Discusión del
caso clínico
Dra. María
Virginia Vadalá
Voy a discutir el caso de un paciente de sexo masculino,
de 40 años y ex-etilista, que consultó en su lugar de
origen por un cuadro de distensión abdominal de 3 meses
de evolución, diagnosticándose durante la internación la
presencia de ascitis, derrame pleural bilateral y
derrame pericárdico. Por este motivo es derivado a
nuestro hospital para diagnóstico y tratamiento. Al
realizarse exámenes complementarios, se halló un
engrosamiento pericárdico en ecografía, con diagnóstico
sugestivo de pericarditis constrictiva de acuerdo a los
cambios hemodinámicos visualizados por doppler. A su
vez, en el laboratorio presentó FAN y FR negativo, VES y
PCR elevados. Tomando los criterios habitualmente
utilizados, el líquido pleural resulto ser un exudado y
el líquido ascítico presento un gradiente de albúmina
seroascítico (GASA) menor a 1,1 g/dL.
El dato objetivo en nuestro paciente es la
pericarditis constrictiva. Se caracteriza por el
engrosamiento y pérdida de la elasticidad del pericardio
que suele ser el estadio final de muchas de las causas
que lo afectan. Generan cambios hemodinámicos que
afectan el normal funcionamiento cardíaco. Por un lado
impide que el descenso de la presión intratorácica se
transmita hacia las cavidades cardíacas, con lo que
disminuye el retorno venoso. Por otro lado, al ser
rígido impide la expansión del ventrículo derecho, quien
lo hace a expensas del desplazamiento del tabique
intraventricular. De esta forma, si bien al inicio de la
diástole el llenado ventricular esta conservado, éste se
ve bruscamente interrumpido cuando se alcanza el límite
elástico del pericardio. Como consecuencia disminuye el
llenado diastólico y el volumen sistólico (1). El
aumento de la presión venosa sistémica y pulmonar ser
traduce clínicamente en síntomas y signos como: tos,
disnea, ortopnea, hepatomegalia, ascitis, ictericia,
edemas en miembros inferiores, ingurgitación yugular,
signo de Kussmaul, entre otros. Un hallazgo
característico es el chasquido diastólico, ruido que se
escucha en protodiástole y refleja el cese brusco del
llenado ventricular cuando el pericardio fibroso le
impone su límite. En cuanto a los métodos
complementarios, en el electrocardiograma suelen verse
cambios inespecíficos de la onda T y segmento ST. En la
radiografía de tórax se pueden ver calcificaciones
pericárdicas. Tanto en la tomografía axial computada
como en la resonancia magnética se observa el
engrosamiento pericárdico, siendo superior la primera
para visualizar calcificaciones. El ecocardiograma
demuestra el engrosamiento pericárdico, además de
aurículas agrandadas, función sistólica conservada y el
cese del llenado ventricular en diástole. Por modo
doppler y cateterismo se confirma el diagnóstico ya que
ponen de manifiesto los trastornos hemodinámicos
generados en la pericarditis constrictiva. Las causas de
pericarditis constrictivas son múltiples (2): luego de
procedimientos terapéuticos (radiación por tumores,
etc.), traumatismos, por medicamentos, alteraciones
metabólicas (uremia, porfiria), post-IAM. Estas causas
quedan descartadas para nuestro paciente, si tenemos en
cuenta sus antecedentes y características clínicas.
