La
medicina se aprende al lado del enfermo y no en el aula.
Mirar y razonar, comparar y controlar. Pero primero mirar.
Dos ojos no ven igual la misma cosa ni dos espejos reflejan la
misma imagen.
Permitid que la palabra sea vuestra esclava pero no vuestra
dueña.
Vivid en la clínica.
William Osler
El contacto
directo con el enfermo o con el hombre o la mujer que, en salud
requiere de nuestro consejo y asesoramiento, es imprescindible
para que nuestros estudiantes incorporen en forma indeleble
conocimientos, habilidades y actitudes. Los docentes, contra
lo que creen muchos, no tienen por función enseñar sino ayudar a
aprender (aprendiendo ellos mismos a su vez, en un proceso de
construcción permanente), y es así que mientras exista
alguien con deseos de aprender, alguien con deseos de ayudarlo a
acrecentar su conocimiento y tiempo disponible, casi cualquier
plan de estudio racionalmente concebido, tiene grandes
posibilidades de éxito. La relación personal entre docente y
alumno es de fundamental importancia y en tal sentido, la
nueva currícula que pone en marcha este año (2002) la Facultad de
Ciencias Médicas de la U.N.R., tiene en este punto, a mi
entender, su talón de Aquiles y su gran desafío: la plétora
estudiantil, que sobrepase la capacidad de nuestros hospitales y
centros de atención de salud de menor complejidad, puede
tornarse en un serio peligro para el desarrollo del plan.
Toda la
capacidad instalada edilicia y de recursos humanos y
tecnológicos deberán ponerse al servicio de la consecución de
los objetivos, incluso a través de convenios con instituciones
extrauniversitarias y con efectores de salud de jurisdicción
provincial y municipal en condiciones de aportar al proceso
educativo.
Esta propuesta
se basa en un verdadero cambio de paradigma. La currícula
que ha estado vigente en nuestra Facultad hasta el presente, ha
sido (con pequeñas modificaciones no esenciales) la misma que se
adoptó en 1920, cuando se creó la carrera en la Universidad
Nacional del Litoral. Sus lineamientos fundamentales se basaron
en la propuesta de Abraham Flexner (1866-1959), que
propusieron como elementos centrales el enfoque biologista,
basado en el individuo y en el contexto casi exclusivo del
hospital universitario. El modelo flexneriano estimula el
desarrollo y la enseñanza de las especialidades y
subespecialidades y desacredita la utilización de la práctica
ambulatoria con fines educativos. Esta visión es curiosa, ya
que la medicina que todos nosotros ejercemos a diario es
primordialmente ambulatoria, siendo el enfermo internado en un
hospital un aspecto claramente minoritario. Digo curiosa, porque
hasta hoy hemos centrado la formación de nuestros médicos mucho
más en los aspectos teóricos que en la práctica y mucho más en
la patología de internación que en la de consultorio.
La atención
primaria de la salud (objetivo central de la formación para la
nueva currícula, verdadero nuevo paradigma) es esencialmente
ambulatoria, esencialmente biopsicosocial y esencialmente
teórico-práctica, basada en las grandes áreas de la medicina y
no en las subespecialidades.
Nuestros
estudiantes deberán ser actores protagónicos de su formación. Se
estimulará la afición por el autodidactismo, por la búsqueda
bibliográfica, por la consulta a las bibliotecas tradicionales y
virtuales a través del uso de la moderna tecnología. Más que
acopiar conocimientos ordenados memorísticamente nuestros
estudiantes deberán ser expertos en dónde y cómo buscar, puesto
que ese será su mecanismo de actualización permanente luego de
graduados. Un médico que hoy ejerce la profesión luego de
diez años de graduado, utiliza en la práctica diaria con sus
pacientes, conocimientos que adquirió en aproximadamente un 70%
luego de su graduación. Se torna evidente que el objetivo no
debe ser que sepa lo último, sino que sepa cómo buscarlo para
resolver el problema que cada situación le presenta.
