/  Rosario - Santa Fe - Argentina

 
 
     
 

Seminario central del
19 de abril
de 2012

 

“Mujer de 42 años con ACV isquémico y antecendente de IAM”

 

Presenta:

Dra. Cecilia Campos

Discute:

Dr. Sebastián Garcia Zamora

Coordina:

Prof. Dr. Alcides Greca


 

     
     

 

 
 
 

Discusión del caso clínico

Dr. Sebastián Garcia Zamora

Voy a discutir el caso de una mujer de 42 años con ataque cerebrovascular isquémico (ACV) y antecedente de infarto agudo de miocardio (IAM). Como problemas principales resalto:
- Hipertensión arterial (HTA) gestacional durante su último embarazo.
- IAM con angioplastía de rescate y colocación de stent.
- Dudosa imagen de trombo intracardíaco.
- Función sistólica de ventrículo izquierdo (FEY) deprimida.
- Antecedentes familiares de HTA, diabetes (DBT) y ACV.
- ACV isquémico extenso actual.
- Lipidograma normal.
- Doppler de vasos cuello normal.

El primer interrogante que me surge es el siguiente: ¿deberíamos haber anticoagulado a una paciente con insuficiencia cardíaca (ICC) y FEY deprimida?
Actualmente sabemos que en la ICC  con disfunción sistólica del ventrículo izquierdo hay un incremento del riesgo de eventos tromboembólicos (EvTE), con una incidencia anual del 1-4%, lo que contribuye al elevado número de ingresos hospitalarios y a la morbimortalidad de estos pacientes. El tratamiento anticoagulante oral está claramente indicado en las guías en pacientes con IC sistólica que además presentan fibrilación auricular, trombos intracavitarios o historia reciente de tromboembolia (1-3).
Algunos autores han señalado que la ICC llevaría a un estado de hipercoagulabilidad, mediado por un incremento de la activación plaquetaria y marcadores de coagulación, como el dímero-D, beta tromboglobulina y complejos trombina-antitrombina III, al que se sumaría el estasis secundario a la disminución del flujo sanguíneo intraventricular (4). En buena medida estas hipótesis fueron ratificadas por el estudio SAVE (5) donde se observó un aumento del riesgo de ACV a medida que disminuía la FEY: 4,1% de eventos con FEY >35%; 7,8% con FEY entre 29-35%, y 8,9% con FEY < 28%. Pese a esto, la indicación de anticoagular a pacientes con ICC y FEY deprimida continúa siendo controvertida.
Para intentar resolver esta cuestión una cohorte española recientemente publicada (4) siguió 902 pacientes durante un tiempo promedio de 21 meses, todos con ICC y FEY ≤35%, de los cuales un subgrupo fue anticoagulado; esto último fue decidido por el médico tratante. La FEY promedio de los participantes, tanto anticoagulados como no, fue del 26%. Los autores observaron que la anticoagulación no disminuyó la mortalidad, la tasa de ACV, los ingresos hospitalarios ni la muerte súbita, pero si un punto final que combinaba algunos de estos aspectos. Por lo tanto, se sugiere que la FEY deprimida por sí misma no debería ser un criterio de anticoagulación, por lo menos a la luz de los conocimientos actuales. Resulta interesante mencionar, que se encuentra en marcha otro trabajo, el WARCEF (Warfarin vs Aspirin in Reduced Cardiac Ejection Fraction) específicamente diseñado para aportar información respecto a esta problemática.

Teniendo en cuenta que nos encontramos frente a una paciente con antecedente de un IAM e ICC, que presenta un ACV isquémico, me pregunto ¿cuál sería la causa más probable del ACV?

