgica o
tratamiento ambulatorio en caso de descartarse la
enfermedad. En hospitales privados, donde se privilegia
el consumo, se puede caer en el exceso de estudios
dejando de lado el valor de la clínica en el
diagnóstico, y retrasar el tratamiento quirúrgico lo que
incrementa también el costo de atención que en éste caso
afecta directamente el bolsillo del paciente.
Sin embargo, aún en “condiciones ideales”, el
diagnóstico de apendicitis no se alcanza al 100%
preoperatoriamente en ninguna parte del mundo, no existe
un signo clínico patognomónico de la enfermedad y
tampoco un estudio para-clínico que confirme
categóricamente el diagnóstico en todos los casos. Es
importante tener en cuenta lo anterior, en virtud de que
una duda razonable puede validar la decisión de
intervenir al paciente y aunque en algunas ocasiones no
se confirme el diagnóstico de apendicitis durante la
intervención, se pueden detectar otras causas que
justifiquen la resolución quirúrgica, aún así, la
cantidad de laparotomías blancas o apendicetomías
profilácticas pueden oscilar entre 5 al 10%.
Para quienes nos desarrollamos en la práctica quirúrgica
diaria, es lícito decir que si estás planeando realizar
una apendicetomía, debes estar preparado para realizar
una hemicolectomía, en virtud de que los estadios
avanzados de la enfermedad son más frecuentes cada vez,
ya sea por automedicación, por retraso del paciente en
solicitar atención médica, por exceso de estudios
para-clínicos, por deficiencias en el personal médico, o
porque además de todo lo anterior la apendicitis
continúa siendo “la gran simuladora del abdomen”.
Comentario Pro. Dr. Alcides Greca
Prof. Titular 1º Cátedra de Clínica Médica y
Terapéutica, FCM. UNR.
Jefe de Servicio de Clínica Médica Hospital Provincial
del Centenario, Rosario.
El artículo analizado y comentado por el Dr. Sebastián
García Zamora, pone el foco sobre un diagnóstico difícil
a pesar de la moderna tecnología en imágenes disponible
en la actualidad, que pone a prueba el juicio clínico
del médico que evalúa al paciente por primera vez, el
cual, como tantas veces en medicina, es el que marca el
pronóstico.
El primer punto a destacar, a mi juicio, es la necesidad
de no medicar sintomáticamente (con analgésicos y/o
antiespasmódicos) un caso dudoso. La valoración de los
síntomas en forma evolutiva es fundamental para no
indicar laparotomías de más, pero tampoco de menos. Aun
así, el diagnóstico se equivoca con cierta frecuencia, a
pesar de la pericia y la experiencia del médico, debido
a lo variable y a veces oscuro del cuadro clínico.
En segundo lugar, es importante pensar en los múltiples
diagnósticos diferenciales. La linfadenitis mesentérica,
el divertículo de Meckel, el divertículo de ciego, los
cuadros ginecológicos inflamatorios anexiales, la
infección urinaria alta del lado derecho, la enfermedad
de Crohn y el cáncer de ciego son cuadros a considerar
debido a sus diferentes estrategias terapéuticas.
La linfadenitis mesentérica es frecuente en niños y
puede ser aguda o crónica. Suele relacionarse con un
cuadro infeccioso de vía aérea superior y manifestarse
con fiebre y dolor abdominal de localización variable (a
veces de fosa ilíaca derecha) acompañado de vómitos y
leucocitosis.
La diverticulitis de Meckel también se presenta
preferentemente en la edad pediátrica y consiste en el
proceso inflamatorio del divertículo de este nombre,
resabio del cordón umbilical, que con frecuencia se
presenta precedido de sangrado a la manera de
enterorragia.
A menudo un apéndice extirpado, nos sorprende al
recibirse el informe de anatomía patológica, cuando éste
nos muestra cambios histológicos propios de enfermedad
inflamatoria intestinal (específicamente enfermedad de
Crohn). Los antecedentes de sufrimiento abdominal de
cierto tiempo de evolución deben hacernos pensar en este
posible diagnóstico.
Por fin, en pacientes mayores, una apendicitis aguda,
correctamente diagnosticada puede ser la forma de
presentación de un tumor de ciego que al obstruir el
apéndice favorece su inflamación. Debe recordarse que la
obstrucción por fecalitos, parásitos, cuerpos extraños y
también tumores, es el mecanismo fisiopatológico más
frecuente. En estos casos, la tomografía computada puede
ser de ayuda para establecer el diagnóstico antes de la
laparotomía.
En síntesis, la apendicitis aguda es un diagnóstico
difícil, aun para clínicos y cirujanos con experiencia.
Nunca se insistirá lo suficiente sobre sus distintos
aspectos clínicos, por lo cual me parece encomiable la
iniciativa del Dr. García Zamora de volver sobre este
tan interesante problema médico.
Referencias
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