El docente tiene
un rol central pero distinto al que ha desempeñado hasta ahora.
No se espera de él que “dicte” una clase brillante sino que sepa
orientar y acompañar el proceso de aprendizaje, pero por sobre
todo, debe ser un modelo a imitar. Se ha dicho con acierto que
los educadores explicamos lo que sabemos pero enseñamos lo
que somos, y este aserto es algo que ningún docente debería
olvidar.
Estimular la
curiosidad, el cuestionamiento, la búsqueda es una técnica de un
valor superlativo. Ir del paciente al libro o a la revista
científica y volver al paciente, debe ser una práctica
profundamente introyectada por nuestros alumnos y no deberá ser
abandonada nunca más mientras ejerzan la medicina. El uso de
Internet y de toda la tecnología informática es una herramienta
de incalculable valor y debe ser incentivado pero sin olvidar
que es precisamente eso y no más: una herramienta. El libro
tradicional (médico y no médico) mantendrá una vigencia
inalterable en los tiempos por venir y debemos inducir a
nuestros alumnos a mantener con él una amistad sin fisuras.
Existe cierto tipo de conocimiento que sólo puede encontrarse en
los libros. No me refiero a la información de avanzada, de
extrema actualidad, a lo que salió publicado ayer y a lo que
accedemos por Internet. Hablo de otro conocimiento más profundo,
que requiere de una actitud reflexiva, crítica y de maduración.
Ése solamente está en los libros. Leer y releer, meditar y
profundizar es algo que sólo podemos hacer con un libro entre
las manos. Este es el tipo de conocimiento que a veces los
alumnos cuestionan por creer inútil, por no verle una clara
aplicación práctica. Creo importante hacerles comprender que el
saber no debe tener siempre una utilidad inmediata. Saber más
nos mejora como seres humanos, y en el caso particular de los
médicos, nos permite comprender mejor a nuestros semejantes que
acuden a nosotros en busca de ayuda. Para ilustrar este
concepto, vale la pena, recordar lo que refirió cierta vez Emile
Cioran: Mientras a Sócrates le preparaban la cicuta, él
intentaba aprender un aria para flauta. “¿De qué te servirá?”,
le preguntaron. Y respondió el filósofo: “Para saberla antes de
morir”.
Ubicación curricular de la Clínica Médica
La cátedra de
Clínica Médica (o de Medicina Interna) será para la nueva
currícula un área que contiene a todas las subáreas
específicas que como especialidades clínicas en ella se originan.
Debe tener dos objetivos formativos claramente distintos:
La formación de internistas es una meta para el postgrado. Para
los alumnos de grado, los conocimientos, las habilidades y las
actitudes a adquirir son aquéllas que los hagan capaces de
desempeñarse como idóneos médicos generales. La atención
primaria de la salud (no confundir primaria con superficial)
dentro de la cual desempeñarán su práctica fundamental, es la
que se ocupa de un primer nivel de complejidad en las cuatro
áreas básicas (Clínica Médica, Clínica Pediátrica, Clínica
Tocoginecológica y Clínica Quirúrgica), y es en ella que
deberán estar adecuadamente capacitados nuestros egresados.
Estas cuatro
grandes áreas forman parte del tercer ciclo de la carrera
(que se completa con algunas otras electivas). Este ciclo abarca
72 semanas de cursado (distribuidas en dos años lectivos),
correspondiendo 47 semanas a Clínica Médica.
Los alumnos
llegarán a él habiendo completado los dos primeros ciclos
y los contenidos de la denominada área instrumental, que
de manera transversal se cursarán a lo largo de ellos. Estos
contenidos instrumentales tendrán relación con: Inglés,
Informática y Metodología de la Investigación. Así, nuestros
estudiantes estarán en condiciones de leer e interpretar
literatura médica en inglés (más del 90% de las publicaciones
periódicas están escritas en ese idioma, y las que no lo están
tienen habitualmente resúmenes en inglés), utilizar los recursos
de la computación (un procesador de texto, una tabla y un
gráfico, una búsqueda en Internet) y plantear e interpretar un
diseño de investigación.
