Discusión del
caso clínico
Dra. Evelin Cera
Voy a discutir el caso de un paciente varón de 63 años,
con antecedente de poliquistosis, trasplantado renal de
donante cadavérico hace 17 años, en tratamiento
inmunosupresor con azatioprina, prednisona y
ciclosporina. Un mes previo comienza con lesiones
sobreelevadas, eritematovioláceas, algunas con costras y
úlceras con secreción serosa y componente infeccioso
sobreagregado que no mejoraron con 4 dosis de penicilina
benzatínica. De igual tiempo refiere astenia e hiporexia
marcadas. En las lesiones se aislaron estafilococo
aureus, inmunoflorescencia directa positiva para herpes
simple I y II y en la biopsia de piel cambios
compatibles con linfoma.
Con el antecedente de trasplante renal sumado al
hallazgo histopatológico voy a centrar mi discusión en
los desórdenes linfoproliferativos post-trasplante
(cuya sigla en inglés es PTLD que significa
Posttransplant Lymphoproliferative Disorders).
Esta es una entidad caracterizada por la proliferación
descontrolada de células B en el contexto de la
inmunosupresión post-trasplante tanto de órganos sólidos
como de médula ósea.
Los PTLD son una de las más serias y
fatales complicaciones en pacientes trasplantados con
inmunosupresión crónica, siendo una de las neoplasias
más comunes. La mayoría de los casos son Linfomas No
Hodgkin (LNH - 93%) originados en células B (87%),
aunque también existe proliferación anormal de células T
(13%) y de Natural Killer. En un 30-70% presentan
compromiso extranodal.
Con respecto a su fisiopatología, se trata de
proliferación de células B inducida por el VEB (Epstein
Barr virus) por la inmunosupresión.
El VEB es un herpes virus ADN linfotrópico que puede
causar dos tipos de infecciones en las células, una que
favorece la replicación viral y produce la lisis celular
y otra que introduce su genoma viral en las células B y
se replica con ellas permaneciendo en forma latente. En
este último caso la inmunosupresión requerida para
evitar el rechazo del trasplante haría disminuir la
función de los linfocitos T citotóxicos encargados de
destruir las células B infectadas por VEB, lo cual
favorecería su proliferación. Las proteínas latentes de
membrana inducidas por el VEB en las células B
infectadas actuarían como oncogenes.
En los trasplantes de órganos sólidos, las células B
anormales son originadas en el receptor (originadas en
el donante en el caso de trasplante de médula ósea) con
afectación multisistémica tras 6 años del trasplante. En
cambio cuando se originan del donante generalmente es
limitada al injerto, ocurre tras 5 meses del trasplante
y retrograda con la disminución de la inmunosupresión.
También han sido reportados casos no relacionados con el
VEB y se caracterizan por presentarse tardíamente (más
de 2 años post-trasplante), se relacionan más a
proliferación de células tipo No B, su incidencia
aumenta con el tiempo y son más agresivos.
Están descriptos 3 tipos:
1.
Linfoproliferación policlonal B benigna como una infección
tipo mononucleosis, 2-8 meses tras el trasplante (55%)
2.
Similar presentación con evidencia de transformación maligna
temprana, como anormalidades clonales citogenéticas y
enrarecimiento del gen de la inmunoglobulina (30%)
3.
Tumor sólido extranodal con proliferación de células B
monoclonales, con anormalidades citogenéticas malignas y
enrarecimiento del gen de inmunoglobulina (15%)
Su incidencia se duplicó en los últimos años siendo del
1% (30 a 50 veces más que en la población general). Esto
puede verse asociado a la mayor duración de los injertos
con mejores drogas inmunosupresoras, las cuales
disminuyen la incidencia de rechazo por un lado, pero
favorecen la aparición de infecciones y neoplasias en el
receptor. Además su frecuencia de aparición es mayor
dependiendo del grado de inmunosupresión requerida según
el órgano trasplantado. Por lo tanto se observa más
frecuentemente en injertos de intestino o multiorgánicos
(11-33%), seguido por pulmón (2-8%), cardíaco (2-10%),
hepático (2-8%) y por último renal (1-3%)
Dentro de los factores de riesgo encontramos:
·
Grado de inmunosupresión:
su incidencia es mayor durante el primer año
post-trasplante y para órganos que requieren mayor grado
de inmunosupresión para no ser rechazados. Más asociado
al uso de tacrolimus y ciclosporina
·
Infección por VEB y CMV:
mayor riesgo en donante positivo y receptor negativo. La
prevalencia en receptores seronegativos es 24 veces
mayor que en seropositivos en relación al VEB
·
Otros:
neoplasia pre-trasplante, menor compatibilidad, en niños
(asociado a serología negativa para VEB) y en caucásicos
El diagnóstico se realiza en pacientes con alta
sospecha clínica, aumento de la LDH y scan
corporal de cabeza a pelvis con TC o PET. Se debería
evaluar si es mono o policlonal, alteraciones
citológicas de malignidad y si se origina en donante o
receptor.