Dentro de las pericarditis constrictivas secundarias
a enfermedades del tejido conectivo, se encuentran
la artritis reumatoidea (AR) y el lupus eritematoso
sistémico (LES). Rápidamente descarto a la AR por la
ausencia del cuadro articular a lo que adiciono la
negatividad del factor reumatoideo. En cuanto al LES, es
una enfermedad inflamatoria crónica de causa desconocida
que puede afectar la piel, articulaciones, riñones,
pulmones, sistema nervioso, las membranas serosas y
otros órganos del cuerpo. La participación serosa es una
manifestación bien reconocida del lupus eritematoso
sistémico. De hecho, la serositis es uno de los 11
criterios para la clasificación del Colegio Americano de
Reumatología (ACR). La serositis se refiere a la
inflamación de las membranas serosas que incluyen
pericardio, pleura y peritoneo, y que puede generar
dolor, derrames, adhesión y fibrosis. Los derrames son
de tipo exudativo. La prevalencia de afectación de la
membrana serosa en LES es muy variable en función de los
criterios utilizados, selección de los pacientes, así
como los métodos de control utilizado. Por ejemplo, en
un estudio publicado en la revista LUPUS del año 2005 se
estudió la prevalencia de la serositis en esta
enfermedad, la cual fue del 12 % (3). Así mismo, del
total de casos de serositis, 26% tenían afectación
pericárdica, 44% afectación pleural y 30% compromiso
peritoneal. 35% tuvieron afectación de 2 o más serosas y
en el 6% la serositis fue la manifestación inicial de la
enfermedad. Sin embargo el 92% de los pacientes tenían
otras manifestaciones de actividad: artritis, lesiones
de la piel, enfermedad renal, manifestaciones
neuropsiquiátricas, leucopenia, trombocitopenia y anemia
hemolítica. Si tenemos en cuenta que nuestro paciente
no presentó ninguna de estas manifestaciones, que es de
sexo masculino y que el resultado del factor anti-núcleo
fue negativo hace que este sea un diagnóstico
improbable.
En cuanto a la pericarditis constrictiva de etiología
neoplásica, ésta puede ser afectada por tumores
primarios del pericardio, los cuales son raros, o bien
por metástasis de neoplasias como pulmón, mama, esófago
o hematológicos, dentro de los más frecuentes. La
diseminación es por continuidad, por vía linfática o
hematológica. Los tumores antes mencionados también se
describen como causantes de derrames pleurales y
peritoneales, pero es infrecuente que estos se presenten
en forma simultánea. En nuestro paciente, no se
visualizan en ninguna de las dos tomografías realizadas
masas tumorales ni adenopatías patológicas. Por esto, lo
considero por ahora un diagnóstico alejado, si bien
habrá que esperar la citología de los derrames y/o
anatomía patológica de las eventuales biopsias de las
serosas comprometidas. Dentro de las neoplasias
primarias del pericardio hago mención a las siguientes
entidades:
·
Mesotelioma:
es un tumor que nace de las superficies mesoteliales.
De origen más frecuente pleural, se manifiesta con tos,
disnea y dolor. Más raro es el hallazgo incidental,
asintomático en la radiografía de tórax. Habitualmente
unilateral, en menos del 5% el compromiso es bilateral.
La morbimortalidad está dada por el colapso pulmonar e
invasión de estructuras vecinas (Síndrome de la vena
cava superior, isquemia cerebral, etc.). Puede
extenderse a peritoneo siendo indistinguible del
primario de esa localización. Pero esto ocurre en
pacientes que han prolongado su sobrevida por el
tratamiento. El segundo lugar afectado en frecuencia es
el peritoneal. En la forma de afectación difusa (la más
frecuente) los síntomas son dolor, ascitis, hiporexia,
pérdida de peso. En fases avanzadas se extiende a
pleura. El pericardio se afecta en pocos casos. Nuestro
paciente niega antecedente de exposición a asbesto,
presenta una edad menor a la descripta para pacientes
con mesoteliomas, tiene compromiso simultáneo de las 3
serosas y ausencia de lesiones en imágenes. Es por esto
un diagnostico poco probable.
·
Linfoma primario de cavidades corporales:
son tipos de linfoma que tienen predilección por las
cavidades corporales como pleural, pericárdica y
peritoneal. Son linfomas de células B. Se han
identificado una serie de factores de riesgo: SIDA (CD4
menos de 100), VHS tipo 8. VEB, sarcoma de Kaposi (4).
Mas descripto en países como Japón y del mediterráneo.