El primer
ciclo de la carrera (72 semanas de duración) generará
conocimientos relacionados con el ser humano sano en las
distintas etapas de la vida (niñez, adolescencia, adultez y
adultez mayor). Estos conocimientos tendrán que ver no solamente
con los aspectos del crecimiento y el desarrollo, la
nutrición, la sexualidad y la reproducción, sino también con
la interacción con el medio (inserción psicosocial), con
la problemática específica de cada edad y muy
particularmente con la problemática de género.
El segundo
ciclo (36 semanas), a desarrollarse en un año lectivo,
tendrá como objetivo central la prevención de la enfermedad
y para ello hará que el estudiante adquiera conocimientos
relacionados con los distintos tipos de injuria que
amenazan la salud y la vida. Tales injurias incluyen las
infecciones, los estilos de vida que suponen riesgo, el stress
psicosocial, etc. Asimismo, en este ciclo se generarán
conocimientos vinculados con la defensa ante la injuria y en ese
sentido, se estudiará el sistema inmune, su regulación
psiconeuroendócrina y los distintos mecanismos de defensa
desarrollados para hacer frente a la agresión. Durante este
ciclo, también se enfocará la problemática específica de cada
etapa de la vida y desde la perspectiva de género. Está también
previsto que el alumno tenga la posibilidad de profundizar sus
conocimientos en áreas de su preferencia (electivas).
En el tercer
ciclo de 72 semanas de duración (dos ciclos lectivos) se
ubica el área de Clínica Médica, junto a la otras tres
grandes áreas (Pediatría, Gineco-Obstetricia y Clínica
Quirúrgica) y a disciplinas electivas como en los ciclos
anteriores. Durante este ciclo, Clínica Médica se ocupará
especialmente de las enfermedades prevalentes y de que se
adquieran los conocimientos básicos en cuanto a detección y
tratamiento, que respondan al objetivo de formar un médico
general apto para ejercer la atención primaria de la salud. Se
establecerán claros y sólidos conceptos de fisiopatología,
criterios diagnósticos, formulación de problemas, indicación
racional de métodos complementarios (jerarquizando la relación
costo-beneficio), utilización criteriosa de métodos terapéuticos
no invasivos e invasivos (evaluando nuevamente costo-beneficio y
riesgo-beneficio) y manejo adecuado del medicamento
(conocimiento profundo de mecanismo de acción, indicaciones y
contraindicaciones, efectos indeseables, interacciones y costos).
Durante todo
este aprendizaje y con contenidos específicos, pero sobre todo
teniendo en cuenta lo actitudinal, se prestará atención
preferencial a toda la problemática de la relación
médico-paciente y a aspectos filosóficos del ejercicio
profesional. La filosofía de la práctica médica (iatrofilosofía)
es una rama relativamente nueva de la filosofía general y
constituye un área en permanente expansión que el estudiante y
el médico que se desempeña en la profesión deben conocer.
Diversos campos tienen que ver con ella: a) iatrológica
(relaciones lógicas entre teorías médicas y teorías
científicas), b) iatrosemántica (¿qué representan los
modelos teóricos en medicina?), c) iatrognoseología
(características del conocimiento médico), d)
iatrometodología (utilización de los métodos e indicadores
médicos en la investigación y en la práctica), e) iatro-ontología
(conceptos e hipótesis ontológicas inherentes a las doctrinas y
práctica médicas), f) iatroaxiología (estudio de los
valores: medios y fines en medicina), g) iatroética
(problemas morales de la investigación y de la práctica), h)
iatropraxiología (problemas generales que plantean la
práctica médica individual y la salud pública).