Con 2 de los siguientes, asociados a tumor linfoide
hacemos el diagnóstico de PTLD:
§
Disrupción de la arquitectura normal del tejido por proceso
linfoproliferativo
§
Presencia de poblaciones oligo o monoclonales determinadas
por marcadores celulares o virales
§
Infección de las células por VEB
En cuanto a las manifestaciones clínicas puede iniciarse
con síntomas inespecíficos como fiebre, astenia y
pérdida de peso. Más del 50% da masas extranodales en
tracto gastrointestinal, pulmón, piel, hepáticas, en el
SNC (20-25%) y en el injerto (20-25%). Puede ser causa
de fiebre de origen desconocido y simular un rechazo del
injerto. Otra manifestación que también puede servir
para monitorizar la
respuesta al tratamiento y predecir la aparición de este
trastorno es la presencia de gammapatía monoclonal (71%
en PTLD vs 27% en no PTLD).
Debido a los síntomas neurológicos agregados por el
paciente voy a hacer especial mención al compromiso
secundario del LNH en SNC (sistema nervioso
central).
Puede afectarlo a cualquier nivel por invasión directa,
compresión o síndrome paraneoplásico, es indicativo de
mal pronóstico y tiene alta tasa de recurrencias. Está
descrito que un 2-10% de los LNH agresivos presentarán
compromiso del SNC durante su evolución. Más
frecuentemente produce meningitis linfomatosa seguido
por compresión medular, metástasis intramedulares y por
último rara vez pueden manifestarse como masas
intracerebrales.
Existen factores de riesgo asociados a presencia de
compromiso del SNC en el LNH. Los 2 más relevantes son
el tipo histológico y el sitio primario de la afección,
siendo éstos últimos a nivel óseo, médula ósea, ganglios
retroperitoneales, testículos y linfoma cutáneo.
Otros factores asociados se relacionan con el Índice
Pronóstico Internacional como el estadio de Ann Arbor
III-IV, más de un sitio extranodal afectado, LDH >450,
albúmina baja (<3,5), en mayores de 60 años, performance
status mayor o igual a 2 y también incluyen la presencia
de síntomas B y un comportamiento agresivo del tumor.
En cuanto a la meningitis linfomatosa es el tipo
más común de manifestación neurológica.
Se manifiesta por alteración en el estado mental,
deterioro del sensorio, debilidad focal, cefalea, y
principalmente déficit en los pares craneales (80%) con
predilección por I, II, III, V, VI y VII. Raramente
cursan con convulsiones.
El diagnóstico se realiza con el análisis de LCR
(Líquido cefalorraquídeo) por punción lumbar previa TC
(tomografía computada) o RMI (resonancia magnética) con
contraste para descartar MOE que contraindiquen el
procedimiento y como parte de la estadificación.
En LCR puede encontrarse alta presión de apertura con
leve hipoglucorraquia e hiperproteinorraquia en el
análisis citofísicoquímico. El gold standard es
la citología del líquido, la cual debe repetirse
hasta 3 veces para aumentar el rédito diagnóstico, ya
que puede dar falsos negativos, por lo tanto debería
complementarse con citometría de flujo.
