Seguridad e incertezas Alcides A. Greca
De vez en cuando la vida
nos besa en la boca
y a colores se despliega
como un atlas,
nos pasea por las calles en volandas,
y nos sentimos en buenas manos
“De vez en cuando la vida”
Joan Manuel Serrat
Sentirse en buenas manos es una vivencia que suele asociarse con la felicidad. Existe “alguien” que nos cubre las espaldas o que desde arriba maneja los hilos invisibles de un escenario que nos permite abrigar la certeza de que nada malo podrá ocurrirnos.
A la luz del pensamiento racional, resulta claro que la seguridad no es más que un producto de nuestra imaginación. De lo único que puede estar absolutamente seguro el ser humano es de que va a morir, pero aun en este caso, la incertidumbre acerca del cómo y sobre todo del cuándo, permite mantener un halo de misterio que hace posible que pongamos en juego el mecanismo defensivo de la renegación y que podamos seguir adelante con nuestra existencia, sobreponiéndonos a los sinsabores, sin pensar en ulterioridades, a la manera de Sísifo, quien cargaba la piedra hacia lo alto de la montaña una y otra vez, sin perder la esperanza, aun sabiendo que la piedra volvería a caer y que debería reiniciar su ascenso penoso.
El pensamiento mágico, que todos ponemos en juego para vivir, aun aquellos que adscriben a la postura más racionalista, nos hace sin embargo, perseguir la seguridad. En particular cuando nos sentimos enfermos, esperamos que nuestro médico nos brinde un aceptable nivel de certeza y garantía de que nuestro padecimiento será pasajero y de que podremos volver a ser los de antes. Es bien sabido por todos los médicos (ya que así se los alecciona desde el primer momento en las escuelas de medicina) que no es posible ni es ético prometer resultados garantizados y que quien lo hace con el afán de acrecentar su clientela, recibe de los colegas el duro epíteto de charlatán.
Los pacientes comprenden estas cosas con toda claridad, porque no puede escapárseles que el resultado de una intervención médica no depende únicamente de su acierto y pertinencia. Existe una cantidad significativa de factores vinculados a los mecanismos defensivos de los propios enfermos (conocidos) y otros relacionados con el azar (ignorados) que condicionan de manera determinante la evolución de la enfermedad.
Cuando médicos y pacientes hablamos de seguridad, unos y otros deberemos comprender y aceptar que estamos ofreciendo idoneidad, diligencia, contención y cuidado y de ninguna manera garantías. Los pacientes estarán en paz sabiéndonos a su lado con estas condiciones y nosotros, recordando el castigo que recibió Asclepio por su pecado de hybris (soberbia) al presumir de haber resucitado a un muerto, siendo fulminado por el rayo de Zeus, podremos desprendernos de la omnipotencia que el imaginario social nos impone, al encomendarnos el épico combate contra la muerte (una lucha de antemano perdida) y mantenernos en paz también, aceptando nuestros límites y nuestra propia vulnerabilidad.
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