Discusión del
caso clínico
Dra. Orive
Mariana
Se discute el caso de un varón de 45 años obeso,
ex-tabaquista, hipertenso, con antecedentes de
insuficiencia cardíaca, falla renal crónica leve,
síndrome nefrótico que consultó por ulceras crónicas en
miembros inferiores. Sin duda el problema cardinal del
paciente son las lesiones ulceradas, que motivaron
numerosas consultas e internaciones, sin llegarse a un
diagnóstico de certeza y a un tratamiento apropiado. Es
por ello que tomaré estas lesiones como dato guía,
tratando de responder acerca de su etiología y además
tratando de relacionarlas con el resto de los problemas
del paciente, analizando si todos ellos responden a un
mismo cuadro u bien a distintas entidades.
Las úlceras en miembros inferiores pueden tener
numerosas causas (algunas de la cuales se enumeran la
tabla 1):
Causa |
Enfermedad asociada |
Venosa |
Insuficiencia venosa crónica |
Isquémica |
Arterioesclerosis obliterante
Embolismo
Tromboangeítis obliterante (Leo Buerger) |
Neuropática |
Neuropatía diabética
Radiculopatía |
Traumática |
Vasculítica |
Sme. de Wegener
Sme. de Churg-Strauss
Crioglobulinemia |
Infecciosa |
Eritema indurado de Bazin (tuberculosis)
Filariosis
Pioderma
Micosis
Leishmaniosis cutánea |
Neoplásica |
Carcinoma
Melanoma
Sarcoma de Kaposi |
Tabla 1:
Clasificación etiológica de las úlceras de la extremidad
inferior. (1)
El paciente no presenta terreno varicoso ni
insuficiencia venosa crónica (descartada por ecodoppler),
por lo que la causa venosa, que es la más frecuente en
la población general, está descartada. Niega
traumatismos, y en la biopsia previa no se observaron
signos de malignidad, por lo que las causas traumática y
neoplásica están descartadas. Las infecciones
específicas (tuberculosis cutánea, leishmaniosis,
micosis) que pueden causar este tipo de lesiones son
formas infrecuentes en nuestro medio y fueron
descartadas por biopsia y cultivos. Creo que también son
un diagnóstico alejado. Las causas bacterianas comunes
fueron tratadas en forma aparentemente adecuada, y lo
más probable es que sean una consecuencia más que una
causa en sí, es decir, se sobreinfectan lesiones
previas. Como las lesiones son crónicas, esto predispone
a infecciones recidivantes difíciles de erradicar (2).
Las úlceras isquémicas son aquellas causadas por
un déficit de aporte sanguíneo en la extremidad enferma,
secundario a una vasculopatía arterial, habitualmente
crónica. Por ello también son conocidas como
"arteriales". Su evolución es crónica, con poca
respuesta terapéutica, y además presentan un alto riesgo
de infección, lo que determina un mal pronóstico. Son
isquémicas entre 10-25 % de todas las úlceras vasculares
(menos frecuentes que las venosas). Afectan
predominantemente a hombres mayores de 50 años, con
arteriopatía periférica obliterante. Los factores de
riesgo más asociados son la diabetes y sobre todo el
tabaquismo. Localizan preferente en zonas dístales o en
la cara antero-externa de la pierna, sobre prominencias
óseas, puntos sometidos a presión en los pies, punta de
dedos, zonas interdigitales, talón, cabezas de
metatarsianos, etc. La arteriosclerosis
ateromatosa obstructiva crónica constituye la principal
causa de arteriopatía periférica de MMII, y por tanto de
úlcera isquémica, en un 90% de los casos. (3-5) Menos
frecuente es la tromboangeítis obliterante
(enfermedad de Leo Buerger), que es la segunda causa de
arteriopatía periférica crónica, con una frecuencia del
1 al 3 %. Se acepta que esta enfermedad guarda una
estrecha correlación con el hábito de fumar. No
obstante, recientemente se ha descrito la presencia casi
constante de anticuerpos anti-elastina en estos
pacientes, lo cual sugiere una fisiopatogenia con una
vertiente autoinmune. Afecta casi exclusivamente a
hombres (95 %) y se inicia en edades relativamente más
jóvenes (30 a 40 años). Se afectan tanto las arteriolas
como las venas del sistema superficial de las
extremidades inferiores y superiores, con una evolución
caracterizada por brotes sucesivos a lo largo de la vida
y con carácter muchas veces migratorio. (6) En este caso
hay ciertos aspectos que destacar con respecto a una
posible etiología isquémica de las úlceras. A favor de
esta causa, el paciente es obeso, hipertenso,
ex-tabaquista y posiblemente dislipémico (en relación al
síndrome nefrótico), todos factores de riesgo para
enfermedad vascular periférica. Presenta úlceras de
características compatibles, pulsos pedios disminuidos y
un ecodoppler que evidenció ateromatosis difusa leve. En
contra, es demasiado joven (no para la enfermedad de
Buerger), no refiere historia previa de claudicación
intermitente, y una arteriografía, el método que mejor
caracteriza este tipo de patología, que descartó
lesiones vasculares significativas en miembros
inferiores. Suponiendo que la causa de las úlceras fuera
arterial, la insuficiencia cardíaca podría explicarse en
forma secundaria a cardiopatía hipertensiva. No
obstante, el fondo de ojo no muestra lesiones, lo cual
argumenta en contra de la posibilidad de una
hipertensión de larga data. Además, el paciente durante
la internación presentó un control aceptablemente bueno
de las presiones arteriales con solamente 5 mg de
enalapril por día, lo cual va en contra de la
posibilidad de una hipertensión severa previa. Otro
punto a considerar es la nefropatía que presenta el
paciente, causante de insuficiencia renal y síndrome
nefrótico. El paciente no es diabético, la causa más
frecuente de síndrome nefrótico en adultos. Una
posibilidad sería que el paciente padezca una
glomerulonefritis membrano-proliferativa relacionada a
procesos infeccioso-inflamatorios crónicos a nivel de
las lesiones ulceradas. (7) Sería oportuno considerar la
posibilidad de una biopsia renal, para elucidar la
naturaleza del síndrome nefrótico que no puede
explicarse fácilmente.
