Discusión del
caso clínico
Dr. Javier Montero
Estamos frente a un anciano e
inmunodeprimido, que se interna por un síndrome de
impregnación y fiebre de varios meses de evolución,
detectándose durante la misma una candidiasis sistémica
por C. Parapsilosis, con respuesta parcial al
tratamiento habitual, y posterior falla multiorgánica
que lo lleva a la muerte. Voy a proponer dos procesos de
razonamiento para intentar comprender que le pasó a este
paciente.
El primer planteo diagnóstico que
explicaría todo es la candidiasis sistémica. Las
infecciones fúngicas han sido una causa importante de
morbimortalidad en las últimas dos décadas debido a un
importante aumento en su incidencia, consecutivo a la
mayor sobreviva de pacientes inmunocomprometidos, a la
eclosión de los trasplantes de órganos, al frecuente
empleo de dispositivos endovasculares, antibióticos de
amplio espectro y drogas inmunosupresores. En
definitiva, su incidencia va paralela al aumento en el
número de enfermos con algún grado de inmunodepresión,
considerándose una infección inherente al progreso
médico. La mayoría de las infecciones sistémicas por
levaduras son producidas por las diferentes especies de
Candida. Para este género invada el torrente
sanguíneo e infecte determinados órganos, es necesario
que se altere el equilibrio ecológico inicialmente y que
luego fracasen los mecanismos defensivos del organismo.
Por esto, tanto la inmunidad natural, a través de las
barreras físicas y químicas, y de las células
fagocíticas de la sangre, como la adquirida,
preferentemente la inmunidad celular, son importantes
para evitar la infección por estos microorganismos. La
mayoría de los factores de riesgo para la adquisición de
candidemia son muy comunes en pacientes hospitalizados.
Algunos de estos factores actúan produciendo
inmunosupresión (neutropenia, malnutrición,
quimioterapia, radioterapia, etc.); otros facilitan la
ruta de infección (cateter, quemaduras, colonización
previa) pero lo más frecuente es que exista una
combinación de factores. La lista de condiciones
predisponentes para desarrollar candidemia son: el SIDA
(asociado o no a la infección por VIH), las
inmunodeficiencias primarias, enfermedades
oncohematológicas en tratamiento quimioterápico,
radioterapia, trasplante de médula ósea y órganos
sólidos, tratamiento esteroideo y citotóxico prolongado,
antibióticoterapia de amplio espectro, cirugía abdominal
extensa, persistencia de catéteres endovasculares,
hospitalización prolongada, nutrición parenteral y el
síndrome de malnutrición crónica. De éstas, las tres más
importantes son la neutropenia, los defectos en la
inmunidad celular y la alteración de la flora microbiana
secundario a la utilización de antibióticos de amplio
espectro.
El caso en discusión presentó varias
condiciones para desarrollar una infección sistémica por
Candida: precisó una internación prolongada para
estudio, en nuestro hospital y en otro (H. Carrasco),
había recibido tratamientos antibióticos variados, era
un paciente anciano, portador de una hepatopatía crónica
de probable origen etílico, presentaba signos evidentes
de malnutrición y se constató linfopenia (CD4+ <200/ml)
durante su internación. En conclusión, era un paciente
inmunodeprimido con altas chances de tener este tipo de
infecciones. Es sabido que la vejez es un factor que
predispone a padecer un grado variable de
inmunodeficiencia, básicamente a partir de una menor
capacidad fagocítica de los neutrófilos. La malnutrición
es común en los ancianos y etilistas crónicos. El
defecto inmunitario en estos casos es básicamente una
inmunodeficiencia de las células T evidenciado por un
recuento bajo de éstas, alteraciones en la respuesta a
los antígenos y una disminución en la producción de
citoquinas (interferón), lo que se asocia a un déficit
de la actividad citotóxica. Quizás esta condición sea la
responsable del recuento bajo de CD4+ en este paciente,
si bien deberíamos nombrar a la Deficiencia Idiopática
de Linfocitos CD4+, entidad descripta hace varios años,
caracterizada por el déficit de estas células en número
