Examen físico del “hígado”
The rational clinical examination.
Physical examination of the liver.
Naylor CD. JAMA. 1994 Jun 15;271(23):1859-65.
Comentario: Sebastián García Zamora. Residente de
Clínica Médica del Hospital Provincial del Centenario.
Rosario. Argentina
Si bien idealmente la interpretación de un hallazgo en
el examen físico debería ser analizado en el contexto
del paciente, este concepto resulta dificultoso cuando
se desea implementar en estudios versados sobre
enfermedades hepáticas, debido a que las manifestaciones
de sus afecciones son muy variadas y a su vez, muchas
patologías sistémicas suelen afectarlo también. De esta
manera la presente revisión se centra en el examen
físico del hígado “aisladamente”.
La palpación en busca del borde inferior del hígado
debería comenzar en el cuadrante inferior derecho,
pidiéndole al paciente que inspire lenta y
profundamente, ya que de esta forma el órgano excursiona
2 a 3 cm; debe palparse siguiendo la línea
hemiclavicular derecha. Durante cada exhalación se
avanzan los dedos aproximadamente 2 cm en dirección
cefálica. En el caso de que el borde del hígado no se
palpe, algunos autores postulan que podría no
necesitarse más exploraciones. Si palpamos el borde
inferior del órgano, deberemos confirmar que nos
encontramos sobre la línea hemiclavicular, para así
marcar el límite inferior del hígado. Hecho esto debemos
tratar de delimitar el borde superior de éste,
percutiendo sobre la misma línea, comenzando a la altura
de la tercera costilla. El dedo plexímetro se coloca
horizontal en los espacios intercostales, siguiendo la
dirección de los mismos. Se percute de a un espacio
intercostal por vez. Inicialmente percibiremos sonoridad
propia del pulmón, hasta que dicho tono sea reemplazado
por sub-matidez debido a la interposición de la cúpula
hepática. Este sonido se irá acentuando hasta llegar a
la matidez hepática propiamente dicha. Para confirmar
que se ha delimitado correctamente el borde superior del
hígado se recomienda colocar el dedo medio sobre el
espacio intercostal donde se percibió el cambio de
sonoridad, situando los dedos anular e índice como
plexímetros en los espacios intercostales inmediatamente
superior e inferior, respectivamente. A continuación se
procede a percutir sobre cada uno de los dedos
plexímetros de forma rápida y en dirección descendente,
de modo tal de poder apreciar como mayor claridad el
cambio en la sonoridad. También puede resultar útil
solicitarle al paciente que inspire profundamente y
mantenga la respiración; de esta manera, se puede
percibir claramente como la sub-matidez desaparece,
reapareciendo una vez que el sujeto exhala. Resulta
importante delimitar el borde superior o inferior del
órgano durante la respiración tranquila; si se
prefiriese hacerlo durante una inspiración profunda,
debemos asegurarnos que ambos límites sean demarcados
durante la misma fase del ciclo respiratorio, a los
fines de no viciar la medición.
Si existiera la sospecha de una patología hepática, pero
el borde inferior del órgano no es palpable, podría
intentar delimitarlo solo por percusión. Para ello debe
percutirse sobre la línea hemiclavicular, a nivel del
cuadrante superior derecho, intentando encontrar el
punto donde la sonoridad cambia a matidez, de la misma
manera descripta previamente. Si aún así no se lograse
delimitar el tamaño hepático, y no se encuentra ningún
otro hallazgo patológico, podría darse por concluida la
exploración.
El tamaño hepático varía según el sexo y la estatura de
cada sujeto; es mayor en hombres y cuanto más alta es la
persona. El mismo puede delimitarse por percusión y
palpación, o por percusión únicamente; clásicamente se
acepta que la primera de las formas es más específica.
De modo general puede establecerse que si el largo
hepático medido sobre la línea hemiclavicular no supera
los 12 a 13 cm, la presencia de hepatomegalia es poco
probable.
A excepción de una hepatitis fulminante, la detección de
disminución en el tamaño hepático es de limitado valor
ya que en los casos de hepatopatía crónica en que esto
ocurre suele haber muchas otras manifestaciones extra
hepáticas que anticipan este hallazgo.
El valor de la inspección del abdomen en busca de una
posible hepatomegalia no ha sido analizado de modo
riguroso; si bien esto es posible en algunas situaciones
como delgadez extrema o caquexia, constituyen algo poco
frecuente. Aún así, en caso de evidenciarse, sería
altamente sugestivo de una afección subyacente.
Por otro lado se han descripto una amplia gama de
fenómenos acústicos en y alrededor del cuadrante
superior derecho del abdomen1: frotes, soplos
y murmullos. Los primeros se auscultan en casos de
tumores hepáticos; los murmullos venosos son soplos de
bajo tono, audibles en casos de hipertensión portal de
cualquier causa, originados en la comunicación entre la
vena umbilical o paraumbilical, y las venas de la pared
abdominal. Otras patologías que pueden originar soplos
continuos son las fístulas arteriovenosas en la
circulación esplácnica o los hemangiomas hepáticos. Los
soplos arteriales han sido descriptos en la mayoría de
los tumores hepáticos, así como en la hepatitis
alcohólica. Estos hallazgos son altamente infrecuentes y
difíciles de interpretar; por tanto se recomendaría la
auscultación hepática solo en sujetos con alta sospecha
de patología de dicho órgano, y siempre recordando las
limitaciones del método.