Presenta predominio masculino. Los pacientes se
presentan habitualmente con derrame pleural (60-90%)
pericárdico (0 -30%) y peritoneal (30-60%). También con
derrames articulares y más raramente meníngeo. Son poco
frecuentes los síntomas B. Los síntomas son secundarios
a los derrames. Son derrames serosos con alto contenido
de linfocitos malignos. No hay linfadenopatías,
compromiso parenquimatoso ni masas sólidas. El
diagnóstico se hace por citología que habitualmente es
positiva ya que estos tumores crecen en fase líquida. La
apariencia de las células malignas varía desde grandes
inmunoblásticas a anaplásicas. Por citometría de flujo
se detectan CD 45 y CD 30. Si bien la morfología y el
inmunofenotipo pueden variar, el criterio clave para el
diagnóstico de este tumor es la presencia de HHV-8 en
los núcleos de las células malignas. Nuestro paciente
presenta serología para HIV negativa y a su vez este
tumor no desarrolla pericarditis constrictiva, por lo
cual lo descarto como etiología probable.
Dentro de las pericarditis constrictivas de
etiologías infecciosas, la pericarditis bacteriana o
purulenta se produce generalmente sobre un pericardio
previamente afectado como en la pericarditis urémica o
en pacientes inmunodeprimidos por quemaduras extensas,
inmunoterapia, linfoma, leucemia o SIDA (1). En la era
pre-antibiótica la ruta preponderante era la extensión
desde una neumonía bacteriana o desde un empiema hacia
el pericardio. En la actualidad solo el 20% de los casos
de la pericarditis purulenta se produce por esta vía.
Hoy en día, la pericarditis purulenta se presenta con
mayor frecuencia secundaria a cirugía torácica
condicionada por procesos infecciosos o por traumatismos
torácicos, complicaciones de endocarditis infecciosa,
absceso miocárdico o embolia coronaria séptica. La
mortalidad de este proceso es muy alta (70%). La
pericarditis purulenta es usualmente un padecimiento
agudo de evolución fulminante de pocos días de duración.
El dolor pericárdico está ausente en la mayoría de los
casos y el cuadro clínico lo domina la sepsis y el
taponamiento cardíaco; como signos diagnósticos de
utilidad están la importante leucocitosis con
neutrofilia, la cardiomegalia radiológica, el
ensanchamiento mediastinal y los cambios
electrocardiográficos que son signos que aparecen en
casi todos los casos. Debe tomarse en cuenta que si el
paciente sobrevive a este proceso puede quedar como
secuela pericarditis constrictiva.
Tanto la pericarditis viral como la llamada idiopática
se agrupan en el mismo apartado, ya que clínicamente son
indistinguibles, y es probable que muchas de las
pericarditis idiopáticas sean causadas por infecciones
virales, siendo poco rentable realizar sistemáticamente
estudios para tratar de aislar o identificar posibles
virus. De esta manera, se establecerá el diagnóstico por
exclusión, ante todo cuadro de pericarditis aguda
autolimitada con o sin tratamiento antiinflamatorio en
el que no se halle una etiología específica responsable.
El inicio del cuadro clínico suele ser agudo, con dolor
pericárdico, roce y fiebre. Un curso clínico rápidamente
autolimitado y la ausencia de derrame son datos que
apoyan fuertemente este diagnóstico, aunque la
pericarditis aguda idiopática/viral puede tener un curso
prolongado (varias semanas) y en aproximadamente la
mitad de los casos existe derrame pericárdico, y en un
tercio de éstos, taponamiento cardíaco. La clínica de
nuestro paciente no se corresponde con la pericarditis
bacteriana, viral, ni idiopática, con lo cual me
introduzco en la tuberculosis como causa.
Los datos sobre la incidencia de pericarditis
tuberculosa, deben interpretarse con precaución ya
que la incidencia relativa de la tuberculosis como causa
de enfermedad pericárdica se relaciona con la
prevalencia global de la tuberculosis (TBC) en una
población dada.
En países con alta prevalencia como África y Asia la
tuberculosis es la causa más común de enfermedad
pericárdica. Se presenta en el 1 – 2% de los casos de
TBC pulmonar (5). La
pericarditis tuberculosa esta invariablemente asociada a
la tuberculosis en otras partes del cuerpo.
