Se discute el caso de una paciente de 42 años,
tabaquista, que presenta un cuadro de varios meses
de sintomatología respiratoria, e ingresa por un
cuadro de taponamiento cardíaco secundario a un
derrame pericárdico severo sanguinolento que
requiere drenaje quirúrgico, cuyo estudio
anatomopatológico de líquido y biopsia pericárdica
obtenidos no son concluyentes, y que presenta además
lesiones pulmonares en la tomografía de tórax
realizada durante su internación. Creo que el
análisis de la patología pericárdica es un buen
camino inicial para pensar que puede estar pasando
en esta enferma.
Las enfermedades del pericardio constituye un
conjunto heterogéneo de trastornos caracterizado por
un espectro etiológico amplio y una expresividad
fisiopatológica y clínica relativamente homogénea,
pronunciándose por cuadros como la pericarditis
aguda, el derrame pericárdico que en pocas ocasiones
puede producir compromiso hemodinámico (taponamiento
cardíaco), y la pericarditis constrictiva. La
cavidad pericárdica contiene en condiciones normales
entre 15 y 50 ml de líquido. Cuando se sobrepasa
esta cantidad se considera patológico y hablamos de
derrame pericárdico (DP). Las causas son numerosas,
pero la pericarditis aguda idiopática y secundaria a
virus se llevan el 80 y 85 % de éstas. Otras son:
pericarditis tuberculosa; pericarditis purulenta; el
DP secundario a IAM, infiltración neoplásica, trauma
cardíaco (incluido los derrames secundarios a
cateterismos, estimulación cardíaca, etc),
irradiación mediastinal, insuficiencia renal
crónica, colagenopatías, mixedema, infección por VIH
y asociado a drogas. Los derrames pericárdicos
suelen sospecharse por la clínica, el ECG y la
radiografía de tórax, y se confirman por el
ecocardiograma, que también es útil para
cuantificarlo y clasificarlo en leve, moderado o
severo según la distancia detectada entre ambas
hojas pericárdicas (< 10 mm, entre 10 y 20 mm y más
de 20 mm respectivamente).
Una vez diagnosticado el DP hay que descartar la
presencia de taponamiento cardíaco, situación
potencialmente letal. Se entiende por éste al
compromiso hemodinámico de la función cardíaca,
secundario al derrame pericárdico. Este cuadro se
produce cuando la acumulación de líquido
intrapericárdico conduce a un aumento de la presión
pericárdica en grado tal que se produce la
compresión de las cámaras cardíacas, produciendo un
aumento en las presiones en las mismas, limitación
progresiva del llenado ventricular hasta que se
produce la disminución del volumen sistólico
(taponamiento descompensado). La falta de datos
patognomónicos y el hecho de que algunos de los
signos clínicos más importantes pueden pasar
desapercibidos, constituyen una limitación
importante para el diagnóstico con prontitud. La
forma de presentación puede ser aguda con
hipotensión asociada a ingurgitación yugular que se
desarrolla en minutos u horas (secundaria a ruptura
cardíaca o de aorta, trauma, o a colocación de un
macapasos por ejemplo), o subaguda (secundario a
neoplasia o pericarditis crónica idiopática, por
ejemplo). Ésta forma es menos dramática,
manifestándose con fatiga, disnea, dolor torácico
inespecífico, e incluso edema periférico, todos
éstos de aparición progresiva en semanas o meses.
Dos signos clínicos fundamentales en la sospecha del
cuadro son la ingurgitación yugular y el pulso
paradojal, que deben examinarse siempre ante un
paciente taquicárdico y taquipneico. Los complejos
pequeños o la alternancia eléctrica, asociados a
taquicardia, deben investigarse en el ECG. El
ecocardiograma en un paciente con derrame
pericárdico severo pueden ser muy útil para detectar
signos de taponamiento cardíaco “descompensado”
(taponamiento que se acompaña de bajo gasto
cardíaco). El colapso auricular derecho es un signo
sensible en este caso, pero el colapso ventricular
derecho es más específico. La presencia sobre todo
del colapso de la aurícula derecha, es un signo de
alerta sobre la posibilidad de que se produzca un
taponamiento descompensado, si bien el diagnóstico
de éste es preferentemente clínico (signos de bajo
gasto cardíaco asociado a signos clínicos de derrame
pericárdico severo).
