El éxito del médico Alcides A. Greca Por mera costumbre, solemos relacionar el vocablo éxito con el final feliz de alguna empresa o tarea. En rigor, la palabra latina exitus hace referencia simplemente al final del emprendimiento, y va de suyo que este final puede ser favorable o desfavorable. Los médicos a menudo hablamos del exitus letalis para dar a entender con eufemismo (¡tanta angustia nos provoca!) que alguien ha muerto.
Sin embargo, en nuestro lenguaje cotidiano damos al término una interpretación diferente y a todos, sin demasiada excepción imaginable, nos atrae la idea de ser exitosos. Lo que seguramente es diverso, discutible y ampliamente opinable es nuestra imagen mental de lo que significa alcanzar esta condición.
En medicina, quizás como en cualquier otro terreno del quehacer humano, pueden existir tantas concepciones del éxito como médicos existan, pero sin llegar a tales extremos, es posible intentar delinear algunas categorías de médicos, en relación con este aspecto del ejercicio de la profesión.
a.- Los que consideran su éxito la recuperación de la salud de los enfermos y que no aspiran a nada más que a verlos restablecidos. No esperan recompensa alguna, pero disfrutan en silencio cuando alguien les regala un escueto “Gracias, doctor” y se sienten en el cenit de la omnipotencia si el enfermo en cuestión, un tanto más grandilocuente, completa la fórmula con un “Yo a usted le debo la vida”.
Por lo general se trata de verdaderos románticos que se sienten tocados por la mano de Dios por tener el privilegio de ejercer esta profesión. Casi sin excepción son muy jóvenes y con el correr de los años van cambiando lentamente su punto de vista y los agradecimientos dejan de resultarles suficientes, en especial cuando empiezan a tener serios y concretos problemas para su subsistencia. Es así que van aprendiendo con la áspera mordiente de la experiencia propia que nadie acepta como pago de nada un mero agradecimiento. A menudo caen en una cierta depresión que en algunos se va transformando en resentimiento, luego de haber visto a tantos pacientes alejarse una vez restablecidos sin siquiera saludar.
b.- Los que se sienten exitosos cuando logran convertirse en líderes de opinión y son consultados por colegas, instituciones y medios de comunicación cuando alguna enfermedad preocupa por cualquier motivo a la sociedad. Se trata de los expertos, una categoría cultural de difícil definición que sin duda genera reverencia en sus semejantes.
Habitualmente hay un marcado narcisismo en estos casos y es esa misma condición lo que suele conspirar contra la adaptación al paso del tiempo y la declinación de la notoriedad que esto indefectiblemente conlleva. Estos médicos también suelen ser presa de profunda depresión, en especial cuando no han sido capaces de desarrollar intereses fuera del ámbito estricto de la actividad médica específica. Es fácil reconocerlos en cualquier evento social: Están casi siempre relatando el caso que vieron hace poco o el trabajo científico que acaban de publicar.
c.- Los que persiguen el bienestar económico. Sueñan desde los primeros años, cuando están deambulando de guardia en guardia, con el ansiado día en que serán felices propietarios de una casa lujosa, un automóvil que alimente la envidia de sus relaciones y una abultada cuenta bancaria. En general, se trata de equivocados. Sin duda, en muchas otras actividades empresariales, comerciales o financieras podrían alcanzar ésta, su concepción del éxito, con mucha más facilidad, menores riesgos y sobre todo menos angustias. Con todo, es muy común ver a este tipo de médicos provocando en esforzados colegas una pregunta crucial: ¿Cómo hará para hacer tanto dinero? La respuesta, lamentablemente no siempre es el esfuerzo sostenido y sin pausa y la idoneidad indiscutida. A menudo, en cambio, hay que buscarla en cuestiones reñidas con la ética. Pero ellos suelen desplazarse satisfechos por la vida.
d.- Los que aspiran a sentirse exitosos si logran ejercer su profesión con seriedad y pericia y ¡logro de logros! vivir de ella con dignidad y decoro. Se diría que se trata de individuos realistas que sólo se plantean objetivos lógicos, razonables y perfectamente alcanzables. No pocas veces sin embargo, se ve a profesionales capaces y eficientes, que por no haber contado con esa mínima dosis de suerte sin la cual creía Napoleón que ninguna empresa humana era posible, abandonan la medicina en medio del desencanto.
Habrá advertido el lector que de acuerdo a esta descripción los únicos que no se sienten frustrados son los que con medios adecuados o inadecuados alcanzar la holgura económica. No debe interpretar en modo alguno que la intención de estas líneas es transmitir el concepto de que la salud psíquica sólo se preserva con estos métodos. Por el contrario, es nuestra sensación que sólo de la coherencia entre los principios y los medios puede surgir la plenitud emocional. Cada uno debería preguntarse ¿Qué significa ser exitoso para mí?
Y probablemente cuando logre hacer algo importante, con un objetivo ético, en buena compañía (como definió alguien maravillosamente a la felicidad), vendrá luego y por añadidura, el reconocimiento social y económico si y sólo si, la suerte no le es del todo esquiva.
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