Como antes se mencionó, entre las causas de úlceras en
miembros inferiores se encuentran algunas vasculitis que
afectan piel, riñón, articulaciones y nervios
periféricos, entre ellas las crioglobulinemias.
El término crioglobulinemia se refiere a la presencia de
una o más inmunoglobulinas (Igs) que precipitan a
temperaturas bajo 37°C. (8) Esta situación conduce a una
vasculitis sistémica leucocitoclástica que compromete
arterias y venas de pequeño calibre, las cuales se dañan
por el depósito de inmunocomplejos en su pared y la
consecuente activación del complemento, o también por un
fenómeno isquémico debido a una directa obstrucción de
los vasos. Las crioglobulinemias se clasifican en tres
tipos según la composición inmunoquímica del
crioprecipitado, lo cual ofrece una buena correlación
con enfermedades asociadas y manifestaciones clínicas.
(9) Las crioglobulinemias tipo I (10-15%) están
compuestas por un único tipo de Ig monoclonal,
usualmente IgM, asociada a enfermedades
linfoproliferativas (macroglobulinemia de Waldenström,
mieloma múltiple, linfoma no-Hodgkin). Las
crioglobulinemias tipo II y III (o crioglobulinemias
mixtas) son complejos inmunes compuestos por IgG
policlonales e IgM mono o policlonales, respectivamente.
Aproximadamente un 40-60% de las crioglobulinemias son
tipo II (llamada antiguamente “crioglobulinemia
mixta esencial”) y se asocian usualmente a infección por
VHC. (10) Un 40-50% son de tipo III, y están
relacionadas a enfermedades del tejido conectivo. Las
crioglobulinemias pueden ser asintomáticas, pero cuando
presentan síntomas clínicos incluyen acrocianosis,
fenómeno de Raynaud, lesiones purpúricas palpables,
isquemia y gangrena. Existen síntomas articulares
(artralgias), afectación renal en forma de
glomerulonefritis membrano-proliferativa (proteinuria a
insuficiencia renal progresiva) y neuropatía periférica
(parestesias y debilidad en miembros inferiores). (11)
El paciente no presenta hallazgos compatibles en la
biopsia cutánea previa, la serología para VHC es
negativa en dos oportunidades y el complemento normal,
por lo que lo considero un diagnóstico descartado. Otras
vasculitis como el síndrome de Wegener y el síndrome de
Churg-Strauss son cuadros clínicos, bioquímicos y
anatomopatológicos incompatibles, y fácilmente
descartables.
Al pensar en un paciente con insuficiencia renal y
síndrome nefrótico, insuficiencia cardíaca con espesor
miocárdico engrosado, macroglosia, lesiones cutáneas,
artritis y posiblemente neuropatía periférica, el
diagnóstico de amiloidosis sistémica debe ser
tenido en cuenta, a sabiendas de lo infrecuente del
cuadro. El término amiloidosis incluye a distintas
entidades clínicas que comparten un mecanismo
fisiopatogénico común: el depósito extracelular de
fibrillas insolubles de una proteína polimérica en
tejidos y órganos. Estas fibrillas de amiloide son
diversas (según el tipo de amiloidosis) pero comparten
una conformación espacial de plegado que les confiere
características comunes de tinción. La amiloidosis
puede clasificarse de acuerdo a los órganos afectados en
“localizada” o “sistémica”, y de acuerdo a las
enfermedades asociadas (o a la ausencia de éstas) en
“primaria” o “secundaria”. Existen 2 tipos fundamentales
de amiloidosis secundarias, son las llamadas AL
(primaria) y AA (secundaria). (12,13) En la
amiloidosis AL el depósito fibrilar está compuesto
por cadenas ligeras de inmunoglobulinas, y puede estar
asociada a trastornos clonales de células B, por lo
común el mieloma múltiple. Es esta una enfermedad rara,
que aparece en aproximadamente el 15 % de los mielomas,
dando cuenta del 20 % de todos los casos de amiloidosis.
