Coagulopatía de la enfermedad hepática crónica
Comentario: Prof. Alfredo Rovere.
La enfermedad
hepática crónica (EHC), particularmente en su etapa
terminal, se caracteriza por disminución de muchos
factores procoagulantes, con la notable excepción del
factor VIII y del factor von Willebrand que están
elevados, y hemorragia clínica. La disminución de
factores procoagulantes se acompaña de una disminución
de los factores anticoagulantes naturales, tales como la
antitrombina y la proteína C. En la Figura 1 del trabajo
de Tripodi y Manucci (1), se muestra el balance del
sistema de coagulación en condiciones fisiológicas. Pero
el significado mecanístico de la disminución paralela de
procoagulantes y anticoagulantes en la EHC no llamó la
atención por muchos años, y como consecuencia, la EHC es
considerada aún como ejemplo de los trastornos
hemorrágicos adquiridos.
Para evaluar el
riesgo de hemorragia en la EHC se han empleado
habitualmente los tests básicos de coagulación, tales
como el tiempo de protrombina y el tiempo parcial de
tromboplastina activada; sin embargo, los resultados de
estos tests están pobremente correlacionados los
procedimientos potencialmente hemorrágicos (por ejemplo,
latencia y duración de la hemorragia luego de la biopsia
hepática). Los resultados de estos tests también se
correlacionan pobremente con la producción de hemorragia
gastrointestinal, el prototipo de evento hemorrágico en
pacientes con EHC en etapa terminal.
Evidencia adicional
que argumenta contra la relevancia clínica de los
defectos de coagulación detectados con esos tests
convencionales, para determinar la tendencia hemorrágica
en pacientes con EHC, puede extraerse de la historia
natural del transplante hepático. En el pasado, este
procedimiento quirúrgico mayor requería transfusiones
masivas de plasma y otros derivados de la sangre para
corregir las marcadas anormalidades de los tests de
hemostasia (evaluaciones de la coagulación, plaquetas y
fibrinólisis), observadas tanto en el período pre y
postoperatorio. La necesidad de transfusiones ha
declinado considerablemente con el tiempo, no por un
cambio substancial en la medicación, sino más bien por
el perfeccionamiento del procedimiento quirúrgico.
Finalmente, y quizás
más importante, ensayos clínicos randomizados en
pacientes con EHC han mostrado que factores
procoagulantes potentes, como el factor VII activado
recombinante, fallan en controlar la hemorragia del
tracto intestinal superior, o la hemorragia durante el
trasplante hepático, aún cuando el tiempo de protrombina
postinfusión se acorte considerablemente.
En el texto, los
autores describen el importante rol de la trombomodulina
in vivo y su ausencia en la determinación del tiempo de
protrombina en el laboratorio. Sugieren que esto podría
explicar porque el tiempo de protrombina y los tests
relacionados no representan realmente el balance de la
coagulación in vivo y serían inadecuados para evaluar el
riesgo de hemorragia en un trastorno adquirido, como la
coagulopatía en la EHC. A su vez, analizan la evidencia
respecto al balance en el sistema hemostático en la EHC
(que involucra coagulación, plaquetas y fibrinólisis)
considerando los siguientes aspectos, cuya lectura es
interesante para comprender algunas medidas terapéuticas
usualmente empleadas sobre las que no hay evidencia de
efectividad, o incluso riesgos, errores en la
interpretación de algunos tests de laboratorio y las
conclusiones;
El sistema
hemostático en la EHC:
- Coagulación
- Plaquetas
- Fibrinólisis
Desequilibrio
procoagulante en la EHC
- Características
generales- Detección por laboratorio
Implicancias
clínicas posibles del desequilibrio procoagulante
- Trombosis venosa
periférica
- Trombosis arterial
- Trombosis de la
vena porta
- Fibrosis hepática
Indudablemente la
evaluación de la tendencia hemorrágica en la EHC solo
por los niveles anormales de los biomarcadores de
coagulación convencionales, debe ser reconsiderada.
Cuando los pacientes son evaluados por medio de tests
globales, tales como la generación de trombina los
resultados no muestran hipocoagulabilidad. Así los
principales responsables de la tendencia hemorrágica
observada en los pacientes con EHC terminal deben
buscarse entre las condiciones subyacentes que favorecen
la tendencia hemorrágica: hipertensión portal,
disfunción endotelial, desarrollo de sustancias
endógenas tipo heparina debido a infección bacteriana e
insuficiencia renal (Tabla 2).
Por otro lado, la
restauración del balance hemostático que ofrece la
concomitante reducción de factores coagulantes y
anticoagulantes, junto con un aumento de los niveles de
factor VIII, podrían explicar porque los pacientes con
EHC no están protegidos de trombosis venosas y
arteriales (Tabla 1). Esta aparente paradoja clínica
puede explicarse porque estos pacientes tienen un
desequilibrio procoagulante in vitro (debido a
resistencia a la trombomodulina), y a que su
trombocitopenia es compensada por un nivel plasmático
aumentado del factor von Willebrand. Debe comprenderse
que, aunque rebalanceado, el sistema de coagulación en
la EHC no es estable como el de una persona sana, que
tiene un exceso de factores procoagulantes y
anticoagulantes. La deficiencia relativa de esos dos
tipos de factores en la EHC hace que en estos pacientes
el balance hemostático sea frágil y pueda inclinarse
hacia la hemorragia ó hacia a la trombosis, dependiendo
de los factores de riesgo circunstanciales que
prevalezcan (Figura 2C).
