¿Tiene este paciente un derrame pleural?
Does this patient have a pleural effusion? Wong CL,
Holroyd-Leduc J, Straus SE. JAMA. 2009 Jan
21;301(3):309-17.
Comentario: Sebastián García Zamora. Residente de
Clínica Médica del Hospital Provincial del Centenario.
Rosario. Argentina
El espacio pleural está ocupado normalmente por unos
pocos mililitros de líquido pleural; cuando esta
cantidad es superada nos encontramos frente a un derrame
pleural. Los derrames pleurales ocurren cuando existe un
desequilibrio entre la cantidad de líquido que ingresa y
egresa del espacio pleural. Los mecanismos que pueden
dar cuenta de esto son: el incremento de la presión
capilar pulmonar o la permeabilidad de la barrera
endotelial, la disminución de la presión intrapleural o
de la presión oncotica del plasma, la obstrucción al
flujo linfático, los defectos diafragmáticos o la
ruptura del conducto torácico.
Los síntomas más comunes, el dolor torácico y la disnea,
son poco específicos, por lo cual la exploración física
minuciosa es mandataria en todo paciente con esta
sospecha. También suele ser frecuente la tos seca,
irritativa, aunque este síntoma carece también tanto de
sensibilidad como especificidad adecuada.
Los derrames pleurales pueden deberse a patología
pulmonar, pleural o extrapulmonar. Las principales
causas de los mismos son la insuficiencia cardíaca
(ICC), neumonía, neoplasias, tromboembolismo de pulmón
(TEP), enfermedades virales, cirugía de by pass
coronario y la cirrosis con ascitis.
La incidencia de derrame pleural entre pacientes ICC
descompensados podría ser tan alta como del 87%. En la
ICC los derrames pleurales se relacionan más con la
falla del ventrículo izquierdo que con la del derecho.
Clásicamente se ha postulado que el derrame pleural en
este contexto suele ser predominantemente derecho. Se ha
planteado que la mayor extensión del pulmón y la pleura
en la base derecha en comparación con la izquierda, así
como una mayor frecuencia en la adopción de decúbito
lateral derecho podrían explicar esta asimetría. Además
solía teorizarse que los derrames izquierdos raramente
correspondían a ICC, y que en estos casos debería
buscarse otra causa que explique la presencia del mismo.
Sin embargo estudios sobre la lateralidad de los
derrames pleurales en ICC no han corroborado esto. De
acuerdo con distintos trabajos, lo más frecuente es que
los derrames pleurales debidos a ICC sean bilaterales,
ya sea simétricos o no (alrededor del 60%); asimismo
cuando son asimétricos, ya sea unilateral o bilateral
con predominio franco de un lado, el derecho es
habitualmente el más afectado (47%, en comparación con
un 19% en que predominan los derrames izquierdos).
Entre pacientes internados por neumonía, un 20% a un 57%
tendrán un derrame paraneumónico según distintas series;
estudios han demostrado que esto sería un predictor
independiente de incremento en la mortalidad. Asimismo
un trabajo sugirió que la presencia de derrame bilateral
incrementaría aún más la mortalidad a corto plazo.
Respecto del examen físico, todas las maniobras
generales descriptas son aplicables para su detección.
La inspección debe realizarse con el tórax
expuesto observándolo tanto desde la cara anterior como
posterior, y tratando de detectar asimetrías en la
expansión. Esto suele ser más evidente desde una visión
posterior; suele ser útil también apoyar las manos en
ambas regiones laterales de la caja torácica. Otro
parámetro de valor es el aumento de los espacios
intercostales, el cual se produce cuando hay un
incremento de presión en el hemitórax homolateral; lo
opuesto también es válido.
Mediante palpación es posible evaluar las
vibraciones vocales, sonidos de baja frecuencia
generados mediante el habla y transmitidos a través del
tórax. Se deben colocar las manos firmemente sobre el
tórax, empleando la cara palmar de las mismas.
Clásicamente los médicos alemanes solicitaban a los
pacientes que digan “noventa y nueve” (neun-und-neunzig)
como forma de evocar vibraciones perceptibles. Esto fue
traducido al inglés como “diecinueve” (ninety-nine)
y al castellano como “treinta y tres”. Sin embargo más
recientemente1 se ha recomendado
reemplazar esto por las palabras “voy” o “toy”, ya que
teóricamente éstas transmitirían mejor los sonidos de
tono bajo. Normalmente este tipo de sonidos se
transmiten fácilmente, mientras que los de alta
frecuencia son filtrados. En casos de derrame pleural
importante se disminuye la transmisión de los tonos de
baja frecuencia. Esto también ocurre en casos de
obstrucción bronquial, neumotórax y engrosamiento
pleural. Por el contrario el incremento en las
vibraciones vocales se observa en casos de condensación.