El tratamiento consiste en radioterapia local (si existe
efecto de masa) y quimioterapia intratecal con
citarabina o metotrexate junto a la quimioterapia
sistémica. La PCR (reacción de polimerasa en cadena)
positiva para VEB en LCR y la carga viral de VEB en
plasma o monocitos de sangre periférica son otros
métodos complementarios para evaluar afectación a este
nivel.
La enfermedad medular ocurre en 0,1-6,5% de los
casos y puede comprometer cuerpo vertebral, espacio
epidural y raramente la médula, produciendo en este
último caso debilidad o espasticidad y pérdida de
control de esfínteres.
Al tratamiento en estos casos se agrega el uso de
corticoides y radioterapia.
La medición de la carga viral para VEB es un dato más
para arribar al diagnóstico. La presencia de más de 1000
copias/100 microlt de plasma o de 500 copias/100.000
linfocitos tiene una especificidad del 100% y baja
sensibilidad para el diagnóstico de PTLD. Esto podría
relacionarse con la alta prevalencia en la población
adulta de tardía aparición de PTLD tipo T no asociado a
VEB.
Como diagnósticos diferenciales podemos mencionar:
·
Angiomatosis bacilar o enfermedad por arañazo de gato con
aislamiento de bartonella henselae en las lesiones o
presencia de IgM anti bartonella. La misma puede cursar
con similares lesiones y manifestaciones y remite con
tratamiento antimicrobiano.
·
Sarcoma de Kaposi
·
Tuberculosis
Como prevención de esta complicación post-trasplante, se
debería tratar de disminuir muy progresivamente y lo más
posible la inmunosupresión. En pacientes con alto riesgo
(donante positivo para VEB con receptor negativo) se
puede realizar ganciclovir EV por 100 días
post-trasplante. En caso de bajo riesgo (donante y
receptor positivos para VEB, donante negativo con
receptor positivo o negativo para VEB) se puede realizar
ganciclovir EV sólo durante la hospitalización
post-trasplante y luego continuar con aciclovir
40mg/kg/día VO.
El tratamiento en el caso de enfermedad policlonal
(tipos I y II) se basa en la disminución de la
inmunosupresión y el tratamiento antiviral. La
disminución del tratamiento inmunosupresor tiene una
respuesta del 63% a las 3,6 semanas y presenta menos
beneficios cuando aparece tardíamente al trasplante.
Debe disminuirse la prednisona a dosis de mantenimiento
(10 mg/día), reducir 50% la dosis de ciclosporina o
tacrolimus y suspender la azatioprina y el micofenolato,
si luego de 2 semanas no se observa respuesta, se puede
disminuir otro 50% las dosis de estas drogas con el
riesgo de rechazo del injerto. Si no hubiera respuesta
debe recurrirse a quimioterapia.
En cuanto al tratamiento antiviral no hay consenso entre
la utilización de aciclovir o ganciclovir y tampoco hay
evidencia acerca de la eficacia del mismo. Se postuló la
utilización de ganciclovir con arginina butirato por 3
semanas. Podrían ser efectivos contra la replicación
viral pero no en la infección latente que es la forma
predominante en esta enfermedad
Si se trata de linfomas malignos monoclonales se aplican
las medidas anteriores y además requieren el empleo de
quimioterapia. Pueden utilizarse anti CD20 como el
rituximab con una tasa de respuesta de 44%, la cual
puede evaluarse con determinaciones de los niveles de
LDH y la carga viral para VEB, que en estos casos tiende
a aumentar tras la lisis de las células B infectadas y
la liberación del ADN viral.
La quimioterapia convencional incluye el esquema CHOP
(ciclofosfamida, doxorrubicina, vincristina y
prednisona) con una respuesta de aproximadamente el 70%.
Durante la misma debe suspenderse el tratamiento
inmunosupresor con el consiguiente riesgo de rechazo del
injerto.
La radioterapia puede utilizarse como adyuvante en la
afectación del SNC o enfermedad localizada.
Otra terapéutica disponible es el IFN alfa por su
actividad antiviral (5.000.000 U 3 veces por semana por
3 semanas). Sólo hay descriptos reportes de casos y en
pacientes con trasplante renal puede promover el rechazo
agudo irreversible, el cual es menos probable tras mayor
tiempo post-trasplante.