De las maniobras semiológicas la palpación es sin duda
la que desempeña un papel preponderante. Sin embargo, el
significado de detectar un hígado palpable tampoco es un
hallazgo simple de interpretar. Por un lado es
insuficiente la información disponible respecto a la
prevalencia de hígados palpables entre la población
sana. Por otro, estudios de imágenes han demostrado que
no existirían diferencias significativas en el tamaño de
hígados palpables y no palpables clínicamente. Se ha
postulado que esto podría explicarse, al menos
parcialmente, por el hecho de que un hígado patológico
tendría un aumento de su firmeza, lo cual permitiría
detectarlo con mayor facilidad. De este modo puede
existir hepatomegalia aunque no sea posible palpar el
órgano, y un hígado palpable puede no corresponderse con
una hepatomegalia real. Según esta revisión, la
detección de un hígado palpable posee un LR+ de 2,5
para el diagnóstico de hepatomegalia; por otro lado el
LR para diagnosticar hepatomegalia cuando el órgano no
es palpable sería de 0,45.2 (ver LR al
final del texto)
Clásicamente se describen también otras características
del hígado, las cuales deberían intentar analizarse
mediante la palpación. Así, un borde inferior pulsátil
ha sido bien documentado en casos de insuficiencia
tricuspídea; además ha sido asociado a pericarditis
constrictiva. Sin embargo, se carece de estudios
adecuadamente diseñados para analizar el valor de este
signo en cada uno de estos casos. Por otra, parte no
resulta sencillo diferenciar la pulsatilidad del hígado
del impulso transmitido desde la aorta o el ventrículo
derecho sobre este órgano, lo cual es algo relativamente
frecuente. Ya que no hay maniobras semiológicas que
permitan diferenciar esto se postula que debería
buscarse una posible pulsatilidad hepática solo ante
sospecha fundada de insuficiencia tricuspídea o
pericarditis constrictiva. Asimismo, cuando se analizó
la correlación entre observadores para definir otras
características de la palpación hepática se vio que esta
era baja aún entre expertos. La sensibilidad a la
palpación del órgano fue el único aspecto que mostró tan
solo moderada utilidad, con una correlación del 49%. Por
tanto se plantea que la descripción de las
características del borde hepático, la búsqueda de
nodularidades o agrandamientos focales del lóbulo
izquierdo deberían considerarse solo ante sospecha de
patología del órgano, y teniendo en cuenta su limitado
valor.
Desde el momento en que alrededor de la mitad de los
hígados palpables no corresponden a hepatomegalias, la
medición del mismo resulta sumamente útil. El reparo que
suele emplearse para esto es la línea hemiclavicular; es
imperativo ser riguroso con la demarcación de ella, ya
que se han comunicado variaciones de hasta 10 cm en la
localización de la misma. Como “ayuda” para localizarla
debe recordarse que esta se encuentra a nivel del cruce
entre el borde lateral de los rectos del abdomen, y el
reborde costal. Como se expresó previamente, la mayoría
de los expertos acuerdan que la delimitación del borde
inferior del hígado mediante palpación es superior a la
realizada mediante percusión. Para este fin se ha
postulado también otra maniobra, el método del “rasguño”
(scratch). Este consiste en posicionar el
diafragma del estetoscopio sobre el hígado, justo debajo
del reborde costal; comenzando desde fosa ilíaca se
desliza un dedo frotándolo suavemente sobre el abdomen
en dirección ascendente. La intensidad de los sonidos
percibidos aumentaría cuando el dedo se encuentra por
encima del borde inferior hepático. Debe tenerse en
cuenta que esta maniobra no ha sido ampliamente
estudiada ni validad, y por tanto su valor es mucho más
limitado.
A pesar de lo expuesto, algunos autores plantean que la
percusión aislada podría ser superior a la palpación,
dado que evitaría las discrepancias respecto a la
palpación o no del borde inferior del hígado. Debe
tenerse en cuenta que la fuerza con la que se percute y
los planos como se ubican las manos pueden incluir
factores de confusión que vicien los hallazgos
recabados. Si bien pequeños trabajos han intentado dar
respuesta a esto, la evidencia disponible al momento no
permite responder a esto.
Por último, algunos trabajos han tratado de analizar la
contribución del hallazgo de hepatomegalia a la
interpretación del cuadro general del paciente. Este
tipo de diseño representa un gran desafío metodológico,
debido a los múltiples factores que pueden sesgar las
observaciones. Más allá de eso parecería que el análisis
en conjunto de las manifestaciones físicas del sujeto
permitiría una aproximación certera a la probabilidad de
padecer una hepatopatía, independientemente de los
hallazgos físicos a nivel del hígado. Y estos últimos
serían útiles para reforzar la sospecha diagnóstica
planteada.