La extensión se da desde pulmón, bronquios, ganglios,
estructuras óseas o en el contexto de la tuberculosis
miliar. Se presenta como derrame pericárdico,
pericarditis constrictiva, pericarditis
constrictiva-efusiva. En el 60% de los casos se produce
taponamiento cardiaco. Los síntomas de la pericarditis
tuberculosa son inespecíficos, fiebre, pérdida de peso y
sudores nocturnos, que generalmente preceden a las
quejas cardiopulmonares (6). En la mayoría de los casos
la pericarditis tuberculosa es insidiosa en el inicio,
pero a veces el comienzo es repentino y dramático. No
hay ningún estudio de diagnóstico para detectar la
presencia de pericarditis tuberculosa que sea altamente
precisa, así como seguro y fácil de realizar. Como
resultado, el diagnóstico suele retrasarse o perderse.
Puede ayudar la prueba de la tuberculina ya que la gran
mayoría (más del 85 por ciento) de los pacientes
inmunocompetentes con pericarditis tuberculosa aguda o
crónica tienen una PPD positiva (7).También orienta la
determinación de adenosina deaminasa (ADA) en líquido
pericárdico. El uso de un valor de corte de la actividad
de ADA de 40 U/L tiene una sensibilidad y especificidad
de 93 y 97 por ciento, respectivamente (8). El
diagnóstico definitivo es hecho sobre la base de la
demostración de bacilos acidorresistente en el líquido o
tejido pericárdicos. Si bien nuestro paciente no tiene
foco claro para tuberculosis, no presento los síntomas
clásicos descriptos y pese a todo preserva un buen
estado general, considero igualmente como muy probable
que el causal del cuadro sea la tuberculosis, ya que
esta enfermedad sigue teniendo una alta prevalencia en
nuestro medio y hay que tenerla siempre presente cuando
no podamos explicar el cuadro por otra causa.
Ahora bien, si considero que en este paciente el dato
más objetivo es el compromiso pericárdico: ¿cómo puede
explicarse el derrame pleural y la ascitis? Hay
numerosos trabajos y reportes de casos que citan la
asociación entre pericarditis constrictiva y compromiso
de las otras serosas (9, 10). En estos más del 60% de
los pacientes estudiados presentaron derrame pleural
asociado a compromiso pericárdico; la mayoría de los
pacientes presentaron trasudados, pero también se vieron
pacientes con exudados. En los derrames pleurales se vio
tanto compromiso bilateral y simétrico como unilateral
(tanto derecho como izquierdo). El mecanismo responsable
no es claro. Una opción es que las presiones capilares
pulmonar y sistémica están elevadas en forma secundaria
a la enfermedad pericárdica, produciendo un trasudado,
pero esta opción no explica que algunos pacientes
presenten exudado o derrame pleural unilateral.
Revisando la bibliografía, hay trabajos que plantean que
la inflamación de la membrana pericárdica facilita por
si misma el paso de líquido desde la cavidad pericárdica
a la cavidad pleural (11). A raíz de esto se
desarrollaron estudios en animales en los que se realizó
inyección de albúmina en la cavidad pericárdica junto
con obstrucción linfática y/o venosa. Se detectó el
pasaje de albúmina desde la cavidad pericárdica hacia la
pleural y al tejido miocárdico. En nuestro caso creo que
la etiología de los derrames es multifactorial, en parte
secundario al aumento de las presiones venosas, al
aumento de la permeabilidad de la serosas inflamadas (si
es que existe este mecanismo en seres humanos) y también
como consecuencia de la invasión directa del
microorganismo (en este caso Mycobacterium
tuberculosis) en las misma. A raíz de esto último y
a modo de ejemplo cito un caso publicado en el año 2008
de un paciente que se presenta con pericarditis
constrictiva en quien se diagnostica poliserositis por
hallarse en la biopsia de las 3 serosas granulomas
caseosos (12).
