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Seminario central del
4 de diciembre
de 2008

 

Mujer de 24 años con lumbalgia, pérdida de peso y dispepsia

 

Presenta:

Dr. Mauro Tortolo

Discute:

Dr. Eduardo González

Coordina:

Prof. Dr. Alcides Greca



 

     
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Discusión del caso clínico

Dr. Eduardo González
 

Se discute  el caso de una paciente mujer de 24 años, que consulta por lumbalgia, distensión y dolor abdominal, pérdida de peso, encontrándose en los estudios complementarios una masa pélvica con células en anillo de sello en la anatomía patológica por aspirado y mediante videoendoscopia digestiva alta una úlcera gástrica con aspecto atípico a la macroscopía, y que durante la internación presentó clínica compatible con síndromes radicular y meníngeo.

Como datos guías para esta discusión, voy a plantear para el inicio los tumores gástricos malignos y los tumores ováricos.

Cáncer de Estómago

El cáncer de estómago es uno de los tumores más comunes. La mayoría tienen una enfermedad sintomática e incurable al momento del diagnóstico; del total, el 50 % tienen extensión metastásica y sólo en la mitad de los que tienen enfermedad locorregional se puede intentar una cirugía curativa. Su incidencia varía según la región geográfica, siendo la misma alta en  América latina, China, Serbia, Finlandia y Rusia. El patrón histológico se ha modificado con los años, con disminución de la incidencia del tipo intestinal, pudiendo esto relacionarse con la mejor conservación de los alimentos.

La mayoría de los tumores gástricos malignos son adenocarcinomas. Éstos pueden dividirse (Clasificación de Laurent) en:

TIPO DIFUSO

          Células en anillo de sello o formas no diferenciadas

          Infiltrativo

          Pacientes jóvenes (mujeres)

          Peor pronóstico

          No asociado a lesiones precancerosas

 

TIPO INTESTINAL

          Varios tipos histológicos

          Expansivo

          Pacientes mayores (hombres)

          Mejor pronóstico

          Asociado a gastritis crónica atrófica, displasia y metaplasia intestinal

El resto se componen por linfomas, tumores estromales y leiomiosarcomas.

Las vías de diseminación del cáncer gástrico son por extensión local, por vía linfática y peritoneal (explicando estas dos la diseminación a ganglios, ovario, región periumbilical y fondo de saco peritoneal) y por vía hematógena.

Las manifestaciones clínicas más frecuentes son pérdida de peso, dolor abdominal  (epigástrico, urente al inicio, lancinante en estadios finales), disfagia, saciedad precoz y náuseas. Pueden observarse además sangrado gastrointestinal oculto, síndrome tipo pseudoacalasia, masa abdominal palpable y adenopatías supraclavicular y axilar izquierdas (denominadas de Virchow e Irish respectivamente).

El diagnóstico se fundamenta en la videoencospia digestiva alta, la que permite, además de visualizar la lesión sospechosa, tomar muestras biopsias. Otro estudio que puede realizarse son las radiografías baritadas, que a pesar de tener una alta tasa de falsos negativos tienen una utilidad importante en los casos de linitis plástica (debido a la falta de distensibilidad que se evidencia en la pared, no pasible de visualizarse a la simple inspección).

Para la estadificación de cáncer de estómago son necesarias una tomografía de abdomen y pelvis (definición de invasión locorregional) e imágenes de tórax (Radiografía o Tomografía computada). La ecografía endoscópica tiene su utilidad en definir el grado de invasión de la pared gástrica. Cabe mencionar que la laparoscopia puede utilizarse previa a la cirugía para definir la presencia o ausencia de metástasis peritoneales no evidenciables por las otras metodologías.

El tratamiento debe dividirse según la extensión de la enfermedad. Para aquellos con enfermedad localizada, la cirugía es la única terapéutica que puede lograr la curación. Como tratamiento adyuvante, la radioterapia y quimioterapia juegan un rol no decisivo pero importante. En cambio, para aquellos pacientes con enfermedad avanzada se reserva la quimioterapia (basada en esquemas con 5FU) cuando la enfermedad es manifiesta (no se recomienda iniciar antes debido a que no eleva en demasía la sobrevida y si perjudica la calidad de vida).

