Discusión del
caso clínico
Dra. Victoria Ferretti
Se discute el caso de un paciente varón de 56 años, ex
tabaquista, con historia de 2 años de cambios en el
hábito evacuatorio, que se interna por cuadro de 20 días
de astenia, pérdida de peso, fiebre; constatándose en el
examen físico un soplo cardíaco, hepatoesplenomegalia y
en el laboratorio anemia, leucocitosis, VES elevada,
colestasis y una vegetación aórtica en el
ecocardiograma.
Considero que nuestro paciente presenta un síndrome
febril prolongado, asociado a colestasis y la presencia
de vegetaciones aórticas.
De esta manera, resulta difícil discernir si puede una
única enfermedad explicar las alteraciones del paciente,
o si estamos ante más de una enfermedad. También resulta
difícil identificar si el problema primario de nuestro
paciente se encuentra a nivel cardíaco o a nivel
hepático. Si planteásemos el problema a partir del foco
endocárdico deberíamos hacer referencia a la
endocarditis infecciosa y a la marántica. Si el problema
fuera primariamente hepático, deberíamos considerar las
causas de colestasis que pudieran explicar el cuadro de
nuestro paciente.
Comenzando entonces con la endocarditis infecciosa,
sabemos que se debe a la proliferación de
microorganismos, plaquetas y fibrina a nivel del
endotelio cardíaco, con la consiguiente formación de
vegetaciones. Las válvulas más frecuentemente
involucradas son la aórtica y la mitral. Los
microorganismos involucrados son múltiples, y guardan
relación con la evolución de la enfermedad. Los más
frecuentes en nuestro medio son el S. aureus, S.
viridans, enterococo, bacilos Gram negativos, grupo
HACEK y cándida.
Las manifestaciones clínicas son variadas. Nuestro
paciente presentaba fiebre, astenia, pérdida de peso,
hiporexia, soplo cardíaco, esplenomegalia, anemia,
leucocitosis, hematuria, VES elevada.
Para arribar al diagnóstico de endocarditis infecciosa
contamos con criterios diagnósticos (de Duke). Los
criterios mayores son la demostración del microorganismo
responsable en los hemocultivos y la evidencia de
afección endocárdica, sea por la presencia de
vegetaciones o bien por la aparición de un soplo nuevo,
o la exacerbación de un soplo previo. Los criterios
menores son la presencia de fiebre, cardiopatía
predisponerte o drogadicción endovenosa, fenómenos
vasculares o inmunitarios y datos microbiológicos. Para
el diagnóstico se requieren 2 criterios mayores, 1 mayor
y 3 menores ó bien los 5 criterios menores. Nuestro
paciente no cumple los criterios por lo cual no podemos
confirmar esta entidad.
Debe tenerse en cuenta que hasta en un 15% de los casos
los hemocultivos son negativos. La endocarditis
infecciosa con hemocultivos negativos se define como
aquélla en la cual por lo menos 3 pares de hemocultivos
son negativos luego de 7 días de incubación. Esto puede
deberse a una mala técnica de extracción o
microbiológica, a la presencia de microorganismos de
crecimiento lento o fastidioso, como los del grupo HACEK
o la Coxiella Burnetti y la Bartonella Quintana. La
presencia de hemocultivos negativos es más frecuente en
países en vías de desarrollo.
De estos microorganismos se ha visto en diferentes
trabajos que el más frecuente es la Coxiella Burnetti.
Este germen es responsable de la Fiebre Q, que es una
zoonosis de distribución mundial, con diferencias
epidemiológicas que dependen de la zona geográfica. Se
caracteriza por afectar múltiples órganos de la
economía, siendo la endocarditis la entidad más seria y
fatal. La endocarditis suele presentarse en aquéllos
enfermos con patología valvular preexistente y las
manifestaciones clínicas son fiebre, pérdida de peso,
anorexia, astenia, esplenomegalia, hepatitis
granulomatosa, hematuria microscópica, anemia, VES
elevada e hipergammaglobulinemia. Para el diagnóstico se
requiere la confirmación serológica o del aislamiento
del microorganismo en los tejidos, debido a que de
confirmarse la etiología debe realizarse tratamiento por
18 meses con hidroxicloroquina y doxiciclina, con
posterior control clínico y serológico.
Los microorganismos del grupo HACEK (Haemophilus
aphrophilus; Actinobacillus actinomycetemcomitans;
Cardiobacterium hominis; Eikenella corrodens; Kingella
kingae), se incuban en alrededor de 5 días. También se
requiere la confirmación serológica para el diagnóstico;
el tratamiento se realiza con ceftriaxona, ampicilina
más sulbactam o ampicilina más gentamicina por 4
semanas.