Como conclusión, creo que en el caso que se
discute estamos en presencia de una pericarditis
constrictiva crónica, a la cual el paciente se ha ido
adaptando con buena tolerancia, pero que en la
actualidad presento una rápida evolución, no solo por la
aparición de nuevos síntomas y signos clínicos, sino
también por la evidencia tomográfica de un mayor
engrosamiento pericárdico en el transcurso de 2 semanas.
Respecto a la etiología causal, considero a la
tuberculosis como diagnóstico más probable por ser una
enfermedad de alta prevalencia en nuestro medio y por
carecer de datos para un diagnóstico alternativo, a la
luz de la espera de los resultados pendientes de los
estudios realizados. Como se explicó en la presentación
del caso, ante esta alta sospecha de tuberculosis se
decidió comenzar con tratamiento antibacilar y
corticosteroideo en forma empírica. Por esto, considero
que se deben agotar todos los recursos disponibles para
arribar al diagnóstico de certeza, teniendo en cuenta lo
que significa mantener un tratamiento antibacilar
(toxicidad, duración del tratamiento) y las
consecuencias sobre el paciente que puede tener un
diagnostico incierto. Propongo esperar resultado de
determinación de ADA en los líquidos pleural y
peritoneal, realizar PPD y aguardar el análisis
microbiológico y anatomopatológico de la biopsia
pleural. En el caso de no llegarse al diagnóstico por
esta vía, planteo la pericardiectomía (valor diagnóstico
y terapéutico) o como procedimiento menos invasivo la
biopsia pericárdica. Mientras tanto continuar el
tratamiento médico ya instaurado.
Bibliografía:
1.
Maisch B, Seferovic
P, Ristic A et al. Guía de Práctica Clínica para
el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades del
pericardio. Rev Esp Cardiol. 2004; 57:1090-114
2.
Palmeros J, Mendieta Zerón H. Pericarditis constrictiva.
Diagnóstico, tratamiento y pronostico. Revista de
especialidades medico quirúrgicas.2004;9(1):16-20.
3.
Man BL, Mok CC. Serositis
related to systemic lupus erythematosus: prevalence at
oucome. Lupus (2005)14. 822 - 826
4.
Strauchen J, Hauser D. Body
Cavity-Based Malignant Lymphoma Containing Kaposi
Sarcoma-Associated Herpesvirus inan HIV-Negative Man
with Previous Ann Intern Med. 1996;125:822-825.
5.
Larrieu A, Tyers G,
Williams E, Derrick J. Recent experience with
tuberculous pericarditis. Ann Thorac Surg 1980; 29:464.
6.
Diagnostic standards and
classification of tuberculosis in adults and children.
This official statement of the American Thoracic Society
and the Centers for Disease Control and Prevention was
adopted by the ATS board of directors, July 1999. This
statement was endorsed by the Council of the Infectious
Disease Society of America, September 1999. Am J Respir
Crit Care Med 2000; 161:1376. Available at: http://ajrccm.atsjournals.org/cgi/content/full/161/4/1376
(accessed on July 18, 2006).
7.
Rooney J, Crocco J, Lyons
H. Tuberculous pericarditis. Ann Intern Med 1970; 72:73.
8.
Koh KK, Kim EJ, Cho CH, et al. Adenosine deaminase and
carcinoembryonic antigen in pericardial effusion
diagnosis, especially in suspected tuberculous
pericarditis. Circulation 1994; 89:2728.
9.
Tomaselli G, Gamsu G,
Stulbarg MS. Constrictive pericarditis presenting as
pleural effusion of unknown origin. Arch Intern Med
1989;149:201-203.
10.
Weiss J, Spodick D. Association of left pleural effusion
with pericardial disease. N Engl J Med 1983;308:696-697
11.
Gibson AT, Segal MB. A study of the routes by which
protein passes from the pericardial cavity to the blood
in rabbits. J Physiol 1978;280:423-433.
12.
Pericarditis constrictiva tuberculosa: reporte de un
caso. Neumonología y cirugía torácica. 2008;67(2):
84-87. |
|
Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 5 de mayo de 2011, a
cargo de la Dra. María Virginia
Vadalá. |
|
|
|
|
|
|
|
|
|