Discusión del
caso clínico
Dr. Eduardo González
Se discute el caso de un varón de 26 años de edad,
infectado con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana en
etapa de SIDA, en tratamiento antirretroviral y con
antecedentes de serología positiva para Virus de la
Hepatitis B, histoplasmosis diseminada diagnosticada
hace 2 meses con afectación cutánea y pulmonar, y
Sarcoma de Kaposi con afectación cutánea y bronquial. El
mismo consulta por un cuadro de déficit neurológico con
compromiso periférico, caracterizado por afectación de
la sensibilidad y motricidad de miembros y de pares
craneales. Los hallazgos más relevantes en los estudios
complementarios son: patrón de neuropatía de tipo axonal
en miembros superiores en la electromiografía,
hiperproteinorraquia y pleocitosis en el líquido
cefalorraquídeo y alteraciones en la RMI de cerebro y
columna cervical caracterizadas por un refuerzo
patológico postcontraste EV en el núcleo del 5to par
craneal, pared del seno cavernoso y fosa de Meckel y a
nivel de C1 y C2 refuerzo en los pedículos, láminas y
apófisis.
Para iniciar la discusión, creo conveniente repasar las
afecciones neurológicas más frecuentes en los pacientes
VIH positivos.
INFECCIONES OPORTUNISTAS
M. tuberculosis
M. avium intracelulare
Treponema palidum
Nocardia
Salmonella
L. Monocytogenes
Citomegalovirus
Virus Herpes Simple
Virus Varicela Zoster
JC Virus
Virus de Epstein Barr
Criptococcosis
Cándida
C. immitis
Aspergilus
Histoplasma capsulatum
Toxoplasma gondii
T. cruzi |
NEUROPATÍA PERIFÉRICA
Neuropatía tóxica
Déficit nutricional
Polineuropatía inflamatoria
Polineuropatía distal simétrica
Polirradiculopatía progresiva
Mononeuritis múltiple
Neuropatía autonómica
Ganglionitis sensorial
Enfermedad de la motoneurona |
MIELOPATÍA
Mielopatía vacuolar
Ataxia sensorial pura
Parestesias/Disestesias |
NEOPLASIAS
Linfoma 1rio SNC
Sarcoma de Kaposi |
MIOPATÍAS |
Meningitis aséptica |
Deterioro cognitivo
asociado a VIH |
Uno de los grupos de enfermedades a considerar son las
neuropatías periféricas. Las mismas se
caracterizan por afectar raíces nerviosas dorsales o
ventrales, ganglios dorsales, plexos braquiales y
lumbosacro, pares craneales (excepto I y II) y nervios
sensitivos, motores o autonómicos, sin afectación de
estructuras del sistema nervioso central. Se clasifican
según la localización (mononeuropatía, mononeuropatía
múltiple, polineuropatía y plexopatía), tipo de fibra
afectada (corta, larga, motora y autonómica),
histopatología (desmielinizante, axonal y neuronal) y la
evolución (aguda, subaguda, crónica y recurrente). Dado
el contexto clínico del paciente, creo conveniente hacer
hincapié en aquellas afecciones más frecuentes en el
paciente VIH: Polineuropatía simétrica distal, Síndrome
de Guillain-Barre, Polineuropatía desmielinizante
inflamatoria crónica, Mononeuritis múltiple,
Polirradiculopatía por CMV, Virus Herpes Zoster, TBC,
linfoma y Neuropatía tóxica. Las 3 primeras las descarto
dado el curso clínico y la afección axonal, para hacer
mención del grupo de las mononeuritis múltiples, el CMV
y la neuropatía tóxica.
La mononeuropatía múltiple se caracteriza por la
afección múltiple de distintos nervios individuales. La
mayoría de ellas responde a una etiología inflamatoria.