Por prevalencia, inevitablemente debemos pensar en arteriosclerosis. A favor de esta entidad, la paciente tiene fuertes factores de riesgo familiares, sumado a sus antecedentes de HTA gestacional e IAM. En contra de esta etiología, debemos recordar que presentó un IAM a edad joven, momento en el cual se le realizó una cinecoronariografía y se informó que, fuera del área trombosada, sus coronarias eran normales. Por otra parte en esta internación se le realizó un doppler de vasos de cuello, el cual también se informó como normal, y un lipidograma dentro de parámetros normales. Por ello me pregunto si hay algún otro estudio que podría aportar información para sustentar o alejar esta posible causa. Creo que el Espesor Intima Media Carotídeo (EIMC) sería de vital importancia para esto.
Aproximadamente 40% de los sujetos con enfermedad arterial coronaria tienen presión arterial y niveles de colesterol normales. Los factores de riesgo, si bien importantes desde el punto de vista etiológico, no pueden considerarse el método de "screening" para la identificación de pacientes de riesgo de enfermedad cardiovascular en una población sana con individuos asintomáticos (6). Esto explica el auge de estudios vasculares no invasivos para la estratificación de riesgo de pacientes seleccionados; de estos, el EIMC es uno de los que ha tomado mayor rol protagónico. Su fundamento consiste en intentar detectar arteriosclerosis subclínica mediante la medición de parámetros prefijados (7). Este método demostró ser un predictor independiente de ACV, IAM y enfermedad cardiovascular, al tiempo que resultaría también útil para el seguimiento, pues permitiría el control de la progresión, estabilización y regresión de la enfermedad ateroesclerótica con el tratamiento instituido (8).
Una de las grandes ventajas del EIMC es que este método “observa la pared, y no la luz” de los vasos. Sin embargo, no debemos olvidarnos que no evalúa directamente los vasos coronarios ni cerebrales, y que las mediciones se comparan con valores de referencia que se han tomado a partir de estudios en poblaciones ajenas a nuestro país.

Otra posible etiología a descartar en este caso es la embolia. Como se mencionara previamente la ICC con FEY disminuida es un factor independiente para ello, aunque su verdadero peso no es tan claro. Además, como otro punto a favor de esta etiología sería la presentación súbita y máxima de los síntomas desde un comienzo. En contra, el electrocardiograma de la paciente mostraba un ritmo sinusal, no refería síntomas compatibles con una fibrilación auricular (FA) y la aurículas tenían un tamaño normal en el ecocardiograma. Sin embargo, resulta interesante mencionar un trabajo recientemente publicado (9) el cual encontró una tasa considerable de FA subclínica, postulando que la misma podría ser responsable de un número importante de los ACV de causa no filiada. Pese a lo interesante de esta premisa, hay algunos puntos que fueron señalados en editoriales sobre el trabajo (10-12) y que permanecen sin estar del todo claros. En primer lugar, la FA subclínica de los pacientes en el mencionado estudio fue detectada por cardiodesfibriladores o marcapasos que los sujetos tenían implantados por diversos motivos; el hecho de que estos dispositivos predispongan a la ocurrencia de FA subclínica es algo difícil de descartar (recordemos que implica la presencia de un dispositivo alojado a nivel auricular). Por otra parte, el verdadero impacto de este tipo de FA, o las medidas terapéuticas a adoptar es algo sobre lo cual tampoco hay consenso. Más aún es controvertido si todo paciente con un ACV de causa no clara debería ser sometido a un Holter, no solo por cuestiones de relación costo-beneficio, sino porque como mencioné, tampoco hay un acuerdo sobre cómo intervenir si se detectase una FA subclínica. En líneas generales, estos pacientes no deberían ser sometidos sistemáticamente a un Holter. Por otra parte, de detectarse una FA subclínica, debería valorarse el riesgo global de embolia, y la anticoagulación parecería la opción más razonable.
Creo que la etiología embólica está más alejada en la paciente en discusión, por lo cual si bien se podría considerar la realización de un Holter, no considero que actualmente cambie la conducta, por lo que no se lo indicaría en el presente.

Ahora bien, tratándose de una mujer joven, con una cinecoronariografía y un doppler de vasos de cuello que no muestra ateromatosis significativa, considero que otra etiología a considerar es una posible trombofilia.
El término trombofilia define condiciones hereditarias o adquiridas del sistema de la hemostasia que predisponen a la trombosis. Ambas condiciones (hereditarias y adquiridas) pueden coexistir en un mismo paciente. Se han descripto numerosas entidades (tabla 1), la mayoría de las cuales se relacionan principalmente con trombosis venosas (13).

TROMBOFILIAS HEREDITARIAS

TROMBOFILIAS ADQUIRIDAS

- Factor V Leiden
- Déficit de antitrombina
- Déficit de proteína C
- Déficit de proteína S
- Resistencia a la proteína C activada
- Mutación génica G20210A del factor II (protrombina)
- Hiperomocisteinemia
- Exceso de factor VIII

  1.  Síndrome antifosfolipico
  2. Anticonceptivos orales
  3. Enfermedades autoinmunes
  4. Neoplasias
  5. Enfermedad hepatica
  6. Embarazp y puerperio
  7. Sindromes mieloproliferativos
  8. Sindrome nefrótico
  9. Obesidad
  10. Trombocitopenia inducida por Heparina

 

 

 

 

 

Tabla 1: Causas más importantes de trombofilias hereditarias y adquiridas (14).

