Discusión
El
presente estudio fue diseñado para aportar conocimientos
sobre uno de los efectos tóxicos más preocupantes en el
momento actual de la terapia antirretroviral: las
alteraciones relacionadas a la hiperlactacidemia, con su
expresión más grave, la acidosis láctica, de baja
incidencia pero alta mortalidad, y su forma asintomática,
con consecuencias presentes y futuras aún inciertas.
Es
necesario diferenciar los diferentes estados de
hiperlactacidemia, que incluyen formas de
hiperlactacidemia crónica asintomática y la
acidosis láctica severa. Algunos autores agregan
además a la hiperlactacidemia sintomática en el
contexto de lipodistrofia asociada a tratamiento con
INTR, caracterizada por lipoatrofia, pérdida de peso y
disfunción hepática, con aumento de aminotransferasa y
bajos niveles de albúmina, colesterol, triglicéridos,
glucosa e insulina, que la diferencian de la
lipodistrofia atribuida a los inhibidores de la proteasa.
El
cuadro de acidosis láctica severa, aguda y
potencialmente fatal, es una toxicidad poco frecuente
relacionada a los INTR. Se caracteriza por la presencia
de nauseas, vómitos, dolor abdominal, debilidad y
disnea a lo que se agrega falla respiratoria y arritmias
que pueden provocar la muerte. Los valores de
lactacidemia se encuentran por lo general por encima de
5 mmol/L y el pH por debajo de 7.35. Aunque pueden
observarse acidosis sintomática con cifras mayores a 2
mmol/L esto no es lo más frecuente, aumentando la
gravedad en relación directa a los niveles de
lactacidemia. El tratamiento se basa en la suspensión
inmediata de la terapia antirretroviral, brindar
adecuada oxigenación en los tejidos reduciendo la
demanda con sedación y ventilación, siendo controvertida
la posibilidad de alcalinizar la sangre.
En
nuestro estudio, sobre 169 pacientes en seguimiento
durante un año -146 de los cuales recibían tratamiento
antirretroviral-, dos presentaron acidosis láctica
severa. Esto implica una incidencia de 1.26% para el
total de pacientes (riesgo o incidencia acumulada de
0.0126) y de 1.44% (0.0144) o 14.4 casos/mil personas
año para los pacientes tratados, cifra superior a las
estimaciones de otros estudios, en general
retrospectivos, que la ubican entre 1,3 y 3.9 casos por
mil personas año bajo tratamiento antirretroviral.
Los
dos pacientes fueron mujeres, y pertenecían al grupo de
pacientes en tratamiento antirretroviral. Ambas
recibían INTR (didanosina y estavudina) asociados a un
IP (atazanavir) y presentaban cargas virales menores a
50 copias lo que demostraba efectividad y buena
adherencia al tratamiento. Reunían entonces los dos
factores de riesgo que surgen como importantes en los
distintos estudios- en general retrospectivos y de
bases de datos de cohortes-, sexo femenino y tratamiento
con inhibidores nucleósidos.
Alrededor de
un 50% de las personas con acidosis láctica relacionada
a INTR presentan esteatosis hepática, que puede llevar a
falla hepática, agravando la severidad propia del cuadro
que tiene una elevada mortalidad (33 a un 57% según las
series publicadas). Las dos pacientes detectadas en
nuestro estudio presentaron aumento de enzimas hepáticas
(ALT Y AST) siendo mayor en diez veces en uno de los
casos, con hepatomegalia y signos de esteatosis hepática
en la ecografía. La discontinuación inmediata de las
drogas antirretrovirales fueron la principal razón que
dos complicaciones serias y con riesgo de vida, se
resolvieran favorablemente. Si bien el cuadro clínico de
ambas pacientes revirtió en pocos días, las alteraciones
de laboratorio hepático y la lactacidemia demoraron
entre uno y dos meses para retornar a sus valores
basales.
Ninguna de las pacientes presentaron recidivas luego de
la restauración de la terapia antirretoviral. En los
nuevos esquemas de tratamiento se mantuvo al atazanavir,
remplazando al ddI/d4T por AZT/3TC en un caso y
abacavir por estavudina en el otro. Es de destacar que
se han observado nuevos episodios de acidosis láctica
cuando los pacientes son re-expuestos a los INTR. En
general se trata de evitar que se incluya estavudina o
la asociación de estavudina y didanosina, fármacos a los
que se atribuye mayor capacidad de generar esta
complicación.
En
nuestro trabajo, la estimación de la prevalencia de
hiperlactacidemia asintomática en la visita basal fue
del 8.9 % para el grupo tratado, cifra que coinciden con
los datos de la mayoría de los estudios. En el grupo
control no tratado fue mayor que en el de Moyle (4.3%
vs.2%), pero este último fue un estudio retrospectivo.
Durante el seguimiento el 11,8% de nuestros pacientes
desarrollaron hiperlactacidemia, contra el 5.1% en el
grupo de no tratados. El riesgo a presentar
hiperlactacidemia de los pacientes en tratamiento fue
dos veces mayor, hecho que se confirma en el seguimiento
de los pacientes (2.29 mayor). Importa destacar que en
el análisis del seguimiento se incluyeron sólo a los 155
pacientes que no presentaron hiperlactacidemia al
comienzo.
Con
respecto a los valores de lactacidemia medios, a
diferencia del trabajo de Moyle, donde los valores no
difirieron entre los pacientes tratados y los no
tratados, se encontró una diferencia significativa a
favor del grupo tratado (0.1922 mmol mayor de
lactacidemia; p:0.048).
Analizando el riesgo a presentar hiperlactacidemia en el
seguimiento de los pacientes tratados se observó que
permanece constante a través de los intervalos de
visitas, aumentando el riesgo acumulado. Datos limitados
de dos cohortes sugieren que las elevaciones
asintomáticas de ácido láctico permanecen estables y no
son predictivas de enfermedad sintomática, lo que
relativisaría la utilidad del monitoreo con
lactacidemias en los pacientes bajo TAAE.
Otro
aspecto importante que se analizó en el estudio fueron
los factores de riesgo asociados a la hiperlactacidemia
asintomática. De las diferentes drogas antirretrovirales
la estavudina fue quien se asoció con mayor riesgo de
hiperlactacidemia. Los datos en la visita basal, como en
las de seguimiento mostraron un riesgo 3.25 mayor de
presentar hiperlactacidemia en pacientes que eran
tratados con esquemas que incluían este nucleósido que
para aquellos que no lo incluían. Este hecho no se
observó en los otros INTR e inclusive, en esquemas que
contenían AZT el riesgo era claramente menor comparado
con los esquemas con d4T.
No
se demostró que el tiempo previo de tratamiento
aumentara el riesgo de hiperlactacidemia. Debe apuntarse
que la media de tratamiento previo era elevada (29.7
meses) y que todos los pacientes tratados habían
recibido drogas por lo menos durante tres meses. Tampoco
existieron diferencias significativas en el tiempo medio
de tratamiento entre los pacientes que presentaron
hiperlactacidemia y los que no la presentaron en las
visitas ulteriores.
Analizando la asociación entre hiperlactacidemia y las
diferentes variables de laboratorio, los datos
relevantes en nuestro trabajo fue que la chance de
presentar hiperlactacidemia era mayor en pacientes con
hipertigliciridemia (5.68 veces más), con
hipercolesterolemia (3.21 veces mayor) y de AST (4.15
veces).
No
se observó relación entre hiperlactacidemia e
hiperglicemia ni las restantes variables de laboratorio.
Tampoco se encontró asociación significativa con la
edad, el sexo ni con el peso de los pacientes. |