Puntos importantes:
1) La palpación del hígado a los fines de establecer el
largo del órgano debe hacerse sobre la línea
medioclavicular. En caso de que el borde inferior del
hígado no se palpe, uno podría optar por no realizar más
exploraciones.
2) Alternativamente se podría percutir de forma suave el
abdomen, buscando delimitar con este método tanto el
borde superior como inferior del hígado, y para evaluar
también si el borde inferior del órgano se prolonga o no
debajo del reborde costal.
3) Si el hígado mide 12 -13 cm o menos semiológicamente,
la probabilidad de que exista una hepatomegalia es baja.
4) En sujetos donde la palpación abdominal sea
dificultosa (independientemente del motivo), el largo
del órgano debería establecerse por percusión.
5) La palpación específicamente dirigida a los fines de
establecer las características del borde hepático
debería reservarse para cuando existan signos de
hepatopatía.
6) La auscultación hepática juega un rol muy limitado en
el examen hepático.
Comentario:
El hígado es quizá el órgano para el cual se hayan
descrito más variedad de maniobras exploratorias, sobre
todo palpatorias1,3,4,5. Poco se sabe
respecto a la superioridad de unas sobre otras, y el
concepto clásico es que se debería emplear aquella con
la el examinador obtenga mayor rédito. Por otro lado, la
exploración abdominal en general, y la palpación
hepática en particular, forman parte de la exploración
física realizada a la mayoría de los pacientes.
Como sucede en la casi totalidad de los temas
relacionados con el examen físico, la “evidencia”
disponible respecto al valor de las distintas maniobras
semiológicas es escasa. El motivo de esto quizá radique
en el hecho de que los trabajos necesarios para
responder a estos interrogantes implican un considerable
grado de complejidad, al tiempo que este tipo de
estudios no responden a intereses económicos que puedan,
en última instancia, fomentarlos. Así se nos plantea el
conflicto de que la mayoría de los conceptos plasmados
en los libros de texto no poseen un “respaldo
científico” como muchas veces quisiéramos que posean. Y
esto podría tentarnos a pensar que quizá el valor del
examen físico no sea tan hegemónico como se pregona.
Estoy convencido que esta “conclusión” se desprende de
un análisis muy superficial de la cuestión. El no
disponer de maniobras con alto rédito diagnóstico y/o el
conocer las limitaciones que la exploración física posee
obligan al médico a emplear la mayor pericia de que
dispone para interrelacionar los datos obtenidos y poder
aproximarse a un diagnóstico, permitiendo siempre que el
mismo sea refutado con la incorporación de nueva
información disponible. Este análisis de la complejidad,
el cual debe ejercitarse constantemente, jamás podrá ser
reemplazado por algoritmos o exámenes complementarios,
por más “robustos” que pretendamos que sean.
En definitiva la medicina es ciencia pero es también
arte y del interjuego de ambas es posible obtener los
mayores beneficios para cada paciente en particular.
Referencias
1) Orient JM, Sapira JD.
Sapira’s Art & Science of Bedside Diag-nosis, 3rd ed.
Philadelphia, Lippincott Williams & Wilkins, 2005.
2) García Zamora S. Definición de Conceptos.
Literatura Científica Seleccionada en Medicina Interna:
Análisis Racional – De la Literatura a la Práctica
Cotidiana. Vol 1. Mayo de 2009. Disponible en:
http://www.clinica-unr.org/Gacetilla/01/Sup_01_Analisis_Art_01.htm
3) Argente H, Álvarez M. Semiología Médica.
Fisiopatología, semiotecnia y propedéutica. Editorial
Médica Panamericana. 1º Edición, Buenos Aires,
Argentina; 2005.
4) McGee, S. Evidence-Based Physical Diagnosis. 2º
Edición. Editorial Elsevier.
5) Cossio P, Fustinoni O, Rospide P. Semiología Médica
Fisiopatológica. Editorial CTM. 7° Edición, Buenos
Aires, Argentina; 2004.
Nota: Likelihood ratio -LR- o
“multiplicadores de chance”
Los
likelihood ratio -LR- o “multiplicadores de chance”, son
indicadores que expresan el valor de un determinado
método para aumentar o disminuir la probabilidad de un
diagnóstico, cuando están presentes o ausentes. Son
tanto más útiles mientras más se alejan de la unidad (es
decir, de 1) ya sea incrementando como disminuyendo su
valor. Así, un LR+ de 5 o mayor, y un LR- de 0.2 o menor
son, en la práctica, indicadores de que el método
analizado es muy bueno. Y un LR+ de 10 o mayor, al igual
que un LR- de 0.1 o menor serían indicadores de que la
prueba analizada es excelente para el fin que se la
propone. Sin embargo, es pertinente aclarar que son
multiplicadores de chance, como lo indica su traducción,
lo cual significa que no pueden aplicarse directamente a
la probabilidad de algo. En lenguaje simple podemos
decir que si la probabilidad de que un sujeto padezca
una determinada patología es del 10%; se le aplica un
test cualesquiera sea, con un LR+ de 5, y este es
positivo, si bien su probabilidad se ha incrementado
considerablemente, ésta definitivamente no es
50%. Para más información ver referencia2
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