Comentan en el texto
que el desequilibrio procoagulante in vitro de estos
pacientes, sugiere que podrían ser elegibles para
profilaxis antitrombótica cuando los mismos son
sometidos a cirugía mayor o a inmovilización prolongada,
noción que contradice la práctica clínica actual por la
cual los pacientes cirróticos a menudo no reciben o
reciben profilaxis subóptima, en razón del riesgo
percibido de hemorragia, aclarando sin embargo, que "Clinical
studies are needed to determine the appropriate care of
these patients." (es decir, se necesitan estudios
para determinar el manejo apropiado en estos casos).
Refiriéndose a la
trombosis de la arteria hepática tras el transplante
hepático, que empeora el pronóstico, entienden que la
detección temprana de esta complicación es importante.
Para determinar si la aspirina u otros agentes
antiplaquetarios están indicados en la profilaxis
primaria de esta complicación, se requeriría su
evaluación en ensayos clínicos.
Con respecto a la
trombosis de la vena porta, hacen un análisis sobre el
empleo de heparinas de bajo peso molecular y de
antagonistas de la vitamina K. Dicen que ofrecen un
tratamiento relativamente seguro, pero que es necesario
el tratamiento de las várices (sea con drogas
vasoactivas o con ligadura endoscópica) antes de iniciar
el tratamiento anticoagulante. Mencionan que están en
curso ensayos clínicos para determinar la eficacia de
esos anticoagulantes en la profilaxis de la trombosis de
la vena porta en pacientes que esperan transplante
hepático. Asimismo comentan que por su probable efecto
sobre la proteína C, los antagonistas de la vitamina K
quizás no serían los fármacos ideales. Sin embargo,
creen que sería necesario nuevos ensayos clínicos
especialmente diseñados para evaluar si dabigatran,
rivaroxaban ó apixaban pueden ser alternativas de los
antagonistas de la vitamina K.
En conclusión, la
revalorización de la hemostasis en pacientes con EHC
desafía el dogma de que la coagulopatía en estos
pacientes conduce consistentemente a la hemorragia.
Otros cambios que acompañan a la EHC pueden restaurar el
balance de efectos anticoagulantes y procoagulantes
(Figura 2C). En ciertas circunstancias el riesgo de
efectos trombóticos puede ser mayor que el riesgo de
hemorragia. Los autores especulan que ciertos fármacos a
menudo considerados contraindicados en pacientes con EHC
podrían en cambio ser beneficiosos y deberían ser
estudiados en ensayos clínicos apropiados.
Aldawood y cols
publicaron recientemente (2) un estudio de cohorte
retrospectivo en el que estudiaron la incidencia de
tromboembolismo venoso (VTE) y la práctica de la
profilaxis de la trombosis venosa profunda en pacientes
cirróticos hospitalizados. Lo hicieron en un hospital
terciario de enseñanza incluyendo 226 pacientes
cirróticos internados durante un año (2.009). Seis de
ellos presentaron VTE (2.7 %). Hallaron que el 76% de
los pacientes cirróticos no recibía profilaxis
farmacológica ni mecánica. En la discusión expresan que
como el tratamiento del VTE y su profilaxis se acompaña
de un riesgo aumentado de hemorragia, serían necesarios
estudios prospectivos multicéntricos adicionales,
conducidos para establecer los beneficios y los riesgos
de esta intervención.
Sensolo y cols (3)
plantean que las guías actuales sobre profilaxis
antitrombótica generalmente no incluyen específicamente
a la población cirrótica como resultado de la percepción
del riesgo de complicaciones hemorrágicas, agregando que
el paciente cirrótico no debe ser considerado un
paciente auto-anticoagulado. Por lo tanto, creen que
debería recomendarse tromboprofilaxis a estos pacientes,
al menos cuando están expuestos a condiciones de alto
riesgo para complicaciones trombóticas. Sostienen que
las heparinas de bajo peso molecular parecen ser
relativamente seguras en este tipo de enfermos, pero que
sin embargo, cuando existan importantes factores de
riesgo para una hemorragia, deberían considerarse las
medias de compresión graduada o la compresión neumática
intermitente.
Referencias
1. Tripodi A, Mannucci PM. The Coagulopathy of Chronic
Liver Disease. N Engl J Med 2011;365:147-56.
Link:
http://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMra1011170
2. Aldawood A, Arabi Y, Aljumah A, Alsaadi A, Rishu A,
Aldorzi H, Alqahtani S, Alsultan M, Felemban A. The
incidence of venous thromboembolism and practice of deep
venous thrombosis prophylaxis in hospitalized cirrhotic
patients. Thrombosis Journal 2011; 9: 1.
Link:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3033790/pdf/1477-9560-9-1.pdf
3. Senzolo M, Sartori MT, Lisman T.
Should we give thromboprophylaxis to patients with liver
cirrhosis and coagulopathy? HPB (Oxford)
2009;11(6):459–464.
Link:
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2756631/?tool=pubmed
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