Dentro de las causas más relevantes se encuentran:
Poliarteritis nudosa, Síndrome de Churg-Strauss,
Artritis reumatoidea, Lupus eritematoso sistémico,
Esclerodermia, Crioglobulinemia, Granulomatosis de
Wegener, Enfermedad de Lyme y el Virus de la
Inmunodeficiencia Humana. Otra causa es la infección por
Citomegalovirus, que se caracteriza por afectar por lo
general a pacientes con recuentos de CD4
<
200/mm3 y que se aleja de la discusión debido a la
negatividad en la búsqueda del antígeno pp65 en nuestro
paciente. Respecto a la producida por tóxicos, está
descripta aquella mediada con mayor frecuencia por
Estavudina (d4T), Didanosina (ddI) y Zalcitabina (ddC);
si bien nuestro paciente se encuentra en tratamiento con
otros antirretrovirales (Tenofovir, Lamivudina (3TC),
Ritonavir y Lopinavir) no se puede descartar su rol en
la neuropatía. En referencia al VIH, el mismo puede
producir daño nervioso por dos caminos: el primero es el
efecto directo evidenciado por la detección de antígeno
VIH p24 en vasos endoneurales, la replicación viral en
biopsias de nervio y el crecimiento viral en cultivos de
nervio que determina una vasculitis necrotizante a nivel
de los vasa nervorum; el segundo se caracteriza por la
formación de complejos de antígeno-anticuerpo y depósito
de los mismos en los vasos sanguíneos con la consecuente
vasculitis. Dado el fenómeno fisiopatológico, se postula
el tratamiento con corticoides a dosis inmunosupresoras,
la inmunoglobulina endovenosa y la plasmaféresis en caso
de afectación de tipo vasculítica. Respecto a la
toxicidad por drogas, se plantean dos posturas: el
retiro completo del fármaco o la disminución de la dosis
al 50% con evaluación en 2 semanas. A favor del
diagnóstico de mononeuritis múltiple están los hallazgos
clínicos compatibles, la infección por VIH y Hepatitis
B, el empleo de fármacos antirretrovirales, la EMG
compatible y la afectación V par craneal mediante RMI;
en contra está la evidencia de afectación de la columna
cervical, que no puede ser explicada por estas
entidades.
Dentro de las infecciones oportunistas cabe mencionar la
producida por el polioma JC, que determina un cuadro
llamado Leucoencefalopatía Multifocal Progresiva.
Es una enfermedad desmielinizante mortal, casi exclusiva
de inmunodeprimidos (< 200 CD4/mm3) y que se presenta
con manifestaciones neurológicas subagudas
caracterizadas por alteración del estado mental,
déficits motores, ataxia y síntomas visuales (lesiones
localizadas en la sustancia blanca). Presenta dos
respuestas al tratamiento antirretroviral: mejoría o
empeoramiento, siendo éste último sospechado por la
producción del Síndrome de Reconstitución Inmune que se
caracteriza entre otras cosas por un recuento de CD4/mm3
menor a 100 con un posterior ascenso de 50 CD4/mm3 y una
relación temporal entre el inicio de la enfermedad y el
tratamiento antirretroviral. Respecto al diagnóstico,
las neuroimágenes muestran desmielinización de la
sustancia blanca multifocal, simétrica o asimétrica, sin
correlación con áreas vasculares y sin efecto de masa ni
realce post contraste, siendo la biopsia cerebral el
método preciso que evidencia oligodendrocitos infectados
por JCV, gliosis reactiva, astrocitos bizarros y
macrófagos con restos de mielina y detritos celulares,
haciendo la confirmación mediante inmunohistoquímica o
hibridación in-situ. No obstante, debido a lo cruento de
la biopsia cerebral, puede establecerse el diagnóstico a
través de la detección mediante PCR del JCV en LCR, con
una sensibilidad y especificidad aceptables (S: 72 a 92%
y E: 92 a 100% en pacientes sin tratamiento
antirretroviral). En cuanto al tratamiento, no existe
uno específico. En pacientes VIH positivo, se postula la
optimización del tratamiento antirretroviral y si
existiera deterioro neurológico asociado a edema
cerebral el empleo de glucocorticoides (dexametasona 8
mg cada 4 horas EV durante 2 semanas) con suspensión del
tratamiento antirretroviral (durante 2 semanas). En
cuanto a los pacientes VIH negativo, se indica la
suspensión del tratamiento inmunosupresor y se postula,
sustentado en ensayos con pocos pacientes, el empleo de
citarabina arabinósido (ARA-C) (2 mg/kg durante 5 días).
A favor del diagnóstico de Leucoencefalopatía multifocal
progresiva esta el cuadro clínico, la inmunodepresión
profunda y el inicio de sintomatología asociado a
tratamiento antirretroviral; en contra se postula que
las neuroimágenes no compatibles y que no estamos en
presencia del Síndrome de Reconstitución Inmune.
Otra infección oportunista a considerar es la
Histoplasmosis debido al antecedente reciente. La
misma es producida por el hongo Histoplasma capsulatum.
