Discusión del
caso clínico
Dra. Silvina Lema
Analizaremos el caso clínico de una mujer de 60 años con
diagnóstico desde hace 30 años de Enfermedad
poliquística renal y desde el año 2004 en hemodiálisis
por fístula arterio-venosa. Además presenta quistes
hepáticos y es diabética tipo II con tratamiento
higiénico dietético.
Consulta por dolor abdominal y fiebre y en los estudios
complementarios solicitados se encuentra una masa en
mediastino, paracardíaca derecha.
Por lo tanto estamos ante dos problemas: por un lado, una
complicación de la enfermedad renal poliquística y por
el otro, la presencia de un incidentaloma en mediastino.
Para comenzar vamos a definir a la Enfermedad renal
poliquística autosómica dominante como un proceso
hereditario caracterizado por el desarrollo progresivo
de numerosos quistes en ambos riñones que acaban
destruyendo el parénquima renal y produciendo
insuficiencia renal.
Es una enfermedad bastante frecuente con una prevalecía de 1
por cada 400 a 1000 nacidos vivos, de los cuales, menos
de la mitad de estos casos serán diagnosticados a lo
largo de la vida; por lo que es a menudo una entidad
clínicamente silente.
Sin embargo, constituye el 6% de las causas de enfermedad
renal terminal en España con similares estadísticas en
la Argentina.
El 90% se hereda en forma autosómica dominante y el 10%
restante se da por mutaciones espontáneas.
En la década de los 90, a través de la utilización de la
biología molecular, se pudo conocer las anormalidades
genéticas de esta enfermedad y se demostró que el 86% de
las familias presentan mutaciones en el gen PKD 1,
situado en el cromosoma 16p13.3, un 10% en el PKD 2, del
cromosoma 4q13-23 y para el resto estaría implicado el
gen PKD 3 que todavía no ha sido cartografiado.
Los genes PKD 1 y 2 codifican dos proteínas, la policistina 1
y 2, respectivamente, las cuales forman un complejo que
estaría implicado en las interacciones célula-célula y
célula-matriz, por lo tanto, sus mutaciones provocarían
defectos en estas interacciones que se traducirían en
alteraciones del crecimiento y diferenciación del
epitelio tubular, con la consecuente formación de
quistes. Además se cree que tanto los quistes como los
mediadores derivados de las células que los constituyen
contribuirían a la producción de lesión vascular,
inflamación y fibrosis intersticial.
Con respecto a las manifestaciones clínicas, esta enfermedad
puede hacerse sintomática a cualquier edad, pero es
frecuente que se exprese clínicamente entre los 30 y 40
años.
La mayoría tiene historia familiar; sin embargo, cuando
constituye el primer caso, puede corresponder al 10%
producido por mutaciones espontáneas, como se comentó
inicialmente.
Se puede presentar con dolor crónica en fosa lumbar por
efecto de masa, episodios de macro y/o micro hematuria,
nefrolitiasis o insuficiencia renal.
El diagnóstico se realiza generalmente por la presencia de
historia familiar positiva y ecografía renal.
Con respecto a la Enfermedad Renal Crónica Terminal (ERCT) a
la que lleva ésta enfermedad, generalmente se presenta
antes de los 60 años y entre un 35 a 45% estarán en
diálisis a dicha edad, mientras que más del 50% lo
estarán a los 70 años.
Sin embargo, últimamente la edad media de ERCT ha aumentado,
y esto se debe a un mayor control de la presión arterial
y al mayor uso de inhibidores de enzima convertidora de
angiotensina.
Por lo tanto en el curso de la enfermedad existen varios
factores de riesgo, algunos modificables o por lo menos
controlables y otros no. Los mismos son:
§
Edad
temprana del diagnóstico,
que implica un peor pronóstico.
§
Varón
(principalmente se observó en los portadores del PKD 1)
§
Genotipo
PKD 1 versus 2
(si bien
ninguno de los dos desórdenes son benignos, los
pacientes con el tipo 2 se enferman más tardíamente y
llegan a insuficiencia renal a edades más avanzadas).
§
Tasa de
crecimiento renal y de los quistes
(dicha tasa se asocia directamente con un descenso
rápido en el filtrado glomerular)
§
Proteinuria
§
Episodios de macrohematuria
§
Hipertensión
En cuánto al mecanismo que condicionaría la Insuficiencia
renal, se propone la compresión de los quistes sobre el
parénquima renal; sin embargo existe poca evidencia al
igual que a nivel hepático donde no existe disfunción,
por lo cual, existirían otros factores en juego.
Se ha observado en estudios histológicos de tejidos de
pacientes con ERCT de aparición temprana, que los
cambios se relacionan más con el desarrollo de
esclerosis vascular y fibrosis intersticial; dichos
cambios y su relación con los quistes, se desconocen,
pero se sospecha que podría existir una asociación, más
concretamente con los productos producidos por las
células que los forman.
