Discusión del caso
clínico
Dr. Javier Montero
Se presenta el caso de un paciente de
70 años, con el antecedente de osteoartritis tuberculosa
probable, para la cual comenzó tratamiento antibacilar con
cuatro drogas de primera línea un mes previo al ingreso, y
que se interna con un cuadro febril de pocos días de
evolución, apareciendo luego púrpura palpable, artralgias,
dolor abdominal, falla renal y vasculitis de pequeños
vasos leucocitoclástica en una biopsia cutánea. Este
último dato es irresistible como guía para iniciar el
análisis de lo que le está pasando a este paciente.
El término vasculitis engloba un grupo
heterogéneo de procesos que reconoce como sustrato
patológico común la presencia de inflamación de los vasos
sanguíneos. Estos procesos han recibido múltiple
clasificaciones. La clasificación según el tamaño
predominante del vaso afectado (grandes, medios o pequeños
vasos) me parece práctico para asimilarlo a nuestro
paciente ya que los vasos afectados por la vasculitis
leucocitoclástica son arteriolas, capilares y,
predominantemente, vénulas. Estas pueden ser agrupadas de
la siguiente forma: 1) Vasculitis Asociadas a
Anticuerpos Anticitoplasma de Neutrófilos (ANCA): que
incluye a las ya conocidas Granulomatosis de Wegener,
Síndrome de Churg-Straus y Poliangeitis
Microscópica, pudiendo agregarse en este grupo a las
Vasculitis asociada a ANCA inducida por Fármacos.
Cada una de ellas tiene sus características distintivas y
se caracterizan por el compromiso renal y pulmonar
predominante (Síndrome pulmón-riñón asociado a ANCA);
2) Vasculitis Asociadas a Inmunocomplejos (o vasculitis
por hipaersensibilidad); inflamación de
pequeños vasos por depósito de inmunocomplejos producidos
por la exposición reiterada al sistema inmune de diversos
antígenos, exógenos o endógenos; entre las desencadenadas
por antígenos exógenos tenemos a la Púrpura de Schölein
Henoch, a las Vasculitis asociado a Fármacos y a las
vasculitis asociadas a infecciones (actualmente encerradas
bajo el nombre de Vasculitis por Hipersensibilidad del
Adulto, cuando a éstos afecta); las producidas por
antígenos endógenos son las Vasculitis asociadas a
neoplasias (habitualmente enfermedades linfo o
mieloproliferativas, y a carcinomas), Vasculitis
asociadas a enfermedades del colágeno (LES, AR,
Sjögren), Crioglobulinemia esencial. Otras son el
Sindrome de Goodpasture y la enfermedad de
Becet. Si asumimos que este paciente tiene el valioso
antecedente de ingesta de drogas antituberculosos, que
presenta una inflamación de los pequeños vasos con
leucocitoclasia y que el ANCA es negativo debo pensar que
estamos frente a una Vasculitis por Hipersensibilidad
del Adulto con expresión sistémica, por lo cual voy a
extenderme en éstas.
Se han propuesto cinco criterios para
el definir a las Vasculitis por Hipersensibilidad en
el Adulto. Estas son :1) edad mayor de 16
años, 2) uso reciente de una droga capaz de producir el
cuadro, 3) púrpura palpable, 4) rash máculo-papular, y 5)
biopsia de lesiones cutáneas mostrando neutrófilos
alrededor de arteriolas o vénulas. El cumplimiento de tres
o más criterios tiene una sensibilidad del 71 % y una
especificidad del 84 %. Nuestro paciente cumple con cuatro
de éstos. Actualmente la mayoría de las veces son
asociadas a drogas que actúan como
haptenos para estimular una respuesta inmune existiendo
una larga lista de medicamentos que pueden desencadenarla
(entre ellas hay dos que consumió nuestro paciente:
rifampicina e isoniacida. Clínicamente se presenta luego
de siete a diez días de la exposición al antígeno, si bien
es variable y puede ser desde dos días hasta dos semanas,
con fiebre, púrpura palpable, artralgias, poliadenopatías,
elevación de la eritrosedimentación y descenso del
complemento. El compromiso de órganos es raras veces
observado, pero puede ser severo. La afección renal, en
forma de glomerulonefritis o nefritis intersticial, y
grados variables de lesión hepática han sido descriptos.