La rapamicina puede utilizarse como inmunosupresor ya
que además de prevenir el rechazo tiene propiedades
antiproliferativas de células B (no serviría en linfomas
tipo T)
Otras estrategias terapéuticas son la inmunoglobulina
EV, la IL2 específica para VEB (puede precipitar
rechazo) y la fotoquimioterapia con irradiación
ultravioleta extracorpórea.
El pronóstico variará de acuerdo a la clonalidad y la
extensión de la enfermedad con una sobrevida de 25-35%.
En los tumores monoclonales la mortalidad asciende al
80% y los tipo T tienen muy pobre pronóstico.
Existen factores de mal pronóstico cómo:
v
Mayores de 60 años
v
LDH aumentada
v
Performance status mayor o igual a 2 (escala que evalúa
actividad del paciente)
v
Extensión según clasificación de Ann Arbor III o IV
v
Más de un sitio de compromiso extranodal
Como conclusión a favor de esta patología en nuestro
paciente tenemos que se trata de un paciente
trasplantado, inmunosuprimido, con biopsia cutánea
compatible con linfoma, con crecimiento agresivo (en un
mes se extendió a miembro inferior contralateral y piel
de región cervical), además el hisopado de las lesiones
fueron positivas para Herpes simple. Con respecto a esto
último podríamos inferir que se trata de una reacción
cruzada con el VEB, aunque no tenemos evidencia
bibliográfica de ello, o que fuera una sobreinfección de
las lesiones en el contexto de la inmunosupresión. Con
respecto al deterioro del sensorio agregado durante la
internación se puede interpretar como secundario a la
sepsis intrahospitalaria con focos probables urinario y
pulmonar por lo cual se encuentra en tratamiento con
Cefepime actualmente. Otra explicación podría ser el
compromiso del linfoma en SNC debido a que además se
asoció a paresia facial central, con pérdida de control
de esfínteres y que mejoró significativamente tras la
primera dosis de Dexametasona utilizado como reductor de
masa tumoral en estos casos.
En contra de esta patología tenemos que no presenta
evidencia de masa en otro órgano de la economía, aunque
se halló derrame pleural bilateral que podría
interpretarse como secundario a infiltración linfomatosa.
La PCR negativa en LCR sería un dato en contra del
compromiso del SNC y puede considerarse que la aparición
es tras 17 años del trasplante (tardío). Sin embargo, no
es indispensable que se cuente con los hallazgos
anteriormente mencionados para descartar esta patología
por lo cual considero al PTLD un diagnóstico
altamente probable en nuestro paciente. Si tenemos en
cuenta las características presentadas en este caso
podría tratarse de un linfoma tipo T que podría no estar
asociado a la infección por VEB y podría ser o no
monoclonal lo cual aún queda por definir con los
exámenes complementarios pendientes.
Como conductas a seguir planteo:
·
Mantener esquema inmunosupresor con sirolimus y prednisona de
mantenimiento
·
Vigilancia estrecha del agregado de nuevas infecciones
intrahospitalarias
·
En caso de sospecha, anribióticos de amplio espectro para
luego adecuar según cultivos
·
Continuar con aciclovir por lo menos hasta cumplir 3 semanas
VO
·
Inmunomarcación de la biopsia de piel
·
Evaluar compromiso de médula ósea y SNC
· Quimioterapia durante la cual se suspenderán inmunosupresores
(sistémica como intratecal)
·
Control de probable rechazo y ante la sospecha, biopsia del
injerto
Bibliografía:
1)
Friedberg, J; Jessup, M; Brennan, D.
“Lymphoproliferative disorders following solid organ
transplantation”. En: Up To Date, Rose, BD(Ed), Up To
Date, 2008
2)
Norden, A; Hochberg, E; Hochberg, F. “Secondary
involvement of the central nervous system
bynon-Hodgkin`s lymphoma”. En: Up To Date, Rose, BD(Ed),
Up To Date, 2008
3)
Dharnidharka, V.
“Posttransplant Lymphoproliferative disease”. Abril
2008, publicación virtual en
www.emedicine.com
4)
Scheinfeld, N; Zimbler, M. “Posttransplantation
Lymphoproliferative Disorders”. Julio 2008, publicación
virtual en www.emedicine.com
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