Clásicamente la trombosis arterial es el resultado final del daño vascular aterosclerótico en el sitio de ruptura de la placa rica en lípidos. Los trombos arteriales están formados principalmente por plaquetas y se localizan en zonas de alto flujo. Los trombos venosos están constituidos fundamentalmente por fibrina y glóbulos rojos y se forman en áreas de estasis sanguíneo (13,14). Pese al creciente avance en el conocimiento de estas entidades, suele plantearse que en más de la mitad de los casos en que existe una elevada sospecha clínica de trombofilia, no suele diagnosticarse una entidad específica. Para explicar este fenómeno se ha postulado que se trataría de afecciones que aún no pueden ser distinguidas por estudios analíticos. Ahora bien, en este contexto vale la pena preguntarse, ¿a qué sujetos deberíamos estudiar a los fines de descartar una trombofilia?
Clásicamente se ha dicho que debería estudiarse a las personas que reúnan al menos alguno de los siguientes criterios clínicos:
- Eventos troboembólicos recurrentes.
- Eventos precoces (<50 años).
- Ausencia de estenosis significativa en la angiografía.
- <55 años en hombres y < 60 años en las mujeres, si no se encuentra una causa evidente o importante historia familiar. Este último es algo más discutido (14,15).
La paciente en discusión cumple todos los criterios postulados.
Ahora bien, ¿cuál es el fundamento para estudiar una posible trombofilia? Por un lado, diagnosticar una trombofilia puede cambiar el tiempo de anticoagulación de un paciente. Si bien no hay lineamientos absolutos, la mayoría de los pacientes con alguna entidad específica se anticoagularían por años, o incluso de por vida.
Más controvertido resulta el estudio de pacientes asintomáticos. En general, en pacientes que no han presentado trombosis, el riesgo de la anticoagulación supera al riesgo mismo de trombosis. Sin embargo hay casos puntuales en los cuales podría ser útil este estudio, como en el caso de mujeres jóvenes que deseen emplear anticonceptivos, o aquellas que busquen quedar embarazadas. Eventualmente el conocimiento de una predisposición particular hacia las trombosis podría intensificar la profilaxis de sujetos en determinadas circunstancias, como en el postoperatorio, o ante postración prolongada (13-15).

Es importante señalar que determinadas circunstancias pueden alterar el estudio para trombofilias en un paciente particular. La tabla 2 resume esto.

Test

Factores confundidores

Acenocumarol

Heparina

Trombosis aguda

Antitrombina

No (raramente ↑)

Puede ↓

Ac. Antifosfolípido

No

Potencial Falso +

No

Factor V Leiden

Result. contradictorios

No

No

aPTT

Puede ↑

Homocisteína

No

No

No

Anticoagulante Lúpico

No cuando se realizan test confirmatorios

No cuando se realizan test confirmatorios

No

Proteína C

No

Puede ↓

Proteína S

No

Puede ↓

Mutación gen protrombina

No

No

No

Tabla 2: Alteración de las pruebas de trombofilia en distintas circunstancias (15).