Extremadamente infrecuentes son el compromiso pulmonar,
nervioso o pericárdico. El caso expuesto presenta el
antecedente de ingesta de rifampicina e isoniacida,
lesiones cutáneas, artralgias, daño renal y el patrón
histológico compatible, siendo ésta una posibilidad
diagnóstica muy atractiva. Existen numerosas publicaciones
en la literatura médica de vasculitis mediadas por
inmunocomplejos asociada a la administración de
rifampicina. Menos frecuente es desencadenada por
isoniacida.
Otra posibilidad diagnóstica es la
Púrpura de Schölein-Henoch, vasculitis
sistémica que combina púrpura palpable (100 %), angina
intestinal (63 %), sangrado digestivo (33 %) y hematuria
(40 %). Este cuadro suele verse en niños luego de
infecciones de vías aéreas superiores, pero hasta un 10 %
de los casos se presenta en adultos, en quienes suele ser
desencadenado por drogas. Las lesiones cutáneas suele
afectar región anterior de piernas y pies en pacientes
ambulatorios, y en región sacra en aquellos que permanecen
acostados, directamente relacionado con los puntos de
apoyo. Las artralgias son transitorias, migratrices y
afectan a grandes articulaciones. El cuadro abdominal se
presenta como dolor cólico asociado a vómitos,
probablemente asociado a vasculitis gastrointestinal, y el
sangrado digestivo, secundario a pequeñas úlceras
vasculares, puede ser evidenciado hasta en un 50 % de los
pacientes si se estudia sangre oculta en materia fecal. La
afección renal es común y en la mayoría suele ser leve,
manifestándose con hematuria y/o proteinuria con
creatinina normal o levemente aumentada, siendo expresión
de una glomerulonefritis secundario a depósitos de IgA en
el mesangio glomerular de distribución focal y segmentaria.
Es poco común la presencia de síndrome nefrótico,
hipertensión y falla renal, lo que suele asociarse con
desarrollo de semilunas y fibrosis mesangial. El hallazgo
histológico característico es la presencia de depósitos de
IgA en la biopsia de tejidos afectados (piel, riñón,
etc.). El dosaje de IgA suele estar aumentado en el 50 %
de los casos y el complemento permanece entre los límites
normales. Estos dos últimos hallazgos, asociados al patrón
histológico de vasculitis leucocitoclástica en pequeños
vasos a predominio poscapilar y a la presencia de
inmunocomplejos compuestos por IgA son diagnósticos de
esta enfermedad. Nuestro paciente presenta la tétrada
clínica diagnóstica y los hallazgos histológicos, por lo
que nos estarían faltando la inmunofluorescencia para
demostrar los depósitos de IgA y los valores del
complemento para confirmarla.
A modo de comentario quería referirme a
las vasculitis asociadas a infecciones.
Algunas infecciones crónicas o de evolución tórpidas y
diagnóstico tardío, pueden asociarse con este síndrome. La
exposición reiterada de antígenos microbianos produce un
estímulo inmunológico permanente resultando en la
sobreproducción de anticuerpos que forman inmunocomplejos
circulantes y que pueden tener afinidad por diversos
tejidos, como puede ser en la sinovial, el riñón, la piel,
etc. Son así conocidas las vasculitis como manifestación
extrahepáticas asociadas a infección por VHB, VHC y las
asociadas a la infección por VIH. Otros ejemplos, la
endocarditis infecciosa por S. Viridans, la
endocarditis de válvulas derechas por S. Aureus, la
presencia de abscesos ocultos, sífilis, lepra. Se han
descrito casos de vasculitis cutáneas con patrón
leucocitoclástico asociado a la infección por
Mycobacterium Tuberculosis. Empero, no creo que esto
justifique el cuadro actual del paciente.