Esta enfermedad, además presenta manifestaciones
extrarrenales que pueden clasificarse en dos grupos, por
un lado las quísticas, a nivel de hígado, páncreas,
bazo, útero y próstata y por otro lado, las no quísticas
cómo los aneurismas intracraneales, dentro de éste grupo
son los más frecuentes, tienen una incidencia del 4% en
adultos jóvenes, la misma aumenta con la edad, se
aconseja su búsqueda en los familiares y está indicado
el tratamiento quirúrgico, cuando son mayores de 7-10
milímetros. Otras manifestaciones no quísticas son los
divertículos colónicos, anomalías de las válvulas
cardíacas, hernia inguinal y de pared abdominal.
Ahora bien, nuestra paciente se presentó con dolor abdominal
en flanco derecho y fiebre, por lo cual podríamos estar
frente a una complicación de alguno de los quistes cómo:
Ø
Hemorragia: Se presenta con dolor agudo, ausencia de
disuria y fiebre; sin embargo a veces puede existir
leucocitosis y fiebre transitoria. El urocultivo es
negativo.
Como el cuadro de nuestra paciente no presenta estas
características podemos descartar este diagnóstico.
Ø
Infección: en éste punto, se plantea la posibilidad de
pielonefritis versus quiste renal infectado.
No pudiendo dejar de sospechar la infección del quiste
hepático, cuando el dolor se localiza en hipocondrio
derecho.
La Pielonefritis (al igual que en pacientes sin enfermedad
poliquística), es producida por gérmenes gram negativos
entéricos, se presenta con síntomas agudos como dolor
difuso en flanco, leucocitosis y urocultivo positivo.
El Quiste renal infectado, tiene síntomas insidiosos y en el
examen físico se observa un área de discreto dolor; el
sedimento urinario es normal, aunque a veces puede
existir piuria, la cual se presenta en el 45% de los
pacientes asintomáticos, debiendo considerarse la misma
en un contexto clínico adecuado. El urocultivo es
negativo.
En cuanto al Quiste hepático infectado, los mismos presentan
factores de riesgo tales cómo sexo femenino, ser mayor
de 50 años y estar en diálisis. Cursa sin alteraciones
en el hepatograma y ausencia de leucocitosis.
Para la pielonefritis, a pesar de tener clínica, no presenta
leucocitosis y principalmente el urocultivo es negativo,
sin embargo tuvo rápida respuesta al tratamiento
antibiótico con desaparición de la sintomatología.
Un diagnóstico posible puede ser el de quiste renal infectado
ya que se presentó con varios días de evolución, sin
embargo tiene imágenes negativas tanto por
ultrasonografía y tomografía computada (TC).
El
quiste hepático complicado, reúne varias características
y factores de riesgo para ser considerado cómo
diagnóstico probable. Además en la TC se observa un
quiste hepático que, si bien no refuerza con contraste,
presenta una hiperdensidad periférica mayor, en
comparación con los tejidos circundantes, compatible con
edema, pudiendo ser éste último un signo indirecto de
complicación.
Con respecto a la masa mediastinal, al analizar los posibles
diagnósticos, un dato orientador es su ubicación a
nivel del mediastino.
En nuestra paciente tenemos una masa cuyas características
por TC son: ubicación en seno cardiofrénico derecho, de
densidad homogénea, bordes netos, con coeficiente de
atenuación agua y que no refuerza con el contraste
endovenoso.
Por lo tanto los posibles diagnósticos diferenciales a
plantear son:
§
Quiste
pericardio celómico
§
Quiste
broncogénico,
generalmente se encuentra a nivel paratraqueal derecho o
carina y presentan en un 50% de los casos mayor
densidad.
§
Hematomas agudos o subagudos;
diagnóstico alejado en nuestra paciente ya que no tiene
antecedentes de traumatismo ni instrumentación.
§
Porción
del tracto gastrointestinal rellena de líquido
(Acalasia, Hernia de hiato, Divertículo esofágico); sin
embargo no se evidencia continuidad con el tubo
digestivo.
§
Derrame
pleural tabicado,
el cual debería haberse reabsorbido, ya que tenemos una
TC de un año previo, sin modificaciones en su tamaño.
Entonces, en función del razonamiento previo, considero que
el quiste pericardio celómico es el diagnóstico más
probable.
Para concluir, con respecto a este último punto analizado,
como la paciente se encuentra asintomática sugiero
seguimiento con imágenes.
En cuanto al aspecto infeccioso, inicialmente es difícil
diferenciar entre pielonefritis versus quiste renal
infectado, sin embargo la elección del tratamiento
antibiótico tendrá que tener como característica la
penetración a nivel de los quistes, por lo que deberán
ser liposolubles, tales cómo las fluoroquinolonas (ciprofloxacina)
o trimetoprim-sulfametoxazol.
La importancia del diagnóstico diferencial, se relaciona en
parte con la duración del tratamiento, ya que en el
quiste renal complicado es más prolongado (cuatro
semanas). Por lo tanto sugiero este último plan, ya que
nuestra paciente tiene un urocultivo negativo.
En cuánto a la terapéutica del quiste hepático, se requiere
drenaje percutáneo y antibióticoterapia por no menos de
cuatro a seis semanas.
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