La percusión torácica fue descripta en
1.761 por Auenbrugger, mientras que fue Osler en 1.892
quien describió los signos percutorios en caso de
derrame pleural. Normalmente los campos pulmonares deben
ser sonoros, y no deben existir diferencias entre ellos.
En casos de matidez percutoria debe considerarse la
presencia de consolidación, atelectasias, engrosamiento
pleural y elevación del hemidiafragma. Este último
diagnóstico puede diferenciarse de un derrame pleural
evaluando la movilidad vertical de la matidez, ya que
normalmente los diafragmas se desplazan 3 a 5,5 cm entre
la espiración y la inspiración forzada.
La percusión auscultada fue descripta
inicialmente por Laennec en 1.821 y posteriormente
modificada por Guarino. La técnica consistía en percutir
suavemente sobre el manubrio esternal, mientras se
auscultaba con el diafragma del estetoscopio a través de
la pared posterior de tórax; en caso de derrame pleural
se evidenciaría una disminución en la resonancia. La
técnica fue modificada por Guarino en 1.994. En esta
variante, el paciente debe encontrarse sentado por al
menos 5 minutos. El explorador coloca el diafragma del
estetoscopio en la pared posterior del tórax, a nivel de
la línea medioescapular, aproximadamente 3 cm por debajo
de la última costilla. Con la mano dominante se percute
sobre 3 o más líneas paralelas desde el ápex hasta la
base del tórax; y la misma técnica se repite sobre el
otro hemitórax. En condiciones normales la percusión
ocasionará la percepción de un sonido mate, el cual
cambiará repentinamente a uno de tono más alto a nivel
de la última costilla. Por el contrario si existiera un
derrame pleural este cambio se percibiría a un nivel más
alto que el previamente mencionado, coincidiendo con el
límite superior del derrame.
La auscultación debe llevarse a cabo con
el paciente sentado y respirando por la boca, explorando
los campos posteriores, laterales y anteriores de modo
sistemático a los fines de evitar que algunas regiones
sean pasadas por alto, y siempre comparando ambos
hemitórax. El murmullo vesicular se encuentra disminuido
o abolido en presencia de derrames; sin embargo cerca
del borde superior del mismo los sonidos pueden estar
aumentados debido al incremento de la conducción de
dichos sonidos por el parénquima parcialmente
atelectasiado. De modo similar la auscultación de la voz
se ve también disminuida en presencia de derrames.
También es posible auscultar aislados rales (estertores)
en la proximidad del derrame debido al colapso de los
alvéolos durante la espiración, y su apertura repentina
durante la inspiración. Otro hallazgo característico
pero no siempre detectable, es la presencia de un frote
inspiratorio y espiratorio, reflejando la presencia de
inflamación.
Las radiografías son un adecuado método para poner en
evidencia derrames pleurales, incluso pequeños. Se
necesitan aproximadamente 50 ml de líquido para que
pueda observarse un “menisco” a nivel del fondo de saco
posterior en una radiografía de perfil. En cambio se
necesitan aproximadamente 200 ml para que pueda
observarse lo mismo en una proyección postero-anterior.
Se plantea que estas proyecciones tendrían una precisión
del 85% para este fin, cuando se las compara con la
tomografía axial computada. Por otra parte, en 1.931
Rigler propuso el empleo de radiografías en decúbito
lateral para evidenciar la presencia de mínimos
derrames. Con este método sería posible poner en
evidencia cantidades tan pequeñas como 5 a 10 ml.
Al tratar de evaluar la precisión del examen físico para
la detección de derrames pleurales los autores de la
presente solo encontraron 5 trabajos que reúnan
criterios adecuados de inclusión. De modo llamativo
ninguno de estos trabajos recabó información respecto al
valor de la anamnesis.
Basado en los trabajos analizados la presencia de
matidez detectada mediante percusión convencional y una
asimetría en la expansión serían los signos más precisos
en la evaluación de un paciente con sospecha de derrame
pleural (LR+ de 8.7 y 8.1 respectivamente)2.
Asimismo dos estudios compararon la percusión
“convencional” con la auscultada, favoreciendo a la
primera; de hecho el LR- extremadamente bajo comunicado
por Guarino en su trabajo3 para la percusión
auscultada no pudo ser reproducido en ninguna otra
serie. Por otra parte la ausencia de disminución en las
vibraciones vocales fue la maniobra que más disminuyó la
probabilidad de que exista un derrame pleural, de
encontrarse ausente.