menor de 300/mm3 por lo menos en dos oportunidades, sin
evidencia de infección por VIH o tratamientos que puedan
asociarse a recuento bajo de las mismas. Nuestro
paciente cumple los requisitos para el diagnóstico,
excepto que falta una determinación más de linfopenia
CD4+. Por último, en el individuo sano, el 90 % de las
células del sistema retículo endotelial están
localizadas en el hígado (células de Kupffer). Este
sistema desempeña un papel fundamental en los mecanismos
defensivos contra las infecciones. Los pacientes
cirróticos, sobre todo los que desarrollan infecciones
bacterianas, presentan una alteración acusada de estas
células. Este hecho, junto con la observación de que la
mayoría de los gérmenes aislados en cirróticos son los
gramnegativos de origen entérico, sugiere que la
patogenia de estas infecciones estaría en relación a la
traslocación bacteriana, siendo quizás la causa final de
muerte en este paciente. Con estos antecedentes me sobra
para justificar porqué pudo haber desarrollado una
candidiasis sistémica, y ésta es mi primera impresión
diagnóstica: un paciente inmunodeprimido por múltiples
causas (edad avanzada, hepatopatía crónica, malnutrición
asociado a enfermedad crónica y etilismo) que desarrolló
una candidiasis sistémica crónica, responsable del
síndrome de impregnación febril, que lo llevó a la
muerte, favorecido quizás por una infección bacteriana
aguda.
Ahora bien, mi segundo planteo de
correlación de hechos surge a partir del tipo de cándida
que se encontró tanto en los hemocultivos, como en el
cultivo de tejido de biopsia hepática y médula ósea: la
C. Parapsilosis. En los últimos años ha aumentado
el aislamiento de cándida no albicans, entre éstas la
C. glabrata, C. parapsilosis, C. tropicalis,
y C. krusei. La aparición de candidemia en las
unidades de receptores de médula ósea, donde los
enfermos están en habitaciones especialmente diseñadas
para evitar infecciones cruzadas, confirma el origen
endógeno de la mayoría de las infecciones por Candida
que se adquieren a partir de una colonización
previa. Sin embargo, la infección por C. Parapsilosis
suele adquirirse en el hospital. Penetran en el
organismo a través de catéteres, sondas o inyecciones
intravenosas, estando muchas veces presente en las manos
del personal sanitario (entre el 17-75 % son
portadores). Se asocia con fungemia, endocarditis,
artritis séptica, y peritonitis en pacientes
inmunocomprometidos. Como fuentes exógenas fácilmente
contaminadas, se han identificado a las soluciones de
alimentación parenteral, los catéteres endovasculares y
el personal sanitario. Es la menos patógena de las
especies, con una mortalidad cruda atribuible del 30 %,
mientras que la mortalidad media de las otras especies
es del 78 %. Si bien los factores que influyen en la
tasa elevada de mortalidad de las infecciones fúngicas
son múltiples, los más importantes son la enfermedad de
base grave (cáncer o neutropenia prolongada), la
gravedad del estado clínico y la persistencia de los
hemocultivos positivos.
Es probable que este paciente haya
adquirido esta infección durante su larga estadía
hospitalaria y quizás sea el responsable del desenlace
final del cuadro. Ahora, si esta infección está
generalmente asociada a la estadía hospitalaria y el el
síndrome febril lo presentaba desde mucho tiempo antes
de internarse, estoy obligado a pensar que este paciente
tenía otra enfermedad que lo lleva al hospital (Carrasco
primero y Centenario después), donde posteriormente
desarrolla la fungemia por C. Parapsilosis. De
este razonamiento surge mi segundo planteo del caso
clínico: paciente inmunodeprimido, por las causas ya
citadas, que tenía una enfermedad de base responsable
del síndrome febril prolongado, que sufrió una
colonización por C. Parapsilosis durante su larga
estadía hospitalaria con posterior desarrollo de una
fungemia que terminó con la vida de éste. Y la pregunta
obvia es… ¿cual es la enfermedad responsable de este
síndrome febril prolongado? De eso se trata esta segunda
parte.
Este paciente ingresa al Hospital I.
