Discusión del
caso clínico
Dra. Natalia Godoy
Se presenta el caso de una paciente joven, con Miastenia
Gravis, cursando 3° mes post operatorio de Timoma
invasor (OMS B2), en tratamiento oncológico actual con
radioterapia, y corticoterapia, que presenta un cuadro
de fiebre, e infiltrado probablemente nuevo en la
radiografía de tórax.
Como
antecedente la paciente está anticoagulada con
acenocumarol por trombosis venosa profunda, y había sido
internada hacía 9 días por una infección urinaria a
Klebsiella pneumoniae para la cual realizó tratamiento
completo negativizando el cultivo, y sin colecciones
perirrenales por ecografía.
Rememorando las enfermedades de la paciente, ella
presenta una miastenia gravis, que consiste en una
enfermedad autoinmune con predisposición genética, en la
que se produce destrucción de los receptores de
acetilcolina que se encuentran en la membrana post
sináptica de la placa motora. Es una enfermedad de baja
incidencia, más frecuente en mujeres en la cuarta década
de la vida. Un 15% de los pacientes con miastenia gavis,
presentan timoma benigno en la mayoría de los casos,
pero existe una minoría, en la que es invasor. De los
pacientes con diagnóstico de timoma, un 35% se
manifiestan con miastenia gravis. Estos pacientes
habitualmente mejoran sus síntomas con la timectomía, a
pesar de no presentar timoma. Aquellos que lo presentan
tienen peor evolución.
Los
timomas se clasifican por el tipo celular predominante
(OMS), o por el grado de invasión (Masoaka). El
pronóstico depende de la exéresis quirúrgica completa.
El porcentaje de recurrencia es del 1,5% para los no
invasores, y asciende al 30% en los invasores con un
tiempo medio de 3,8 años. La radioterapia ha demostrado
una relación costo beneficio favorable en los timomas
invasores, ya que la disminución de las recurrencia es
significativa.
Para
encontrar la causa de la fiebre e insuficiencia
respiratoria de nuestra paciente, revisamos una serie de
causas que pueden producirla, y tuvimos en cuenta que
ésta se encontraba realizando radioterapia, por lo cual
debía presentar algún grado de edema tisular y fibrosis
pulmonar.
El
diagnóstico de neumonía, se establece por la presencia
de fiebre, sintomatología respiratoria e infiltrado
nuevo en la radiografía de tórax. Alguno de estos signos
puede estar ausentes, o ser tardíos en los pacientes
inmunosuprimidos. De la misma manera los síntomas de
respuesta al tratamiento como la desaparición de la
fiebre o la mejoría del estado general, pueden tardar en
aparecer entre 7-10 días, a pesar de haberse realizado
el tratamiento adecuado.
Dentro
de las causas infecciosas, las primeras a pensar son las
bacterianas. En los pacientes que no presentan el
antecedente de la internación en las 72 hs. previas el
germen más importante por frecuencia es el Neumococo, y
no debemos olvidarnos de la cepa resistente a penicilina
en aquellos pacientes que no respondan al tratamiento ya
que su incidencia aumenta, siendo en nuestro medio del
2-3%.
Cuando
la neumonía se instala luego de 72 hs. de internación,
como es el caso de esta paciente, los microorganismos
productores son fundamentalmente los bacilos aerobios
Gram negativos, debido a que la cavidad oral, y el jugo
gástrico de los pacientes está colonizado por estos. El
mecanismo desencadenante de las neumonías
intrahospitalarias es una combinación de
broncoaspiración, y disminución de las defensas
pulmonares, por lo cual, son polimicrobianas y
bilaterales en su mayoría. Se obtienen hemocultivos
positivos en el 20 % de los casos y tienen mayor
mortalidad: 25-50%, en comparación con las producidas
por los gérmenes de la comunidad.
Otro de
los patógenos que no podemos desestimar es la neumonía
por Pneumocystis carinii, un agente oportunista que
afecta a los inmunodeprimidos, sobre todo HIV, aunque
también puede encontrarse en los pacientes
transplantados, aquellos que realizan quimioterapia,
corticoterapia, tumores sólidos, y neoplasias
hematológicas. Habitualmente se manifiesta con fiebre y
disnea, con o sin tos seca, dolor pleurítico, hiporexia
y hemoptisis. En los pacientes inmunodeprimidos,
presenta una instalación aguda a diferencia de los
pacientes con HIV en quienes presenta una forma
insidiosa o subaguda. La radiografía de tórax no muestra
una imagen patognomónica, si bien lo más frecuente es
una radioopacidad bibasal intersticial parcheada, una
radiografía de tórax normal no la descarta.