Como limitaciones de esta revisión, de los 5 trabajos
empleados solo uno evaluó más de dos maniobras para la
exploración en busca de derrame pleural. Por otro lado 4
de los 5 estudios usaron como patrón de otro (gold
standar) contra el cual se compararon los hallazgos
semiológicos a la radiografía de tórax; además, en solo
dos de ellos las radiografías eran evaluadas por un
especialista en diagnóstico por imágenes. Por otro lado
las poblaciones donde se realizaron los distintos
trabajos fueron muy heterogéneas, al tiempo que el grado
de experiencia de los exploradores en los distintos
trabajos fue muy variable.
Conclusiones:
·
La detección de matidez a la percusión es el signo de
mayor peso para aumentar la probabilidad pretest de un
sujeto de tener un derrame pleural
·
La falta de matidez percutoria no tiene el suficiente
peso para excluir la sospecha diagnóstica de derrame
pleural
·
Las radiografías de tórax son útiles cuando se sospeche
la presencia de un derrame pleural
·
La percusión auscultada no ha sido validada por otros
estudios fuera del realizado por Guarino, y por tanto no
es una maniobra recomendada en el paciente individual
·
En sujetos con baja probabilidad de derrame pleural la
ausencia de disminución de las vibraciones vocales son
el elemento de mayor peso para disminuir la probabilidad
pretest
Comentario
En adultos sanos el espacio pleural puede contener
normalmente pequeñas cantidades de líquido -
estimativamente 5 a 10 ml o (0.1 ml/kg de peso)4-
lo cual es un dato a recordar con la creciente
disponibilidad de métodos de imágenes con muy alto poder
de discriminación. Si bien mucho se ha escrito respecto
al examen físico del aparato respiratorio, con floridos
signos varios de los cuales han caído casi en desuso
-como el signo de la moneda de Pitres, la
sucusión hipocrática o el signo de la plomada5,
entre muchos otros- es llamativo la escasa
disponibilidad de estudios bien diseñados orientados a
esclarecer el valor de los mismos. Si bien esto ocurre
con la mayoría de las cuestiones semiológicas, parecería
que sobre estos temas es aún más notorio. Por otra parte
muchas de las maniobras descriptas se ven claramente
influenciadas por las condiciones anatómicas de cada
sujeto, y esto es difícil de analizar con los datos
disponibles4-6. Así, la edad de los sujetos,
el peso y la masa muscular de los mismos, como también
la cuantía del derrame pleural son aspectos que
modifican claramente las percepciones del explorador.
Por otra parte disponer de métodos capaces de detectar
incluso cantidades ínfimas de líquido pleural puede
tentarnos a desdeñar el rol de la exploración física.
Sin embargo el uso racional de los recursos disponible
exige la realización de un examen minucioso, a los fines
de seleccionar el método complementario más adecuado
para cada sujeto en particular. Es interesante hacer
notar también que no siempre los métodos más
sofisticados superan a los tradicionales. Un trabajo que
comparó la ecografía con la realización de radiografías
de frente y en decúbito lateral en espiración concluyó
que el primero de los métodos falló en demostrar
superioridad sobre el segundo7, si bien la
ecografía tendría algunas ventajas en cuanto a la
información que del derrame puede brindar.
Una vez detectada la presencia de derrame pleural, el
paso siguiente obligado es filiar su etiología8,9.
Los mismos se dividen en trasudados y exudades,
empleando habitualmente para ello los criterios de
Light. Si bien mucho podría mencionarse al respecto,
considero interesante puntualizar dos cuestiones.
Recientemente el Dr. Porcel publicó una imponderable
revisión10 sobre “perlas y mitos” en el
análisis de los derrames pleurales; entre otros aspectos
expuestos, enuncia el hecho de que contrariamente a lo
tradicionalmente sostenido no es necesario que las
muestras de líquido pleural y sangre sean obtenidas y
procesadas de forma pareada para que puedan aplicarse
los criterios de Light a las mismas. Otra dato
interesante es la utilidad del pro-Péptido Natriurético
tipo B N-terminal (NT-proBNP) para el diagnóstico
etiológico de derrames pleurales. De acuerdo a trabajos
recientes este marcador sería la determinación más
adecuada a realizar en líquido pleural ante la sospecha
de que un derrame sea secundario a ICC. Además hay
evidencia de que tendría la misma utilidad cuando la
determinación de este marcador es sanguínea10.
Esto es algo no menor ya que si sospechamos que un
derrame pleural es secundario a ICC la toracocentesis no
estaría indicada.
En definitiva, si bien la exactitud del examen físico
para detectar la presencia de derrame pleural es menor
que la de la mayoría de los exámenes complementarios, su
precisión puede incrementarse con la práctica reiterada;
y la semiología sigue siendo el pilar fundamental en el
abordaje inicial de los pacientes con sintomatología
respiratoria. Llevado a cabo con destreza y esmero, los
exámenes complementarios solo permitirán corroborar lo
sospechado clínicamente.
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