Carrasco con un síndrome de impregnación febril y
patrón de colestasis hepática en el laboratorio (FAL de
1800 U/L, GGT 500 U/L, TGO 200 U/L, TGP 130U/L, con
hiperbilirrubinemia mínima). Mas allá de su hepatopatía
crónica de probable origen etílico en fase cirrótica
incipiente, evidenciada por claros signos de
hipertensión portal (varices esofágicas y esplenomegalia
homogénea) y posteriormente confirmada por biopsia
(fibrosis portal expansiva con puentes focales), este
paciente tenía una enfermedad hepática con
características infiltrativa-granulomatosa que me parece
básico en el análisis retrospectivo. El granuloma es una
lesión nodular delimitada, formada por un agregado
compacto de histiocitos activados (células epiteloides)
que pueden fusionarse formando células multinucleadas,
linfocitos y células plasmáticas. A menudo existe
necrosis central y los linfocitos se disponen en la
perisferia de la lesión. Éstos alcanzan un tamaño que
varían entre 50 y 300 um; si tenemos en cuenta que un
cilindro hepático obtenido por punción tiene 2 cm y 1 mm
de anchura (100 um), y que los cortes que se obtienen
para microscopía convencional presentan unas 4 um de
grosor, los granulomas pueden pasar inadvertidos si no
se examinan varios cortes. Por otra parte al tener una
inmunodepresión celular, como la de este caso
(linfocitos CD4+ 180) el granuloma no se desarrolla
adecuadamente. Teniendo en cuenta ésto, interpreto
entonces, que ese patrón de granulomatosis hepática en
el laboratorio tiene mayor peso que la biopsia sin
granulomas, y me permite pensar a éste caso como un
síndrome febril con granulomas hepáticos.
Existen numerosas causas de
granulomatosis hepática, siendo las enfermedades
infecciosas las más importantes. Pueden ser
bacterianas, como la TBC y otras micobacterias, los
gérmenes comunes (estafilococcemias y bacteriemias por
bacilos gramnegativos), brucelosis, actinomicosis,
tularemia; fúngicas como la histoplasmosis,
criptococosis, candidiasis, coccidioides y blastomicosis
entre otras; parasitarias como la
esquistosomiasis, ascaridiasis, amebiasis,
toxoplasmosis, leishmaniasis; y víricas, menos
frcuentes (CMV y VEB). La Sarcoidosis es la causa
sistémica no infecciosa más frecuente. Otras son las
colagenopatías. Diversos fármacos pueden ser
responsables del cuadro (quinidina, fenitoína y
alopurinol entre otros). Tumores como los
linfomas hodgkin y no-hodgkin, adenocarcinomas y
hepatocarcinomas, y muchas otras enfermedades.
¿Cual de estos procesos puede haber tenido este
paciente? Voy a nombrar algunos.
La infección sistémica por
M.Tuberculosis en ancianos suele presentarse de
forma solapada con un síndrome de impregnación febril
sin signos clínicos ni radiológicos claros de afección
pulmonar. En la tuberculosis miliar, la hepatitis
granulomatosa está presente en un 90 % de los casos, y
suele estar acompañada de afección de otros órganos
(bazo, médula ósea, etc). Si bien nuestro paciente tenía
un antecedente de exposición, nunca se encontró el
bacilo (esputo, BAL, biopsia de MO, biopsia hepática y
ADA en líquido ascítico negativos). Retrospectivamente,
creo que éste paciente no tenía una tuberculosis.
Los microabsesos hepáticos múltiples
por gérmenes comunes, suelen presentarse en pacientes
con algún grado de inmunodepresión (ej. DBT) a partir de
un foco abdominal, los más comunes son las afecciones de
la vía biliar, del apéndice cecal, los divertículos
colónicos, y las hemorroides infectadas, entre otras.
Muchas veces no se encuentra un foco claro. Los gérmenes
habituales son los bacilos gramnegativos (E. Coli, K.