El hecho de que el cuadro de taponamiento en esta
paciente se asocie a un derrame pericárdico de tal
magnitud (severo), habla a las claras de que éste
es, cuanto menos, subagudo. Existen varias
revisiones sobre las etiologías más probables en los
pacientes con derrame severo. En una serie de 75
pacientes con diagnóstico de DP severo al ingreso,
las causas fueron: neoplásico 23 %, infeccioso 27 %
(incluye viral, bacteriano y por micobacterias),
secundario a radioterapia 14 %, colagenopatías 12 %,
insuficiencia renal crónica o en tratamiento
dialítico 12 %, e idiopático 7 %. En otro estudio
que revisó 322 pacientes, que incluyó además
derrames moderados, las causas idiopáticas e
iatrogénicas se llevaron el 45 % de los casos
(pericarditis aguda idiopática 20 %, derrame
paricárdico crónico idiopático 9 %, y de causa
iatrogénica 16 %). Esto habla de que a medida de se
incluyen derrames de menor cuantía, la causas
idiopáticas son más comunes. Este mismo estudio
concluyó que en pacientes con derrame pericárdico
primario que: 1) la presencia de signos de
inflamación pericárdica se asocia a pericarditis
aguda idiopática, sin importar la cuantía del
derrame (OR 5.5, IC 95% 4.2 a 7.1); 2) en ausencia
de signos inflamatorios, la presencia de
taponamiento se asociaba a causa neoplásica (OR =
2.8, IC 95% 1.4 a 5.4); 3) en pacientes con derrame
pericárdico severo en ausencia de sintomatología de
inflamación y de taponamiento, el diagnóstico más
probable es el derrame crónico idiopático. Nuestra
paciente nunca presentó signos de inflamación
pericárdica, no tiene evidencia de colagenopatías o
falla renal, ni antecedentes de irradiación o de
procedimientos cardíacos invasivos, por lo que nos
quedan las causas neoplásica, infecciosa o
idiopática.
Por otro lado, teniendo en cuenta que el aspecto
hemorrágico del líquido pericárdico de este caso,
voy a citar un artículo publicado en la revista
CHEST del año 1999, donde se analizaron 96
pacientes, en un período de seis años, con
taponamiento cardíaco por derrame pericárdico
hemorrágico, se encontró como causa más común
nuevamente a la iatrogénica con el 36%, y en segundo
lugar a las neoplasias con el 25%, principalmente de
mama (7%), pulmón (6%), linfoma (6%) y misceláneas
(7%). Otras causas fueron complicaciones post-IAM
(11%), idiopática (10%), urémica (7%), disección
aórtica (4%), trauma (4%), bacteriana (2%), terapia
anticoagulante (2%), pericarditis tuberculosa (2%) y
LES (1%).
Se debe tener en cuenta que este estudio se realizó
en un hospital de los Estados Unidos donde se
realizan habitualmente procedimientos cardíacos
invasivos y donde la tuberculosis no es endémica
como en nuestro país. Por ésto, y siguiendo a los
consejos de los viejos libros de medicina (Cecil,
Harrison, Robbins) que dicen que “…las causas más
comunes de derrame pericárdico hemorrágico son las
neoplasias y la tuberculosis”, voy a tener en
cuenta a éstas como probables diagnósticos, sobre
todo teniendo en cuenta la presencia de lesiones
pulmonares en esta paciente.
La enfermedad maligna del pericardio es responsable
del 15 a 20 % de los derrames moderados a severos y
no es infrecuente que se presente con signos de
taponamiento cardíaco. El líquido pericárdico suele
ser serohemático o sanguinolento y la citología
puede ser útil, pero tiene un alto porcentaje de
falsos negativos que varía según las publicaciones
(hasta un 33 %, en los mejores centros médicos). Las
causas más comunes son carcinomas de mama o pulmón y
los linfomas Hodgkin. Menos común es el mesotelioma
maligno u otros tumores (primarios del corazón,
melanoma y otros carcinomas metastáticos). Si
recordamos que esta paciente es una fumadora de
jerarquía, que presenta acropaquia, tromboflebitis a
repetición (tromboflebitis migratriz), y teniendo en
cuenta el aumento de la incidencia de cáncer de
pulmón en mujeres, debo sospechar en primer lugar
que el primario está en el pulmón, siendo
probablemente un adenocarcinoma por la frecuencia en
que reúne estas características (mujer fumadora,
localización periférica, tipo de cáncer de pulmón
que con mayor frecuencia produce compromiso
pericárdico). En un review de la revista CHEST
publicado en el año 2000, de 82 pacientes con
taponamiento cardíaco secundario cáncer de pulmón
no-células pequeñas, el 66 % eran adenocarcinomas y
el 13 % carcinoma epidermoide, siendo el resto
combinación de ambos o indiferenciados. Por otro
lado este estudio, y muchos otros, muestran una
pobre sobreviva a corto plazo (sobreviva media de
74.5 días y al año 7.3%). Si bien el primario podría
ser el pulmón, no dejaría de realizar un estudio
mamario exhaustivo para descartar la posibilidad del
cáncer de mama, patología que también puede
comprometer al saco pericárdico.