El
diagnóstico de certeza se establece a partir del
aislamiento del germen en esputo, lavado brocoalveolar o
punción biopsia transbronquial. Otros métodos están en
estudio como PCR y S-adenosilmetionina, aunque su
sensibilidad y especificidad no están determinados
exactamente aún. El rescate microbiológico es
infrecuente en los pacientes no HIV, ya la cantidad de
gérmenes en parénquima pulmonar es menor que en los HIV
con esta patología. El tratamiento consiste en
trimetroprina sulfametoxazol durante 14 días, a
diferencia de los pacientes con HIV que deben realizarlo
durante 21 días, evidenciándose mejorías al cabo de 4-5
días. Tiene peor pronóstico que en los pacientes con HIV,
con mayor requerimiento de cuidados intensivos,
asistencia respiratoria mecánica (ARM) y mayor
mortalidad, la cual se registra en el 47% de los casos.
Los factores de mal pronóstico son la taquicardia,
taquipnea, PCR y LDH elevadas, requerimiento de ARM y la
inmunodepresión producida por corticoides y
ciclofosfamida.
No
podemos olvidar a las infecciones micóticas, lejanas
quizás como probable diagnóstico, ya que son frecuentes
en neutropénicos. Los gérmenes que producen afectación
pulmonar con mayor frecuencia son el Criptococo
neoformans, Aspergillus flavus y Cándida albicans.
Los
virus que producen neumonías son: el CMV, primero en
frecuencia, seguido por Influenza, Parainfluenza y VSR.
Si bien no pueden descartarse, su baja incidencia en
estos pacientes (recordemos que no estamos frente a un
paciente inmunosuprimido postransplante renal o de
médula ósea) y algunos estudios serológicos negativos
como ser la IgM para CMV, alejan este diagnóstico.
Es
imposible no pensar en tuberculosis, ya que la
incidencia en nuestro medio es alta, más aún a partir
del surgimiento del SIDA. Ésta habitualmente se presenta
de manera subaguda o crónica, con tos y expectoración,
hemoptisis, febrícula, pérdida de peso y sudoración
nocturna. El diagnóstico se establece con el desarrollo
del Micobacterium tuberculosis en el cultivo de esputo o
lavado gástrico en ayunas.
La
patente radiológica consiste en una imagen radiodensa
infraclavicular, superior y posterior, unilateral,
aunque en los pacientes inmunosuprimidos puede ser
basal. En el caso de TBC miliar, el paciente suele
presentar además síntomas meníngeos, hepato y
esplenomegalia y se visualizan microgranulaciones
difusas y bilaterales a predominio de las bases en la
radiografía de tórax.
Hasta el
momento existen controversias sobre la indicación de
isoniazida como profilaxis en los pacientes que reciben
corticoterapia, en el caso presentado no la estaba
realizando. Por esto, no podemos descartarla en nuestra
paciente, aunque parece más alejado debido a la
presentación aguda del cuadro y la radiografía no
compatible.
Un poco
más lejano aún aparenta ser la probabilidad de
linfangitis carcinomatosa, ya que ésta se presenta
fundamentalmente en adenocarcinomas, corioncarcinoma,
hepatocarcinoma, cáncer de próstata y tumores renales.
Menos
frecuente aún, la mediastinitis crónica, que en un
primer momento se planteó como posible diagnóstico, ya
que la radiografía de tórax inicial era compatible, y
posteriormente nos permite evidenciar el infiltrado
pulmonar derecho. La mediastinitis crónica es producida
como efecto secundario de la radioterapia, por la
tuberculosis, sarcoidosis, histoplasmosis y más lejano
aún cándida en los postoperatorios. Habitualmente se
manifiesta con un síndrome compresivo mediastinal
(disfagia, síndrome de la vena cava superior, etc),
descartado en esta paciente por la presentación clínica
y evolución, además de su baja incidencia.
Como
conclusión, considero que el cuadro que presenta nuestra
paciente es una neumonía bacteriana intrahospitalaria,
ya que es una paciente claramente inmunosuprimida (corticoterapia,
diabetes, tumor invasor) que presenta un cuadro febril
de instalación aguda con injuria pulmonar (PAFI < 300).
Tampoco podemos descartar la neumonía por Pneumocystis
carinii debido a que el cuadro clínico y la radiografía
son compatibles. Fortalecen aún más este diagnóstico la
falta de profilaxis previa al cuadro, y la mejoría de la
curva térmica luego de iniciado el tratamiento.
Seguramente no podremos confirmar este diagnóstico,
debido al inicio del tratamiento en forma empírica y sin
poder realizar pruebas diagnósticas por la rápida
evolución del cuadro.
Propongo
entonces:
1.
Continuar con cefepime, vancomicina y timetroprima
sulfametoxazol.
2.
Soporte
respiratorio en caso de ser necesario.
3.
TAC de
tórax de alta resolución
4.
Cultivos
bacteriológicos y micológicos
5.
Si el
cuadro no presentara mejoría: BAL con biopsia
transbronquial.
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