Tumores malignos de ovario

Los mismos se dividen en epiteliales, estromales,  germinales y metastásicos. Considerando la histología de la masa ovárica (adenocarcinoma con células en anillo de sello) y la sospecha de una neoplasia gástrica, creo que estamos en presencia de una metástasis de un cáncer gástrico en el ovario. Esta relación fue descripta en el año 1896, denominándose a la metástasis a nivel ovárico como Tumor de Krukenberg.

El tumor de Krukenberg representa solamente el 1 -2 % de los tumores ováricos. Se origina fundamentalmente en el tubo digestivo: estómago (70 %), colon y apéndice. A su vez, se han descripto en tumores de mama, vesícula biliar, páncreas, intestino delgado, ampolla de Vater, cérvix y vejiga.

 

Los mecanismos de diseminación desde el estómago hacia el ovario son discutidos; se plantean dos tipos diferentes: el primero, la diseminación linfática retrógrada, avalado por la infiltración linfática del hilio y la corteza a nivel ovárico, metástasis con neoplasias gástricas confinadas a la mucosa y submucosa, aumento del riesgo de MTS con el aumento del número de ganglios linfáticos afectados y la ausencia de afectación peritoneal y de adherencias o infiltración local. El segundo  mecanismo propuesto es el de la diseminación peritoneal.

La edad media de presentación es de 45 años, siendo los síntomas más frecuentes dolor y  distensión abdominal, síntomas gastrointestinales inespecíficos, virilización, ascitis y masas ováricas bilaterales (80%).

Respecto a los marcadores tumorales y el Krukenberg, se ha planteado la utilidad del Ag de glicoproteína CA 125 en el seguimiento post resección del tumor ovárico y en la detección temprana de MTS en aquellos con historia de adenocarcinomas primarios (en especial gastrointestinal).

Respecto al pronóstico, la sobrevida media es de 14 meses;  la misma aumenta con la resección del tumor primario previa a la del ovárico y disminuye con la resección del tumor ovárico previa o simultánea a la del primario, con el tumor primario desconocido, que el  origen sea gástrico y que existan metástasis en otros sitios.

El tratamiento se basa en cirugía, que tiene efecto en la sobrevida solo si la enfermedad metastásica está limitada al ovario. La radioterapia y la quimioterapia no tienen influencias importantes en la sobrevida. Se ha planteado la consideración de la ooforectomía bilateral profiláctica al momento de la resección de un tumor gastrointestinal.

Lumbalgia

Un síntoma de elevada frecuencia que presentó nuestra paciente al inicio de la enfermedad fue la lumbalgia. Si bien la mayoría de las causas radican en la etiología mecánica no deben olvidarse las otras, destacándose entre ellas las neoplasias malignas y las infecciones. Es por esto, que ante todo paciente con lumbalgia deben tenerse presentes las banderas rojas en la sospecha de cáncer: edad > 50 años, antecedentes de cáncer, pérdida de peso inexplicada, falta de mejoría al mes, sin alivio en el reposo y duracíón del dolor > 1 mes.

Compresión medular y radicular neoplásica

Teniendo en cuenta la distribución del dolor en miembros inferiores, sus características, y la asociación del mismo con alteraciones en la sensibilidad, creo firmemente que estamos ante un síndrome radicular (no medular); y teniendo en cuenta las imágenes radiológicas y por RMI, se puede afirmar que estamos ante la presencia de un síndrome radicular de etiología neoplásica.

El mismo es una complicación frecuente de las neoplasias avanzadas. Conlleva una alta morbilidad. Los cánceres de próstata, mama y pulmón son las 3 causas más frecuentes. Otras importantes son: carcinoma renal, linfoma no-Hodgkin, plasmocitoma y mieloma múltiple. La localización regional es de 60% dorsal, 30% lumbosacra y 10% cervical.

Como manifestaciones clínicas, el dolor 1er síntoma en el 90% de los casos. Además se presenta con déficits motores, déficits sensitivos y disfunción vesical e intestinal. Ante la progresión de la enfermedad y la posible irreversibilidad del cuadro neurológico, la meta debe ser el diagnóstico previo a la instauración de los déficits.

Los métodos de diagnóstico por imágenes disponibles son:

·         Radiología convencional: tiene sus limitaciones, debido a que el 50% del hueso debe estar destruido para ser evidente, el compromiso vertebral múltiple puede confundir la lesión clínicamente relevante y los tumores paraespinales con invasión foraminal no producen anormalidades.

