Discusión del
caso clínico
Dra. Alejandra Izzicupo
Se
discute el caso de un paciente con antecedente de
etilismo intenso, serología positiva para VIH y VHC, que
consulta por epistaxis y proctorragia, refiriendo
durante la internación visión borrosa, constatándose
luego alteraciones en el fondo de ojo. Refiere haber
recibido tratamiento incompleto en otro nosocomio por
una artritis séptica de rodilla izquierda, por lo que
reinició con tratamiento en nuestro hospital.
En el
examen físico se observa hepatoesplenomegalia con signos
ecográficos de hepatopatía crónica, en el laboratorio
alteración de la reserva hepática, crioglobulinas,
reacción de Coombs positivo y pancitopenia.
Estamos entonces, frente a un paciente que presenta como
datos de jerarquía serología positiva para VIH,
hepatopatía crónica y pancitopenia.
En
primer lugar creo que debemos plantearnos el compromiso
medular en un paciente con pancitopenia. Dentro de las
causas que pueden infiltrar la médula ósea, podemos
hablar de causas infecciosas (como tuberculosis,
micobacterias atípicas, histoplasmosis, citomegalovirus,
etc) y tumorales (como linfoma, sarcoma de Kaposi,
mieloma múltiple, o metástasis de tumor sólido). En el
caso de nuestro paciente el compromiso medular queda
como un diagnóstico alejado ya que cualquiera de las
causas antes citadas presentan signos y síntomas
sistémicos, que no se observan en nuestro paciente. Por
otro lado, el informe preliminar de la médula detalla
las tres series hematológicas conservadas. Sumado a
esto, el recuento de linfocitos CD4 es cercano a los
200/mm3 lo que no se correlacionaría con
alguna de estas patologías.
Por
todo esto, me parece útil evaluar la pancitopenia
teniendo en cuenta cada serie hematológica por separado:
anemia, leucopenia y trombocitopenia.
La
anemia en pacientes con infectados por VIH, el
10-20% se observa como presentación inicial y el 70-80%
lo desarrolla en el curso de la enfermedad. Es la
anormalidad hematológica más frecuente asociada, aumenta
su incidencia con la disminución de los CD4, el aumento
de la carga viral y la progresión de la enfermedad.
Fundamentalmente se asocia con aumento de la morbi-mortalidad
en pacientes VIH, disminuyendo la mortalidad con la
corrección de la anemia independientemente del nivel de
CD4. Por otra parte, el comienzo del tratamiento
antirretroviral se asocia con disminución de la
incidencia de anemia, generalmente en los primeros seis
meses.
La
disminución de la producción de hematíes, puede deberse
a fármacos. Nuestro paciente recibió trimetoprima-sulfametoxazol
(TMP-SMX) y zidovudina (AZT), que pueden ser causa de
anemia. El VIH, por si mismo, puede producir crecimiento
anormal de las unidades formadoras eritroides, anemia
enfermedades crónicas y respuesta disminuida de
eritropoyetina. Otras pueden ser anemia ferropénica por
pérdida crónica de sangre por lesiones del tracto
digestivo, producción ineficaz por deficiencia de ácido
fólico o vitamina B12, por déficit en la dieta o
trastornos de la absorción.
La
destrucción aumentada de GR, puede deberse a anemia
hemolítica, si bien nuestro paciente presentaba Coombs
+, éste puede deberse a estados de
hipergammaglobulinemia, o al mismo VIH. La púrpura
trombocitopénica idiopática y la CID, en general son
cuadros sistémicos y severos, que no presentó nuestro
paciente y por último, el hiperesplenismo puede ser una
de las causas más probables de la anemia hallada.
Se
define leucopenia como el recuento de GB <
3500/mm3, relacionado en el 60-90 % de los
casos con la linfopenia asociada al VIH. La neutropenia
se presenta en el 10% de los pacientes con infección
precoz asintomática y en el 50% de individuos con
enfermedad avanzada. Se cree relacionada con déficit de
G-CSF y presentan igual incidencia de infecciones
bacterianas que pacientes neutropénicos no VIH.
En
nuestro paciente puede ser por fármacos (AZT,
vancomicina y TMP-SMX) el propio VIH y la hepatopatía
crónica con esplenomegalia secundaria al VHC.
Por
último, la trombocitopenia se presenta en el 40
% de pacientes con VIH. Puede presentarse de manera
aislada en las primeras etapas y ser la manifestación
inicial en el 10% de los casos. Su incidencia también
está relacionada con el grado de inmunosupresión. El
tratamiento antirretroviral se asocia con mejoría del
recuento plaquetario.
La
causa más común es aquella asociada al VIH, denominada
trombocitopenia primaria que se presenta de forma
similar a la púrpura trombocitopénica idiopática, pero a
diferencia de ésta los recuentos plaquetarios son
mayores. Las formas moderadas pueden resolver
espontáneamente, y la médula ósea puede no mostrar
alteraciones o presentar un leve aumento de
megacariocitos. Se puede decir que en el 50% de los
casos se debe a una producción inefectiva por
infección de precursores medulares y el otro 50% se
produce por destrucción periférica por anticuerpos
antiplaquetarios.
Nuevamente los fármacos que recibió nuestro paciente
pueden ser causa de trombocitoponia. Cabe destacar que
la AZT, en general no se asocia con trombocitopenia sino
con trombocitosis y es un fármaco utilizado en pacientes
con trombocitopenia.
Me
parece importante mencionar la coinfección VHC-VIH.