Si intentamos superponer este marco
teórico con el cuadro clínico actual de este paciente,
podemos decir que estamos frente a un cuadro sistémico de
vasculitis leucocitoclástica, que la podríamos rotular de
una u otra forma (vasculitis asociada a drogas, púrpura de
Schölein-Henoch), pero que es por hipersensibilidad. Ahora
bien, no me preocupa tanto definir el nombre propio de la
enfermedad, sino el deterioro progresivo de la función
renal que se produjo en esta internación, ya que esto
suele dictar el pronóstico de estos pacientes.
Todas las manifestaciones del paciente,
o cuanto menos la mayoría, parecen estar relacionadas con
un fenómeno de hipersensibilidad disparados,
a mi entender, por la ingesta de drogas (mal estado
general, fiebre, artralgias, rash cutáneo, daño renal,
etc.). En estos casos, el riñón puede mostrar lesión
glomerular (o glomerulo-mesangial) o intersticial. La
afección glomerular, que puede aparecer
hasta en un 75 % de las veces, puede expresarse con
proteinuria (70 %), hematuria (60 %), y con menos
frecuencia síndrome nefrótico (40 %) e insuficiencia renal
(25 %). En los casos leves y estudiados al inicio, la
biopsia renal suele mostrar lesiones mesangiales discretas
o una glomerulonefritis focal y segmentaria con depósitos
de inmunoglobulinas, preferentemente Ig G, y complemento
en las paredes vasculares. En los casos más graves, se
comprueba la extensión proliferativa difusa, a menudo con
áreas de necrosis, infiltración leucocitaria, semilunas
epiteliales, esclerosis focal y adherencias capsulares. No
se ha demostrado que los corticoides y los
inmunosupresores modifiquen sustancialmente el curso de la
enfermedad, aunque un tratamiento agresivo puede estar
justificado en formas graves con proliferación
extracapilar.
Cuando el intersticio es
involucrado por mecanismos de hipersensibilidad, se
desarrolla la llamada nefritis intersticial aguda (NIA)
por fármacos. Larga es la lista de drogas que pueden
desencadenar este cuadro, entre las que se encuentra la
rifampicina como responsable común. Se suele presentar, en
un 87 %, con aumento de la temperatura luego de que haya
desaparecido la fiebre que motivó la administración del
fármaco; la hematuria aparece en el 95 % de los casos y en
un tercio es macroscópica; la eosinofilia es común (80 %)
y es de corta duración; y la erupción cutánea está en el
30 % de los casos. En el análisis de orina, la protinuria
suele ser de 1,5 g/24 horas y se acompaña de
microhematuria, leucocituria, eosinofiluria y cilindros
predominantemente granulosos. La oliguria puede verse en
un 30 – 50 % de los casos. Habitualmente, luego de unos
días de suspender las drogas responsables, el cuadro
regresa. Sin embargo, hasta un 30 % pueden requerir
soporte dialítico, al menos transitoriamente. El
tratamiento consiste en suspender la droga y si es
necesario medidas de sostén. Los corticoides en dosis
inmunosupresoras (prednisona 1 mg/kg/día) deben
administrarse si no existen contraindicaciones.
Bueno, entonces… ¿que le pasa a los
riñones de este anciano? Creo que están sufriendo un
perjuicio por hipersensibilidad.
Puede ser un daño intersticial (NIA)
por antituberculosos, secundario a la rifampicina, por
frecuencia. Esto lo baso, por un lado en el cuadro
clínico, y por otro, en los hallazgos de la orina que
mostró proteinuria de rango intermedio, hematuria sin
rasgos dismórficos, y cilindros granulosos y leucocitarios.
Reconozco que esta justificación no es de peso suficiente.
No hay trabajos controlados que evalúen la eficacia de los
corticoides u otros inmunosupresores, no obstante hay
evidencia experimental y clínica para avalar su uso. Las
recomendaciones sugieren suspender las drogas y si no
mejora la función renal luego de varios días, se puede
practicar una biopsia renal e indicar tratamiento
inmunosupresor.
El segundo cuadro, quizás más probable
basándonos en la clínica, es que presente daño renal
severo en el contexto de un síndrome de Schölein-Henoch.