De las 72
semanas que abarca el tercer ciclo, corresponderán a Clínica
Médica, como quedó dicho, 47 semanas con una carga horaria
semanal de 20 horas y total de 940 horas. La currícula prevé
que el 35% de esta carga horaria esté asignada a contenidos
téoricos y el 65% a práctica, pero en realidad la metodología
pedagógica que se aplicará a lo largo de toda la carrera
(aprendizaje basado en la resolución de problemas reales o
imaginarios pero compatibles con la realidad), hará que toda la
carga horaria tenga un enfoque eminentemente teórico-práctico.
En el cuarto
ciclo de la carrera (Páctica Final), de un año de duración,
los alumnos accederán, con los conocimientos básicos ya
adquiridos en los tres ciclos precedentes (y deberán haber
completado los mismos), a un período de práctica en terreno
(internación, consultorios externos, áreas de emergencias
clínico-quirúrgicas, centros periféricos de salud) tutelada e
intensiva, en las cuatro áreas básicas, poniendo el acento en el
desarrollo de habilidades para el desarrollo profesional.
Calidad del proceso enseñanza – aprendizaje y evaluación
Sobre las bases
expuestas hasta aquí y con los fundamentos mencionados, debemos
ahora definir lo que
entendemos por calidad del aprendizaje de los estudiantes.
Es esclarecedor en tal sentido el capítulo
“Refocusing quality assessment on students learning” en Haworth
& Conrad: “Emblems of Quality in Higher Education”, 1997, Allyn
& Bacon. Nos referiremos en primer lugar al proceso en
general y luego a la evaluación de la consecución de los
objetivos específicos para la habilitación profesional.
Un proceso enseñanza –
aprendizaje considerado de calidad deberá tener:
1.
Docentes
diversos e involucrados: Capaces de dedicar tiempo y energía
suficiente a su función guía y de ofrecer diversas perspectivas
de participación a los estudiantes: exposiciones, discusiones,
talleres, etc. dentro y fuera de clase.
2.
Alumnos
diversos e involucrados: Imbuidos de su carácter de
protagonistas del proceso y no de simples depositarios de un
saber preconfigurado y absorbido pasivamente. Sentirán formar
parte de una “comunidad de aprendizaje” en donde estudiantes y
docentes enseñan y aprenden entre sí, casi como colegas.
3.
Líderes
(autoridades universitarias) involucrados: Consustanciados
con la metodología y proclives a brindar a docentes y alumnos
apoyatura institucional y recursos para optimizar los logros
educativos.
4.
Ambiente de
toma de riesgos: Capacidad de todos los actores del proceso
de cuestionar la ortodoxia y de proponer caminos, perspectivas y
enfoques alternativos.
5.
Diálogo
crítico: Desarrollo de la capacidad de sostener un diálogo
ordenado y mutuamente enriquecedor, examinando y cuestionando
los distintos supuestos y diferentes puntos de vista.
6.
Aprendizaje
integrado: Conexión del conocimiento teórico con la
aplicación a problemas, cuestiones y situaciones complejas del
mundo real.
7.
Orientación:
Los alumnos reciben orientación, pareceres y
retroalimentación individualizada de sus profesores por diversas
vías: trabajo cooperativo, reuniones formales e interacciones
informales.
8.
Productos
tangibles: Los alumnos son desafiados a extraer y conectar
principios, prácticas y habilidades que han aprendido a los
efectos de crear un producto valioso para su campo de acción y
para ellos mismos.
La evaluación de
los alumnos
Toda prueba de
competencia intelectual (y el examen tradicional lo es),
considerada de una manera aislada, puede tener un margen de
error importante. Varios factores ajenos a la estricta
capacitación pueden influir en el resultado: el estado de salud
física, el temor, la excitación nerviosa, inhibiciones o lagunas
mentales, etc. Sin embargo, los reiterados éxitos o fracasos de
un estudiante a lo largo de su carrera no pueden ser atribuidos
a la casualidad.