¿Pero cómo explicaríamos la afección hepática en una
endocarditis infecciosa? Podría tener nuestro paciente
un hígado de sepsis? En la sepsis el hígado se ve
afectado por diversos mecanismos: aumento de la
producción de radicales libres, aumento del consumo de
oxígeno por el hígado, disminución del flujo, citocinas
y embolias leucocitarias. Todo esto evoluciona a la
disfunción hepática, que se refleja a nivel del
laboratorio con elevación de la bilirrubina, que no es
el caso de nuestro paciente, por lo tanto no considero
que se trate de un hígado de sepsis.
Entonces, a favor de endocarditis infecciosa tenemos la
fiebre, hiporexia, pérdida de peso, astenia, soplo,
esplenomegalia, leucocitosis, anemia, VES elevada,
hematuria, vegetaciones y la mejoría de la fiebre con
los antibióticos. En contra tenemos que los hemocultivos
son negativos y no podríamos explicar la colestasis. Sin
embargo considero que no podemos descartar la presencia
de una endocarditis infecciosa.
Otra de las formas, aunque más alejada, de explicar la
patología hepática asociada a una endocarditis
infecciosa, teniendo en cuenta la colestasis, tiempos de
coagulación prolongados, albúmina y colinesterasa bajas
y el hígado heterogéneo en las imágenes, sería la
hepatopatía crónica. Sin embargo, nuestro paciente
no es etilista y las serologías de las hepatitis virales
son negativas, dejando la etiología criptogenética como
una probabilidad, la cual considero alejada.
Y recordando el antecedente de alteraciones en el hábito
evacuatorio y el hábito tabáquico, debe plantearse la
posibilidad de una neoplasia gastrointestinal,
principalmente de colon. Y en asociación a una
neoplasia, planteo la posibilidad de una endocarditis
marántica, la cual se debe a agregados de plaquetas
a nivel de las válvulas cardíacas, sin proliferación de
microorganismos. Esta entidad se ve frecuentemente en
neoplasias avanzadas, principalmente adenocarcinomas y
es frecuente en neoplasias digestivas. Se afectan con
mayor frecuencia la válvula aórtica y la mitral. El
mecanismo de lesión endotelial está mediado por
citocinas. En caso de confirmación diagnóstica y de
constatarse embolizaciones sistémicas o pulmonares, está
indicada la anticoagulación endovenosa. A pesar de la
rareza de esta entidad, considero que no puede
descartarse en este paciente, hasta no descartar la
presencia de una neoplasia digestiva.
Entrando ahora en las manifestaciones hepáticas,
teniendo en cuenta la elevación de la fosfatasa alcalina
y de la gammaglutamiltranspeptidasa como datos
orientadores, debemos plantearnos fundamentalmente las
enfermedades colestáticas e infiltrativas. Dentro de las
colestáticas, considero importante destacar las
neoplasias de la vía biliar o de los ganglios hiliares y
dentro de las infiltrativas la tuberculosis y las
metástasis hepáticas.
Comenzando con la tuberculosis, sabemos que es
una enfermedad sistémica, crónica, muy frecuente en
nuestro medio, que en un 33% de los casos se presenta
con afección extrapulmonar. Es la micobacteria que con
mayor frecuencia afecta al hígado, pudiendo comprometer
toda la vía biliar. En caso de comprometer al hígado, lo
hace en forma de una hepatitis granulomatosa. Sin
embargo, la tuberculosis es rara como causa de
colestasis. Para el diagnóstico se requiere la
confirmación microbiológica, mediante biopsia hepática.
Clínicamente se manifiesta con fiebre, pérdida de peso,
hepatoesplenomegalia y colestasis. En nuestro paciente
me resulta difícil explicar la presencia de vegetaciones
asociadas a una tuberculosis, como así también la
mejoría con los antibióticos. Esto sumado a que presenta
una radiografía de tórax normal, hacen de la
tuberculosis un diagnóstico alejado en nuestro paciente.
En cuanto a las metástasis hepáticas, son
planteadas debido a la fiebre, pérdida de peso, anemia,
VES elevada, colestasis y a la alteración del hábito
evacuatorio, lo cual nos podría hacer pensar en una
neoplasia digestiva. Sin embargo, no podríamos explicar
tampoco las vegetaciones cardíacas, a no ser que se
acompañe de una endocarditis marántica. Tampoco
podríamos explicar la mejoría del paciente con
antibióticos. A su vez, las imágenes no son compatibles
con metástasis hepáticas, lo cual hace que esta entidad
sea improbable en nuestro paciente.
Con respecto a las neoplasias digestivas, el
colangiocarcinoma es un adenocarcinoma originado en
el epitelio de los conductos biliares. Constituye el 10
– 20% de las neoplasias hepáticas malignas. Afecta a
ambos sexos por igual, alrededor de la 6ta década.
Existe riesgo aumentado en pacientes con antecedente de
colangitis esclerosante primaria, enfermedad de Caroli o
colitis ulcerosa. Es de muy mal pronóstico. Se
clasifican en intrahepáticos, perihiliares y
extrahepáticos. La forma de presentación clínica más
frecuente es con dolor abdominal, fiebre, prurito y
pérdida de peso. Más raramente en forma de colangitis.