·         RMI: es el método de elección, debido a que provee imágenes anatómicas fiables de la médula y posee alta sensibilidad para detectar metástasis óseas.

·         Mielografía: debido a la menor necesidad de tiempo para realizarse, puede ser mejor tolerada en aquellos pacientes con mucho dolor.

Respecto al tratamiento, los principios generales se basan en: analgesia, reposo – limitación de movimientos-, anticoagulación, prevención de la constipación y la utilización de dispositivos de sujeción espinal tipo corset.

Los corticoides representan un pilar importante en el tratamiento sintomático, no habiendo ensayos clínicos controlados que avalen una dosis adecuada para el mismo. Dos esquemas se han planteado, siempre utilizando a la dexametasona como esteroide. El de dosis muy altas sugiere 96 mg EV, seguidos de 24 mg VO cada 6 hs por 3 días con disminución progresiva en 10 días. El de dosis menores sugiere 10 mg en bolo, seguido de 16 mg día en dosis divididas. Según las opiniones de expertos, podría reservase el esquema de dosis muy altas para pacientes con paraparesia o paraplejía, y el de dosis menores para aquellos con déficits mínimos. Cabe aclarar que con el esquema de dosis muy altas se han visto una elevada tasa de serios efectos adversos relacionados a los corticoides.

Otro punto en el tratamiento es la cirugía. La misma puede ser una laminectomía (con poca utilidad en tumores que afectan la parte anterior de la médula) o la resección seguida de la fijación de la columna con injertos óseos, prótesis intervertebrales, clavos espinales o cementoplastia con metilmetacrilato.

La radioterapia (RT) presenta utilidad en aquellos pacientes candidatos a cirugía y en aquellos a los que se les ha practicado una resección. Respecto a la posología, se ha demostrado que no existen diferencias significativas entre pocas sesiones con grandes dosis y muchas sesiones con poca dosis.  Es por esto que para pacientes con expectativas de vida cortas, los cursos breves de radioterapia ofrecen similar paliación sin los inconvenientes de los cursos de radiación más prolongados. Los factores asociados a poca respuesta a la radioterapia son metástasis viscerales u otras óseas, paciente no ambulatorio y el inicio de la radioterapia  > 14 días del inicio de los síntomas motores. Uno de los predictores más importantes de respuesta a la radioterapia es el estado neurológico pretratamiento; el 80 – 100% que inician RT ambulatoria, la finalizan de esa forma; el 30% que inicia RT con paraparesia recuperan la deambulación; y la posibilidad de deambular post-tratamiento es mayor en déficit de inicio lento y en inicio de RT inmediata en aquellos con déficit de comienzo rápido (se ha visto una mayor recuperación neurológica cuando la radioterapia se inicia en las primeras 12 horas de instaurado el déficit).

El pronóstico cuando se instaura el síndrome de compresión medular y radicular es ominoso. Es de 6 meses en promedio; 3 meses para Cáncer de Pulmón, 9 meses para Cáncer de Mama y Próstata y 1 mes para los que finalizan la radioterapia sin deambular.

Síndrome meníngeo.

Durante el transcurso de la internación nuestra paciente mostró signos de compromiso meníngeo. Las etiologías a considerar son las siguientes: bacteriana, viral, micótica, micobacteriana y neoplásica. Considerando las características cito-físico-químicas del líquido cefalorraquídeo (hiperproteinorraquia, hipoglucorraquia con relación entre glucosa LCR/suero 0,35 y pleocitosis de 50 MN/mm3) y el contexto clínico, propongo como diagnóstico probable la carcinomatosis meníngea.

La carcinomatosis meníngea es clínicamente evidente en el 5% de los cánceres metastásicos, siendo este porcentaje mayor en autopsias. La fisiopatología puede explicarse mediante la extensión directa desde el parénquima cerebral, la diseminación hematógena a través de vasos aracnoideos, la diseminación desde los plexos coroideos, la extensión desde MTS vertebrales, subdurales o epidurales, la invasión retrógrada a través de nervios craneales o periféricos o la formación de tumores leptomeníngeos de novo. Los mecanismos productores de la clínica son: efecto de masa, obstrucción al flujo de LCR, disfunción de nervios craneales o espinales, invasión parenquimatosa, edema cerebral y compromiso multifocal de encéfalo. La clínica es variada, pudiendo presentar: signos meníngeos, aumento de la presión intracraneana, signos focales o difusos (encefalitis carcinomatosa), invasión de pares craneales y compromiso radicular. El síntoma más frecuente de presentación es el dolor, siendo los más importantes el radicular, la cefalea, el cervical y el lumbar. También puede manifestarse inicialmente con convulsiones, alteraciones del estado mental o debilidad.