De forma breve resumiré las condiciones clínicas que han demostrado, en mayor o menor medida, relación con trombosis arteriales (13-16), descartando las neoplasias por no corresponderse con el cuadro de la paciente, y el consumo de anticonceptivos orales, ya que la misma negaba estar realizando esta medicación.
Déficit de proteína C
Se han descrito más de 160 mutaciones del gen que codifica esta proteína. La prevalencia del déficit de proteína C asintomático es de entre 1/200 y 1/500 individuos sanos, mientras que la prevalencia de la patología clínicamente significativa se ha estimado en 1/20.000 pacientes. Además de predisposición a trombosis venosa, los pacientes heterocigotos para el déficit de proteína C pueden tener también riesgo de ACV isquémicos o trombosis de arterias mesentéricas. Sin embargo, no hay evidencia respecto a una asociación entre los signos tempranos de alteraciones ateroscleróticas (EIMC, índice de presión tobillo/brazo) y el déficit de proteína C.
Déficit de proteína S
Esta proteína actúa como principal cofactor de la proteína C activada, al aumentar la afinidad de la proteína por los fosfolípidos con carga eléctrica negativa. Aunque esta entidad es infrecuente en la población general, se encuentra en un 1-13% de los pacientes con trombofilia que sufren una trombosis. Un estudio de cohorte indicó también que los individuos con déficit de proteína S tienen un riesgo superior de trombosis arterial antes de los 55 años. Sin embargo otros trabajos no han encontrado asociación con las trombosis arteriales.
Resistencia a la proteína C activada
La mutación más frecuente en el gen del factor V es una sustitución de aminoácidos en uno de los lugares de rotura de la proteína C activada. Esta mutación, el factor V Leiden, explica un 90-95% de todas las causas de resistencia a la proteína C activada, y constituye la trombofilia hereditaria de mayor prevalencia, al afectar a un 4-6% de la población general. Es muy poco frecuente o inexistente en poblaciones del extremo oriente, negros africanos o poblaciones autóctonas de América y Australia. Otras dos mutaciones muy poco frecuentes del factor V son el FV Cambridge y el FV Hong Kong, las cuales no se asociarían con un aumento del riesgo de trombosis.
Se considera que el FV Leiden es un factor de riesgo moderado de ACV isquémico e infarto de miocardio antes de los 55 años, en especial en mujeres fumadoras. No se considera que sea un factor de riesgo de episodios de oclusión arterial periférica, excepto en algunos pacientes con una enfermedad nativa avanzada o una enfermedad de un injerto quirúrgico.
Síndrome antifosfolipídico (SAF)
El SAF es un trastorno autoinmunitario caracterizado por la asociación clínica de anticuerpos antifosfolipídicos con un estado de hipercoagulabilidad. El SAF es la trombofilia que más se asocia a trombosis arteriales. Es un reconocido factor de riesgo de infarto de miocardio, ACV e hipertensión pulmonar, lo cual incrementa la predisposición a la trombosis. De hecho, algunos autores sugieren descartar esta entidad antes de ahondar en el estudio de trombofilias hereditarias en el contexto de trombosis arteriales.
Un tema que ha cobrado mayor auge, pero que continúa siendo blanco de importantes controversias, es la relación entre SAF y aterosclerosis. La mayoría de los expertos acuerdan que en ocasiones el primer signo de SAF puede ser una tendencia a la aterosclerosis acelerada, en sujetos sin factores de riesgo. Esto es especialmente válido en el caso de mujeres jóvenes no tabaquistas. Sin embargo, muchos de los trabajos que sustentan esto han sido realizado con un número bajo de pacientes, y no siempre ha podido separarse completamente de los factores de riesgo tradicionales.
Fisiopatológicamente, los anticuerpos circulantes en la enfermedad actuarían directamente a nivel endotelial, lo cual sumado al estado procoagulante y protrombótico aceleraría el proceso aterosclerótico. Resulta interesante mencionar que un trabajo que estudió el EIMC en sujetos “sanos” y comparó los resultados con personas con SAF asintomático, encontró que el EIMC se encontraba aumentado en el 3% de los primeros, contra un 15% en el segundo grupo (17). Por otra parte, otro trabajo relacionó la presencia de anticuerpos anti-cardiolipina como un factor de riesgo independiente de ACV en mujeres, pero no en hombres (17).
En definitiva, y a la luz de las evidencias actuales, parece razonable considerar la posibilidad de que un paciente padezca una trombofilia, en concreto un SAF, aún si se demostrara la presencia de aterosclerosis en sus arterias, especialmente cuando estos hallazgos sean “desmedidos” respecto a lo esperado. Considero a este un diagnóstico muy probable en esta paciente.
Si sospechamos fuertemente una trombofilia en la paciente, y sabemos que en más del 50% de los casos no podremos diagnosticar una entidad concreta, considero que debería anticoagularse a la paciente por un plazo prolongado. Inclusive no descarto que la posibilidad de la anticoagulación de por vida, aún si todos los estudios para trombofilia fueran negativos.