Pneumoniae, P. Vulgaris, E. Faecalis) y anaerobios (Bacteroides,
Clostridium). La formación de microabsesos es más
común en las infecciones por estafilococos. Son comunes
las formas de presentación insidiosas en ancianos, que
producen afección del estado general y escaso dolor
abdominal. Este paciente anciano traía una enfermedad
febril de largo tiempo, dolor abdominal, hepatomegalia y
laboratorio de granulomatosis hepática, que cuando se
trató con ceftriaxona y ciprofloxacina (por una PBE en
su primera internación) dejó de hacer fiebre,
reapareciendo luego de la suspensión en nuestro
hospital. Si bien es mucho tiempo de enfermedad para
pensar en una causa bacteriana y los hemocultivos fueron
repetidamente negativos, no me extrañaría si presentase
múltiples microabsesos hepáticos teniendo en cuenta el
antecedente de hemorroides internas, várices rectales y
diverticulosis colónica.
Las micosis se observan especialmente
en inmunodeprimidos y presentan una distribución
geográfica particular. La candidiasis diseminada crónica
suele verse en pacientes durante una neutropenia
profunda o tras la recuperación de la misma,
generalmente secundario a tratamiento quimioterápico por
enfermedad hematológica. No hay evidencias suficientes
para pensar que este paciente haya tenido factores de
riesgo claros para el desarrollo de esta infección
sistémica, por lo menos antes de su internación en el
Hospital Carrasco, si bien es una posibilidad. En el
análisis retrospectivo, tampoco tengo evidencias de
infección por H. Capsulatum (los cultivos de médula
ósea, hígado, sangre, BAL, y estudios sexológicos fueron
negativos).
Dentro de las enfermedades
parasitarias, quiero nombrar a la Esquistosomiasis, dado
el antecedente de visitas a Brasil y Paraguay. El S.
Mansoni luego de penetrar por la piel se estaciona
en el territorio de la vena mesentérica inferior (colon
descendente y recto-sigma), donde crece y deposita sus
huevos generando un proceso de inmunidad retardada, con
producción de granulomas y fibrosis reactiva. Muchos de
esos huevos embolizan en el hígado produciendo la misma
reacción de hipersensibilidad celular que puede llevar a
la cirrosis hepática con patrón presinusoidal,
manifestándose luego de, por lo menos, 10 años de
enfermedad, en forma de hepatomegalia con posterior
desarrollo de hipertensión portal secundarios a la
intensa reacción fibrosa que provocan los granulomas
hepáticos causados por la presencia de huevos de
parásitos evidenciados en la biopsia hepática. La
ausencia de lesiones rectales compatibles con infección
por S. Mansoni y la ausencia de síndrome clínico de
hipertensión portal de tipo presinusoical, me alejan
este diagnóstico.
No debemos olvidarnos de los
linfomas. Los Linfomas Hodgkin tipo DL (depleción
linfocitaria) suele verse en ancianos, dando formas
diseminadas con frecuente adenopatías en diversos
territorios, fiebre y afectación de médula ósea,
pancitopenia y hepatomegalia. Pueden ser muy difíciles
de distinguir de los linfomas No-Hodgkin diseminados,
quienes también se manifiestan de esta manera. En el
análisis retrospectivo lo creo poco probable ya que
nunca se evidenciaron adenopatías en los estudios por
imágenes, ni evidencia de infiltración linfocitaria en
la biopsia hepática y de médula ósea. Generalmente
cuando se el hígado se expresa la enfermedad suele estar
diagnosticada.
De este análisis surge mi planteo
final sobre la historia natural de la enfermadad de éste
paciente. El síndrome febril prolongado estaba dado por
una enfermedad granulomatosa del hígado, evidenciado por
un franco patrón de colestasis en el laboratorio y
hepatomegalia en los estudios por imágenes, de causa
infecciosa (microabsesos por gérmenes comunes o
micótico) en el contexto de una inmunodepresión celular,
que lo lleva a una internación prolongada. Durante la
misma sufre un cambio de su flora habitual desarrollando
una infección sistémica por C. Parapsilosis que explica
la mayoría de los hallazgos encontrados durante su
internación en nuestro hospital, y que lo lleva a la
muerte, quizás favorecido por una infección bacteriana
sobreagregada.
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Discusión |
La discusión de este seminario se
llevó a cabo el jueves 4 de agosto, y
estuvo a cargo del
Dr. Javier Montero.
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