En un paciente con derrame pericárdico sanguinolento
y sintomatología respiratoria de meses de evolución
e infiltrados pulmonares, la pericarditis
tuberculosa es una causa a descartar en nuestro
medio,
sobre todo teniendo en cuenta que ya presentaba una
imagen sospechosa en el campo pulmonar superior
izquierdo, sin evidente compromiso pericárdico, en
la radiografía de tórax de diciembre del pasado año.
La incidencia de afección del pericardio por la
tuberculosis varía entre las diversas series, desde
4,4 a 7 %. Los síntomas son los habituales asociados
a la infección (fiebre, pérdida de peso y sudoración
nocturna) más los relacionados al compromiso
pericárdico. La evidencia de lesión pulmonar clínica
y radiológica puede variar entre un 30 y 70 % según
las series. El diagnóstico en el líquido pericárdico
obtenido por pericardiocentesis, suele obtener buen
rédito sólo si se combinan la evaluación directa con
las tinciones para ácido-alcohol resistentes y el
cultivo, alcanzando un rédito diagnóstico cercano al
75 % y con el dosaje de ADA con un punto de corte de
40 U/l (sensibilidad 93 %, especificidad 97 %). Si
bien el caso en discusión presenta características
compatibles con esta etiología, la relativa baja
incidencia de ésta, la falta de antecedentes de foco
para TBC, y la ausencia hallazgos compatibles en los
análisis de esputo, líquido y biopsia del pericardio
(directo de esputo negativo para BAAR, líquido
pericárdico sin reacción linfocitaria típica de la
tuberculosis y ausencia de caseosis), alejan la
posibilidad de que el M. Tuberculosis sea el
responsable del cuadro.
Por último, teniendo en cuenta que sólo en el 40 a
55 % de los pacientes con derrame pericárdico y
neoplasia diagnosticada se puede confirmar la
afección del pericardio por ésta (por citología o
biopsia), una tercera posibilidad diagnóstica es que
la patología pericárdica no tenga relación con la
afección pulmonar, y que estemos en presencia de un
derrame pericárdico crónico primario, responsable
entre un 7 a 10% de los derrames pericárdicos
severos en las series publicadas. Esta entidad se
define como la presencia de un derrame de más de
tres meses de evolución cuyo estudio, que incluye el
análisis del líquido, no ha aportado ningún dato
sobre la etiología del mismo, y que suele
presentarse con síntomas de derrame pericárdico
moderado o severo sero-fibrinoso o
sero-sanguinolento no complicado, e incluso, como
taponamiento cardíaco en un 30 % de los casos. En
esta hipotética situación, rara por cierto, las
lesiones pulmonares evidenciadas en la TAC de tórax
e informadas como áreas de engrosamiento
peribroncovascular con dilatación bronquiolar,
podrían corresponder a linfangitis carcinomatosa o a
patología intersticial. Debemos tener en cuenta que
en algunas ocasiones, lo que inicialmente se rotula
de derrame pericárdico primario crónico, con el
tiempo, termina emergiendo una causa subyacente (TBC
o neoplasia).
Como conclusión lógica tengo que pensar inicialmente
que la enfermedad está el pulmón y que la patología
del pericardio es sólo un epifenómeno del mismo. Por
esto intentaría realizar una punción-biopsia de las
lesiones pulmonares guiada bajo TAC y solicitaría
una interconsulta con los neumonólogos para evaluar
la realización de una broncofibroscopía con BAL para
citología y bacteriología, o quizás biopsia
transbronquial. El análisis por inmunomarcación de
la biopsia pericárdica quizás nos oriente. Por otro
lado agotaría la batería diagnóstica para intentar
descartar la presencia de cáncer de mama debido a la
imagen sospechosa nodular evidenciada en la
mamografía, si bien lo creo menos probable. La
tuberculosis y la idea de romper con la teoría
unicista me parecen menos probables.
Bibliografía disponible en la presentación