Afecta a personas jóvenes (40 años promedio), y presenta
una evolución clínica rápidamente progresiva que lleva a
la muerte en meses, si no media tratamiento de la
enfermedad de base. Es una enfermedad de afectación
multisistémica. A nivel renal se manifiesta con
proteinuria (a veces de rango nefrótico),
hipoalbuminemia y eventual disminución del filtrado
glomerular. A nivel cardíaco produce engrosamiento
miocárdico concéntrico (a expensas del tabique) que
lleva progresivamente a la falla cardíaca diastólica,
que es la causa de muerte en un 75 % de los pacientes.
La infiltración lingual conlleva a macroglosia, uno de
los hallazgos más sugerentes, que sólo se observa en un
10 % de los casos. Otras manifestaciones incluyen
hepatomegalia y esplenomegalia, a veces con
hiperesplenismo. La afectación del sistema nervioso
comprende la neuropatía periférica sensitiva, síndrome
del túnel carpiano. A nivel articular, puede existir
depósito sinovial que ocasione dolor e impotencia
funcional. El depósito de amiloide en la piel provoca
lesiones dermatológicas características, configurando
manifestaciones como púrpura, petequia y equimosis, las
que se presentan en la piel y las mucosas. Se deben a
hemorragias subcutáneas por la infiltración amiloide y
la debilidad de la pared vascular. Estas lesiones pueden
producirse espontáneamente, en los pliegues cutáneos
como los de los párpados (signo de los “ojos de
mapache”), ombligo y zona genital. La infiltración
dérmica directa puede producir nódulos y placas
subcutáneos. Las lesiones blandas, cerosas y
amarillentas son las descritas clásicamente pero no son
comunes. Las más habituales son las hemorrágicas.
Además, puede encontrarse distrofia ungueal y alopecia.
(14) En la amiloidosis AA el amiloide está
compuesto por proteína A sérica, que es un reactante de
fase aguda y aparece en cuadros de enfermedades
crónicas, inflamatorias (lupus, artritis reumatoide,
enfermedad de Crohn) o infecciosas (endocarditis
subaguda, tuberculosis). Este tipo de amiloidosis
sistémica también afecta diversos órganos y sistemas,
pero lo hace en forma más solapada, variable y limitada,
comenzando clásicamente por los riñones. Lentamente se
agrega afectación de otros órganos, que raramente genera
miocardiopatía significativa. (15) Como podemos
observar, la amiloidosis podría explicar la afectación
renal, cardíaca, lingual y articular. El dolor que
refiere el paciente puede interpretarse como disestesias
y parestesias, secundaria a neuropatía periférica
(aunque habría que confirmarlo con electromiografía). En
contra de este diagnóstico, la ausencia de enfermedad
subyacente, la evolución demasiado benigna a lo largo de
más de un año, las lesiones cutáneas que no son típicas
y la biopsia previa no mostró depósito de amiloide con
las tinciones habituales. Lo considero un diagnóstico
improbable.
Sobre la base de lo antes expuesto, puedo concluir que
los datos provenientes de los exámenes complementarios
son incongruentes entre sí e incongruentes con la
clínica. Considero poco probable que una sola entidad
explique todos los síntomas y signos, teniendo que
postular formas inusuales de patologías infrecuentes
para explicar con el modelo unicausal el cuadro.
Considero imperativo repetir los estudios
complementarios del árbol vascular periférico (o
reevaluar los previos), a fin de descartar la causa
isquémica, ya que resulta llamativo que existan lesiones
ecográficas y no angiográficas. Esta entidad es la causa
más frecuente, y por ello la más probable en este caso.
Si bien el paciente es joven, presenta numerosos
factores de riesgo cardiovasculares. Es imperativo un
control de la presión arterial a futuro. Una nueva
biopsia y laboratorio inmunológico (complemento,
proteinograma por electroforesis) permitirá descartar
cuadros improbables de amiloidosis o vasculitis. Una
proteinuria de 24 horas permitirá establecer la
continuidad del síndrome nefrótico, y de confirmarse
este hecho considero oportuno realizar una biopsia renal
por punción. Un hallazgo esperable sería la de una
glomerulonefritis membrano-proliferativa secundaria a la
infección crónica recidivante de los miembros
inferiores. No obstante, son diagnósticos que habrá que
cotejar a la luz de los nuevos resultados de los
exámenes complementarios.
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Discusión |
La discusión de este seminario
corresponde al 19 de mayo de 2011, a
cargo de la Dra. Candela Fumo Paterno. |
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