Al examen se constata hepatoesplenomegalia, ictericia,
puede palparse una masa en hipocondrio derecho y
colestasis. Cuando son intrahepáticos (menos del 10%)
generalmente no cursan con ictericia. En el 50% de los
casos, al momento del diagnóstico se encuentran
metástasis, principalmente ganglionares, pulmonares u
óseas. Para arribar al diagnóstico se requiere de la
clínica, imágenes, marcadores tumorales e histología. La
ecografía puede mostrar masas hepáticas, dilatación de
la vía biliar cuando es mayor a 6 mm, mediante doppler
evaluar el hilio hepático (en cirróticos tiene baja
sensibilidad). En cuanto a los marcadores tumorales,
tanto el CEA y el CA 19-9 presentan una sensibilidad
cercana al 70%, por lo cual al ser negativos alejan la
posibilidad de una neoplasia de vía biliar pero no la
descartan. Para algunos autores la suma de ambos
marcadores tumorales aumenta la sensibilidad. La
tomografía computada puede mostrar hipodensidad
perihiliar, que es característico de esta entidad, como
así también atrofia del segmento ipsilateral e
hipertrofia del contralateral, como impresionaba verse
en nuestro paciente. La colangiopancreatografia
endoscópica retrógrada (CPER) es de mayor sensibilidad
para evaluar la vía biliar, de manera tal que demuestra
el sitio preciso de la obstrucción y permite a su vez la
toma de biopsia si fuera necesario. A nivel de la
obstrucción suele verse una interrupción abrupta del
contraste e irregularidad del conducto. En nuestro
paciente no existe concordancia en cuanto a las imágenes
observadas en la tomografía y la colangiografía, donde
parecería observarse una leve estenosis simétrica del
conducto hepático común, con falta de visualización
completa de la vía biliar derecha. En caso de dudas
diagnósticas puede recurrirse a la RMI, la cual puede
discernir mejor la arquitectura hepática y el hilio
hepático.
A favor para colangiocarcinoma tenemos la fiebre,
astenia, hiporexia, pérdida de peso, colestasis, anemia,
VES elevada y las imágenes topográficas. En contra los
marcadores tumorales normales, que como dijimos no
descartan la enfermedad. La mejoría de la fiebre podría
explicarse tal vez debido a un proceso infeccioso
intercurrente, probablemente por cierto grado de
colestasis y colangitis. Y las vegetaciones aórticas
podrían corresponder a un hallazgo, o bien formar parte
de una endocarditis marántica en este contexto. Por lo
tanto considero que un colangiocarcinoma es un
diagnóstico probable.
Con respecto al carcinoma de vesícula, es la
neoplasia más frecuente de las vías biliares que afecta
más frecuentemente a mujeres de 70 años de edad. Existe
mayor riesgo en pacientes con vesícula escleroatrófica,
como parecía verse en nuestro paciente. Debido a la
falta de semiología precisa, el diagnóstico suele
realizarse en forma tardía, consecuentemente el
pronóstico es malo. Suele presentarse con dolor
abdominal, ictericia, una masa palpable en hipocondrio
derecho, colestasis y CA 19-9 elevado. En los métodos
por imágenes se visualiza obstrucción a nivel de la vía
biliar extrahepática. Considero que a favor tenemos la
fiebre, pérdida de peso, colestasis, anemia, VES elevada
y la imagen tomográfica que podría ser compatible. En
contra, al igual que para el colangiocarcinoma, tanto
las vegetaciones aórticas como la mejoría con
antibióticos.
Como conclusión, me ha resultado difícil lograr
discernir si estamos ante una única enfermedad o más de
una enfermedad. Sin embargo, me arriesgaría a pensar que
el problema primario de nuestro paciente se encuentra a
nivel hepático. Si consideramos que estamos ante una
única enfermedad, esta podría ser una neoplasia de la
vía biliar, que justifique la presencia de fiebre,
pérdida de peso, hiporexia, hepatoesplenomegalia,
anemia, colestasis y VES elevada. Explicaría las
vegetaciones como un hallazgo o bien como una
endocarditis marántica asociada y la mejoría con
antibióticos debido a cierto grado de colangitis. Más
alejada vería la posibilidad de más de una enfermedad,
como ser la endocarditis infecciosa asociada a una
neoplasia de vía biliar o bien a una hepatopatía
crónica.
Sugiero como conducta; en cuanto a la neoplasia de vía
biliar, realizar una ecografía doppler hepática y una
RMN en vista de que los métodos por imágenes realizados
hasta el momento no son concluyentes.
Con respecto a la endocarditis infecciosa, continuaría
con el mismo plan antibiótico por 4 a 6 semanas y
realizaría un ecocardiograma transesofágico para
confirmar la presencia de las vegetaciones.
En segundo plano realizaría una laparoscopía si
continuásemos con incertidumbre de la patología biliar y
una colonoscopía para descartar una neoplasia colónica.
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Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 23 de octubre de 2008, a cargo de la
Dra. Victoria Ferretti. |
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