Dicha situación se presenta en aproximadamente el 30 %
de los pacientes con infección por VIH. Se observa un
aumento de la viremia VHC cuando disminuye el recuento
de CD4, con una progresión rápida hacia la cirrosis. Son
factores de riesgo asociados, el etilismo, la edad y el
recuento de CD4, observándose un aumento de la morbi-mortalidad
asociada a hepatopatía y el carcinoma hepatocelular a
edades más tempranas. Es importante tener en cuenta que
la hepatopatía crónica aumenta el riesgo de
hepatotoxicidad del tratamiento antirretroviral. Dentro
de las manifestaciones extrahepáticas del VHC podemos
mencionar los trastornos autoinmunes (tiroiditis,
sialoadenitis, miastenia gravis), diabetes mellitus,
enfermedad glomerular renal y afecciones dermatológicas.
La
crioglobulinemia mixta se asocia habitualmente a la
infección por VHC. Es una vasculitis asociada a
crioglobulinas con púrpura, mialgias y artralgias. Las
crioglobulinas son proteínas séricas que precipitan a Tº
< 37ºC, generalmente son Inmunoglobulinas (Igs) o Igs
más complemento y pueden cursar de forma asintomática.
Existen tres formas:
•Tipo
I
(5-25 %): Ig monoclonal (G, M o A); asociada a
Macroglobulinemia de Waldenstrom y mieloma múltiple.
•Tipo
II
(40-60 %): Igs monoclonales (M o A) más Igs policlonales;
asociada a infecciones virales persistentes (VHC y VIH).
•Tipo
III
(40-50 %): Igs policlonales; secundaria a enfermedades
del tejido conectivo.
Considerando los hallazgos de nuestro paciente, creo que
las crioglobulinas estarían relacionadas con el VHC y
VIH. No hay evidencias de manifestaciones clínicas hasta
el momento.
Otro
problema que se planteó durante la internación es la
visión borrosa. Dentro de las causas que pueden
provocarla debemos pensar en la Retinopatía por VIH por
ser la más frecuente, que generalmente es asintomática,
observándose en el fondo de ojo exudados algodonosos,
hemorragias retinianas y microaneurismas y
habitualmente evoluciona con recuperación espontánea sin
secuelas.
La
retinitis por CMV es otro diagnóstico diferencial
importante por su mal pronóstico si no se trata
adecuadamente y a tiempo. Aparece en pacientes con menos
de 100 CD4/ml, suele ser unilateral (70%), y presenyta
el patrón típico “en llamarada”, con lesiones
algodonosas, blanquecinas, exudativas, asociada con
hemorragias. La lesión es periférica, con progresión
centrípeta.
Otras
causas de retinitis menos frecuentes son herpes,
toxoplasmosis, sífilis, coroiditis TBC y criptococosis
que no se manifiestan con hemorragias en el fondo de
ojo.
Me
parece importante mencionar la retinopatía anémica, que
cursa con hemorragias retinianas y exudados algodonosos,
que aparece con hemoglobinemia < 6g/dl., y en el 100%
de los pacientes con hemoglobinemia < 3 g/dl. Ésta
puede ser asintomática o presentarse con disminución de
la agudeza visual. Por otra parte, si bien la
retinopatía asociada a trombocitopenia es excepcional en
trombocitopenias aisladas, cuando se asocia a anemia
suelen presentarse con hemorragias difusas y exudados en
el fondo de ojo.
Por
último, durante la internación se planteó la posibilidad
de que el paciente presentara el síndrome de
reconstitución inmune que es la presencia de
procesos inflamatorios asociados a un empeoramiento
paradójico de procesos infecciosos preexistentes luego
del inicio del tratamiento antirretroviral.
Se
caracteriza por presentar algunos de los siguientes
criterios:
•Bajo
recuento de CD4 pre-tratamiento.
•Respuesta
virológica e inmunológica al tratamiento antirretroviral
(disminución de 1-2 log. carga viral, aumento de
linfocitos CD4 2-4 veces dentro de las primeras 8
semanas).
•Relación
temporal entre el inicio del tratamiento y la enfermedad
clínica, observándose habitualmente dentro de los 2
primeros meses.
•Ausencia
de evidencia de infección resistente a drogas,
sobreinfección bacteriana, alergia a drogas, mal
cumplimiento del paciente o malabsorción.
Las
infecciones más frecuentemente asociadas son: herpes
zoster, TBC, MAI, citomegalovirus, Cryptococcus,
Pneumocystis carinii, VHB, VHC, parvovirus B19, virus
herpes simple, histoplasmosis, etc.
Las
manifestaciones cínicas pueden ser evidentes o no y
dependen de la enfermedad oportunista existente, con
síntomas locales o sistémicos.
El
tratamiento es el específico de la infección oportunista
asociada. Pueden emplearse corticoides (prednisona 1mg/kg/día,
o dexametasona 8-16 mg/día) o antiinflamatorios no
esteroideos (AINE) y sólo está indicado suspender
tratamiento antirretroviral cuando existe riesgo de
secuelas permanentes o riesgo de vida.
Para
concluir creo que el paciente presenta actualmente una
buena respuesta al tratamiento antirretroviral, sin
síndrome de reconstitución inmune. El compromiso de
médula ósea no parece evidenciarse si bien restan los
resultados de cultivos y anatomía patológica.
La
pancitopenia podría explicarse por hiperesplenismo por
hepatopatía crónica o secundaria a drogas.
Mientras que el deterioro de la agudeza visual parece
estar relacionada con la anemia severa sumada a la
trombocitopenia.
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