Si la relación
numérica docente – alumno es adecuada, de modo que permita un
contacto personal entre ambos protagonistas del proceso
enseñanza – aprendizaje, la evaluación continua es, sin duda, de
gran utilidad. El estudiante puede en este caso participar
de la valoración de sus fortalezas y debilidades y poner en
marcha estrategias de recuperación de aspectos deficitarios.
Esto es imposible cuando, como ha venido ocurriendo hasta ahora,
un docente se ve enfrentado con grupos de estudiantes
(comisiones) que superan con holgura la decena.
Sin desmedro de lo
antedicho, soy partidario de mantener algunas formas de
evaluaciones formales, parciales y final, con una orientación
claramente teórico – práctica, con pacientes y haciendo énfasis
en la resolución de problemas diagnósticos y terapéuticos,
examinando más que contenidos aislados, la capacidad de
desarrollar líneas coherentes de razonamiento clínico y de
búsqueda de soluciones. No creo que haya que eliminar
totalmente la sensación de stress. El stress emocional
acompañará al médico muchas veces en la toma de decisiones en su
práctica cotidiana y el alumno deberá aprender a manejarlo
dentro de límites razonables desde el pregrado. Lo que sí
debe ser totalmente eliminado de los procesos de valoración de
resultados es toda forma de exposición al ridículo y toda forma
de sanción, ya que esto sólo hará que el alumno esconda sus
flaquezas por temor y se vea impedido de corregirlas.
El Profesor
Titular deberá hacer una evaluación permanente de todo su
cuerpo docente y mantener reuniones periódicas con ellos
para reforzar los aspectos positivos y corregir errores, velando
así por mantener la calidad de la enseñanza. Asimismo,
permitirá e incentivará a los alumnos para que evalúen a sus
docentes individual y/o colectivamente, haciendo sugerencias
mejoradoras. Tales sugerencias serán siempre tenidas en
cuenta y llevadas a la práctica, en tanto y en cuanto sean
razonables y factibles.
Conclusión
Ingresamos al siglo
XXI con una situación angustiante de grave convulsión social y
política en diversas partes del mundo y muy en especial, en la
Argentina. Vivimos una crisis profunda de nuestra dirigencia que
se exhibe como carente de ideas, de proyecto sociopolítico y de
formación técnica. Adherimos a diversas recetas ofrecidas desde
el extranjero sin someterlas a ningún análisis crítico porque
carecemos de clase dirigente dotada de herramientas idóneas para
la reflexión crítica.
Ante este panorama,
sostengo que la única salida posible es realizar un esfuerzo
profundo con las miras puestas en el mediano y largo plazo, para
elevar sustancialmente el nivel educativo. Si como
sociedad no nos decidimos a hacer este esfuerzo, la dirigencia
argentina del futuro será indudablemente aun peor que la actual
y nuestra perspectiva como país más sombría que la de hoy.
Nuestro rol y nuestra responsabilidad como profesores
universitarios exigirá un claro y sostenido compromiso.
La medicina de los
años por venir requerirá de profesionales altamente capacitados
en lo técnico al mismo tiempo que en lo humanístico. Sólo así
podremos dar respuestas adecuadas a las necesidades de nuestra
sociedad. La Facultad de Ciencias Médicas de la U.N.R. inicia un
camino nuevo a través de una concepción curricular totalmente
modernizada. Será un camino no libre de dificultades y
tropiezos, pero sólo a través de un esfuerzo mancomunado de
todos los actores de la vida universitaria (en primer lugar de
nosotros, los profesores, pero también de las autoridades y muy
en especial de los estudiantes) podremos enfrentar el desafío,
en un contexto de absoluta honestidad intelectual y
despojados de todo dogmatismo.
Profesor Titular Dr.
Alcides A. Greca
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