Se presenta de diversas formas clínicas: Asintomática,
Pulmonar aguda, Progresiva diseminada y Crónica
Cavitaria. Respecto a la diseminada, puede tener dos
formas: Aguda, con insuficiencia respiratoria, shock,
coagulopatía y falla multiorgánica, y Subaguda, con
manifestaciones inespecíficas como fiebre y pérdida de
peso y hepatoesplenomegalia, meningitis, lesiones
cerebrales focales, úlceras orales, úlceras
gastrointestinales, insuficiencia suprarrenal y lesiones
cutáneas. En cuanto a las manifestaciones neurológicas,
si bien no son las más frecuentes, puede originar
cuadros meníngeos, encefálicos, de lesión focal y de
afectación medular. Dentro de los hallazgos en los
estudios complementarios se destacan: anemia, leucopenia
y trombocitopenia, histoplasmas intramacrofágicos en el
frotis de sangre periférica, elevación de transaminasas,
FAL, LDH y bilirrubina, infiltrado intersticial difuso o
reticulonodulillar en la radiografía de tórax,
pleocitosis a predominio linfocítico e hipoglucorraquia
en el análisis del líquido cefalorraquídeo, imágenes
únicas o múltiples con o sin realce post contraste en
las neuroimágenes, detección del Ag polisacárido de
Histoplasma en orina, LCR y líquido obtenido por lavado
bronquioloalveolar, visualización del Histoplasma en la
biopsia, detección de Ac anti Histoplasma y cultivos
micológicos positivos de sangre, médula ósea, esputo,
LBA o biopsia pulmonar, orina, lesiones bucales, piel,
gastrointestinales, ganglios o adrenales. Es una
enfermedad con alta mortalidad sin tratamiento (muerte
en 2 a 12 semanas). El mismo se basa en la
administración de Anfotericina inicialmente, con la
posterior consolidación con itraconazol por vía oral. Se
propone la medición de Ag urinario para el seguimiento
del tratamiento, debido a que su disminución sería
correlacionada con la respuesta al tratamiento. Respecto
al tratamiento de la enfermedad neurológica, se debe
tener en cuenta que existe poca penetración de los
antimicóticos al SNC y que la respuesta es de un 60 a
80% en la meningitis, con recaída del 50% a los meses.
Por recomendación de expertos se propone el uso de
Anfotericina liposomal (5 mg/kg/día con una dosis total
de 175 mg/kg en 4 a 6 semanas) e Itraconazol (400 a 600
mg diarios por lo menos durante 1 año). No hay datos
contundentes respecto a la discontinuación del
tratamiento en la enfermedad neurológica. A favor del
diagnóstico de histoplasmosis diseminada como
responsable del cuadro clínico actual postulo el
antecedente, la inmunodepresión profunda, el inicio
tratamiento antirretroviral, el compromiso neurológico
múltiple y progresivo y la afectación pares craneales
por RMI. En contra está la regresión de lesiones
cutáneas, el tratamiento con antimicóticos y la
afectación columna cervical.
Respecto a las alteraciones del líquido
cefalorraquídeo encontradas, es sabido que hasta un
90% de los pacientes con VIH pueden tenerlas aún en
fases asintomáticas. Son características la pleocitosis
y la hiperproteinorraquia. Cabe mencionar que la
infección del SNC por el VIH no implica un deterioro de
la función cognitiva. No obstante, existe un cuadro
llamado meningitis aséptica que se caracteriza
por una clínica y laboratorio compatible con cultivos de
rutina negativos. Los responsables más relevantes de
este cuadro son: Virus (Echovirus, Coxsackie, Herpes
simple, VIH, Virus coriomeningitis linfocitaria,
Arbovirus, Polimixovirus y Poliovirus), Bacterias
(Infección parameníngea, Meningitis parcialmente
tratada, Leptospira, Borrelia y M. Tuberculosis),
Fármacos (ibuprofeno) y Neoplasias (Linfoma, Leucemia y
Metástasis). Respecto a la meningitis por el propio VIH,
la misma es más frecuente en estadios tempranos y se
propone como una enfermedad inmuno-mediada. Puede haber
además afectación encefálica y de pares craneales (VII,
V u VIII), y es indistinguible clínicamente de otras
meningitis virales, con resolución espontánea en 2 a 4
semanas. El LCR presenta pleocitosis (linfocítica),
hiperproteinorraquia y glucorraquia normal. Habiendo
analizado este punto, y dado el contexto clínico actual
del paciente, creo que carece de relevancia en este
momento definir si estamos en presencia de una
meningitis por VIH o de un hallazgo, dado que no
modificará la conducta terapeutica.