El pronóstico de la función renal es bueno en la mayoría
de estos pacientes, sobre todo en los que presentan
hematuria y proteinuria leve, expresión de un compromiso
glomerular focal y segmentario. En aquellos con elevación
de la creatinina, hipertensión o que presentan proteinuria
de rango nefrótico, el pronóstico a corto y largo plazo
suele ser reservado ya que está relacionado con
proliferación extracapilar (5 a 25 %). No hay trabajos
controlados que demuestren que el tratamiento con
prednisona 1 mg/kg/día o con ciclofosfamida hayan tenido
efectos benéficos sobre la afección renal (no así sobre
las manifestaciones gastrointestinales y articulares donde
son efectivos). Cuando es evidenciada la proliferación
extracapilar, terapias más agresivas pueden ser
beneficiosas. Estas consisten en la administración de
pulsos de metilprednisolona (250-1000 mg/día por tres
días) seguidas de prednisona (1 mg/kg/día por tres meses).
Sin embargo, si tenemos presente que la recuperación
espontánea puede evidenciarse también en estos pacientes,
no se sabe realmente si estos regímenes agresivos son
mejores que la conducta expectante o menos agresiva
teniendo en cuenta que la mayoría de los pacientes con
afección renal, inclusive en la afección grave, pueden
mejorar.
Entonces, teniendo en cuenta estos
planteos, la pregunta es… ¿que conducta tomaría? Voy a
exponer mi planteo teniendo en cuenta que, probablemente,
tenga una tuberculosis osteoarticular, debido a que la
serología para brucelosis repetida en nuestro hospital fue
negativa, a que se evidenciaron bacilos ácido alcohol
resistentes en el examen directo del material obtenido de
la punción-biopsia de la lesión, aunque fue escasa dicha
muestra, y que el rédito del cultivo puede estar
disminuido por la ingesta previa, durante una semana, de
rifampicina y estreptomicina.
Si demostramos la presencia de
depósitos de Ig A por inmunofluorescencia en la biopsia
de piel, estoy tentado a pensar que esto mismo está
ocurriendo en el riñón. En este caso, sospecharía que
estamos frente a un síndrome de Schölein-Henoch y
tomaría una conducta expectante conociendo el buen
pronóstico que tiene esta enfermedad, incluso en cuadros
graves, y los riesgos que representa indicar tratamiento
agresivo con corticoides en un geronte con probable
infección por el bacilo de la tuberculosis. Por otro lado,
estos tratamientos inmunosupresores agresivos fueron
estudiados en niños, habiendo poca experiencia en adultos,
y menos aún, en ancianos. Otros datos que pueden ser
útiles para inclinar la balanza en este sentido son el
aumento de Ig A, que ocurre en un 50 % de los casos, y los
valores normales del complemento. Ahora bien, si no
encuentro los depósitos de IgA en la biopsia y el
complemento está disminuido, podría pensar que estamos
frente a una lesión renal por mecanismos de
hipersensibilidad secundario a drogas, pudiendo tener
una afección intersticial o glomerular. En este caso, la
conducta inicial más importante ya fue tomada (suspender
los antibióticos potencialmente responsables) y esperaría
unos días. Si el paciente presenta un deterioro clínico
importante, y la falla renal progresa, solicitaría la
biopsia renal, para saber donde estamos parados, y
plantearía la terapia agresiva con corticoides. Además no
quiero dejar de nombrar la rara posibilidad, en este
contexto, de una poliarteritis microscópica con ANCA
negativo.
A la hora de decidir un tratamiento
agresivo inmunosupresor en cualquiera de los casos
expuestos, debemos hacer un buen análisis del
riesgo-beneficio que implica este tratamiento en un
paciente anciano con una probable tuberculosis
osteoarticular, en el que además deberían administrarse
conjuntamente terapia antibacilar de segunda línea (quinolonas,
cicloserina, PAS, estreptomicina, etc.). Solo justificaría
esta conducta luego de evaluar una biopsia renal y ante el
empeoramiento clínico inminente.
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Chest 1991; 100: 293-4.
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Discusión |
La discusión de este seminario se
llevó a cabo el jueves 16 de junio, y
estuvo a cargo del
Dr. Javier Montero.
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