Una consideración especial merece el hecho de agregar o no aspirina (AAS) a la anticoagulación.
Como muchos de los aspectos hasta ahora abordados, esto es también un tema de debate. Los fundamentos teóricos de este accionar son el beneficio de inhibir la acción plaquetaria, además de los factores de coagulación. Estudios que han abordado esta temática (18,19) encontraron que había beneficios en la prevención de eventos trombóticos, pero a expensas de un riesgo incrementado de sangrado. Si bien distintos autores consideran esta indicación frente a distintas situaciones (20), la mayoría acuerda en que son los pacientes portadores de una válvula protésica aquellos en los cuales los beneficios superarían claramente a los riesgos. En la paciente en discusión, personalmente adoptaría una conducta más conservadora, en consonancia con la premisa “primun non nocere”, y reservaría la adición de AAS en caso de que repita algún evento estando anticoagulada.

Otra cuestión importante es que se plantea anticoagular a una paciente que ha sufrido un ACV isquémico reciente. ¿Cuál es el momento ideal para comenzar la anticoagulación? No se dispone de grandes estudios al respecto. Las guías (21,22) recomiendan que la profilaxis con heparina podría comenzarse dentro de las primeras 24-48 hs. Sin embargo, respecto a la anticoagulación terapéutica, no suelen ser tan precisas. Una de ellas (22), en relación con una revisión Cochrane del año 2008 (23) recomienda que la terapia anticoagulante debiera diferirse al menos 14 días, especialmente en casos de ACV de grandes dimensiones. Otros autores (24) han planteado que en casos de fibrilación auricular, podría considerarse iniciar el tratamiento luego de 7 a 10 días, siempre que el ACV no haya sido extenso. Me parece prudente, por tanto, aguardar 14 días antes de comenzar la terapia en la paciente en discusión.

Antes de concluir, me parece pertinente señalar un interrogante generado mientras revisaba el caso: ¿estaríamos discutiendo de igual manera, si en vez de ser una paciente mujer se tratara de un hombre? Es decir, ¿existen diferencias de “género” en lo que a enfermedades cardiovasculares respecta?
Sin lugar a dudas, considero que existen diferencias.
Es sabido desde hace tiempo que las enfermedades cardiovasculares pueden presentarse de manera diferente en ambos sexos (25). Y si bien ha habido un esfuerzo de parte de diferentes sociedades científicas internacionales por subrayar esto, incluso confeccionando guías especiales al respecto, casi paralelamente ha habido una creciente cantidad de publicaciones (26-30) señalando disparidades en la atención de pacientes con posible patología cardiovascular, según el sexo de los mismos. Habría una infrautilización de procedimientos diagnósticos en mujeres, al tiempo que estas suelen ser tratadas de forma subóptima, tanto en fase aguda, como a largo plazo. Esto no solo pone de manifiesto una gran disparidad entre sexos, sino que resalta la existencia de prejuicios arraigados entre los profesionales que asisten a estos pacientes. Considero de vital importancia ser conscientes de esto, para no caer en la inercia terapéutica, lo cual constituye un claro atentado a la atención de nuestros pacientes.

Para concluir creo que estamos frente a una paciente joven sin evidencia clara hasta el momento de enfermedad arteriosclerótica, que presentó un IAM previamente, quedando como secuela con una ICC con FEY disminuida, y que ahora debió internarse por un ACV isquémico. De las tres etiologías posibles para este cuadro, considero a la embolia un diagnóstico más alejado. Respecto a la posibilidad de enfermedad arteriosclerótica o trombofilia, es más difícil de dilucidar. Creo que la realización de un doppler con medición del EIMC aportaría información de gran valor en este caso. Sin embargo, no podemos desconocer que ambas entidades pueden coexistir. La paciente reúne ampliamente criterios para estudio de una trombofilia, y me parece muy acertado que se le lleven a cabo estas determinaciones. De todas las entidades posibles, creo que la más probable es un SAF, seguida por un déficit de proteína C. Ahora bien, independientemente de los resultados de estos estudios, creo que la paciente debe anticoagularse, y personalmente diferiría el agregado de aspirina, debido al riesgo incrementado de sangrados a que esto la expondría. El tiempo exacto de anticoagulación pienso que deberá individualizarse según la evolución de la paciente.
Por último es crucial optimizar el tratamiento de la ICC de la paciente, ya que independientemente de su causa esta es una entidad con una elevada mortalidad.

 

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Discusión

La discusión de este seminario corresponde al 19 de abril de 2012, a cargo de Dr. Sebastián Garcia Zamora

 
Imágenes del caso
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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