Otra entidad que puede ser la responsable del cuadro es
la vasculitis primaria del sistema nervioso central.
Se caracteriza por ser una afectación de las arterias
pequeñas cerebrales y leptomeníngeas sin evidencias de
vasculitis necrotizante sistémica. La etiología de la
misma es desconocida, pudiendo relacionarse al
Mycoplasma, al Virus Inmunodeficiencia Humana y al
Interferon gamma como factores relacionados. Las
manifestaciones clínicas son inespecíficas, pudiendo
encontrarse cefalea, encefalopatía, cambios de la
personalidad, déficits motores, neuropatía craneal y
alteración de la conciencia. Los métodos de diagnóstico
complementario muestran: VES acelerada, un LCR con
aumento de la presión de apertura, hiperproteinorraquia,
pleocitosis a predominio linfocitario, y glucorraquia
normal, áreas únicas o múltiples de infartos o
hemorragias cerebrales o cerebelosas en la RMI y
evidencias de sangrado, aneurismas, estrechamiento
luminal, oclusiones y efectos de masa no vasculares en
la arteriografía cerebral. El diagnóstico definitivo lo
brinda la biopsia cerebral. El tratamiento de la misma
se basa en glucocorticoides a altas dosis, agentes
citotóxicos (Ciclofosfamida 2 mg/kg/día) y bloqueantes
de canales cálcicos, desconociéndose en la actualidad la
duración óptima del tratamiento. A favor del diagnóstico
de vasculitis primaria del SNC está el cuadro clínico,
la infección por VIH, el examen cito-fisico-quimico de
LCR compatible y unas neuroimágenes que podrían
corresponder. En contra está el hecho que no se pueden
descartar etiologías infecciosas.
Para finalizar, cabe mencionar la alteración encontrada
a nivel cervical alto, que si bien no justifica el
cuadro actual es un dato clínico que debe considerarse.
La afección de los pedículos, las láminas y las apófisis
articulares debe hacer pensar en dos grandes grupos de
enfermedades: las infecciones y las neoplasias. Dentro
de las primeras se encuentran Tuberculosis, infección
piógena por Staphilococcus aureus, Brucelosis ,
Actinomycosis, Candidiasis e Histoplasmosis, quedando
más alejadas en el segundo grupo en nuestro paciente
las neoplasias primarias y las metastásicas. Dada la
frecuencia en nuestro medio, la tuberculosis debe ser
tenida en cuenta. Afecta más frecuentemente la columna
torácica y lumbar, con sintomatología insidiosa. La
afectación pedicular, de las apófisis espinosas y las
láminas, con preservación del cuerpo vertebral, deben
hacer sospechar TBC. Respecto a la histoplasmosis,
también debe ser tenida en consideración debido al
antecedente de afección diseminada.
Antes de concluir, considero que en el análisis de que
es lo que le sucede a nuestro paciente debemos dejar de
lado la idea de que una sola entidad es la responsable
del cuadro para poder detenernos y pensar en una
dolencia multifactorial.
Considero que el cuadro neurológico es compatible con
neuropatía periférica, no pudiendo definir con exactitud
si es causada por el VIH, el virus de la Hepatitis B o
por las drogas antirretrovirales. No obstante, no se
puede descartar histoplasmosis diseminada con afectación
neurológica ni la vasculitis primaria del sistema
nervioso central. Queda además pendiente definir con
mayor exactitud la afección vertebral.
Como conducta propongo ampliar los métodos
complementarios (EMG de miembros inferiores, PCR en
búsqueda de JCV en LCR, Ag polisacárido de Histoplasma
en LCR, Laboratorio inmunológico y tomografía computada
de columna cervical), continuar tratamiento con
corticoides (por la sospecha de un fenómeno
inmunomediado aún no bien definido como responsable del
cuadro), antirretrovirales y Anfotericina B, realizar la
biopsia de uno de los nervios afectados y el
tratamiento quimioterápico para el Sarcoma de Kaposi.
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Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 26 de marzo de 2009, a cargo del
Dr. Eduardo Gonzalez. |
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