Como metodologías diagnósticas, se pueden mencionar:

·         RMI: las alteraciones características son el refuerzo tenue post contraste de leptomenínges, los depósitos nodulares en el espacio subaracnoideo, cerebelo o corteza y las masas tumorales meníngeas.

                

·         Tomografía por emisión de positrones: demuestra la disminución del consumo de glucosa en un cerebro de apariencia sana.

 

 

·         Líquido céfalo raquídeo

o        Estudio cito-físico-químico. Las características son:

§        Presión de apertura > 16 cm H2O

§        Hiperproteinorraquia (> 32 mg/dL)

§        Pleocitosis moderada (linfocitos, eosinófilos)

§        Xantocromia (observada solo en el melanoma)

§        Hipoglucorraquia (LCR/suero < 0,6)

o        Anatomía patológica. Sus características son:

§        Alta especificidad

§        Sensibilidad entre 80 – 95%

§        Para aumentar la sensibilidad se requieren 10 ml por muestra, un rápido procesamiento y una obtención desde líquido de un sitio con compromiso conocido. Puede repetirse la PL si la citología es negativa cuando la sospecha es alta.

 

·         Marcadores tumorales: se ha visto que una concentración en el LCR 2 a 3 veces mayor que en el plasma avala el compromiso neoplásico meníngeo. En este caso en particular, pueden utilizarse el CA 19-9 (característico de los adenocarcinomas y de tumores de la vía biliar) y el CA 125 (propio del tumor de ovario).

Por lo dicho anteriormente, el diagnóstico se fundamenta en un enfermo con una neoplasia maligna avanzada, con signos y síntomas neurológicos multifocales, hallazgos imagenológicos típicos y citología (+) células neoplásicas. Éste último punto establece el diagnóstico; sin embargo, puede establecerse el diagnóstico en casos de citología negativa cuando las neuroimágenes  son características o existe un aumento importante de los marcadores tumorales en el LCR.

Previo al planteo del tipo de tratamiento, debe considerarse en que categoría pronóstica se encuentra el paciente.

Para los pacientes con buen pronóstico (relativo), está indicado el control de la hipertensión endocraneana con corticoides y sistemas de derivación ventrículo peritoneal, la radioterapia y la quimioterapia, tanto intratecal como sistémica. Para aquellos con pronóstico pobre, el objetivo del tratamiento es la paliación de la signo-sintomatología, no teniendo utilidad alguna la quimioterapia ni la radioterapia.

Concluyo que estamos frente a un cáncer gástrico que durante su evolución natural se ha diseminado, afectando al ovario, al sistema óseo (columna vertebral, pelvis y calota craneana) y al sistema nervioso central. De estos dos últimos sistemas afectados son que dependerá la sobrevida inmediata, independientemente de la enfermedad de base, y la calidad de vida hasta el deceso.

 

 

Estamos frente a un enfermo en la etapa final de una neoplasia maligna diseminada sin posibilidades de curación. Es por este motivo que propongo el control de la signo-sintomatología sin el intento de terapéuticas agresivas que sólo aumentarán la morbilidad sin mejorar la sobrevida. El control del dolor es fundamental, quedando reservados para este punto el uso de opioides, antidepresivos tricíclicos, anticonvulsivantes y corticoides. Propongo, si el estado clínico del enfermo lo sustenta, el empleo de un ciclo corto y potente de radioterapia para calmar el dolor lumbar y los signos meníngeos. Último pero no menos importante, el apoyo emocional, tanto para el paciente como para el grupo familiar, es fundamental para afrontar las penumbras que impone una enfermedad como ésta.

 

 

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Discusión

La discusión de este seminario corresponde al 4 de diciembre de 2008, a cargo del Dr. Eduardo González.

 
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