Discusión del caso clínico
Dr. Pablo Campi
Se discute el
caso de una paciente joven, sin factores tradicionales
de inmunodepresión, que ingresa por un cuadro febril,
con afección de pares craneales y compromiso del tronco
encefálico en la RMI. Este cuadro muestra una franca
mejoría inicial, en principio asociada al uso de
ampicilina y aciclovir durante 6 semanas, recidivando
luego de un mes de haber suspendido el tratamiento.
Dentro de los posibles diagnósticos diferenciales de una
lesión bulbo-protuberancial, podemos considerar:
1)
Enfermedad isquémica: Millard-Gubler, Foville,
otras.
2)
Inflamatoria: esclerosis múltiple; encefalitis de
tronco paraneoplásica (autoinmune?); colagenopatías y
vasculitis (Behcet); neurosarcoidosis; otras.
3)
Infecciosa: bacteriana, viral, micótica o
parasitaria.
4)
Neoplásica: glioma de tronco encefálico; otros
tumores primarios o mtts.
5)
Metabólica - Tóxica: encefalopatía de Wernicke;
enfermedad de Leigh; mielinólisis pontina central;
otras.
6)
Degenerativa: parálisis supranuclear o bulbar
progresiva; otras.
7)
Estructural: malformación de Arnold-Chiari;
siringobulbia; otras.
Teniendo en cuenta los antecedentes de la paciente, así
como que se trata de un cuadro remitente y recidivante,
mediando sólo tratamiento ATB, podemos descartar entre
estas causas a la patología isquémica del tronco
encefálico, las causas tóxico-metabólicas, las
enfermedades estructurales y también las neoplasias del
SNC.
No
obstante, dada su trascendencia clínica, quisiera
mencionar dentro de estas últimas a dos tumores que se
podrían presentar inicialmente con un cuadro clínico
compatible con el de la paciente:
El
glioma de tronco encefálico se presenta
habitualmente en niños y adultos jóvenes; comienza
habitualmente en la protuberancia e infiltra todo el
romboencéfalo con efecto de masa a nivel ventricular.
Tiene buena respuesta al tratamiento radiante más
corticoides. En el caso a discutir, la paciente no
recibió ninguno de estos tratamientos, presentando, no
obstante, una mejoría clínica e imagenológica inicial,
lo que aleja este diagnóstico, al igual que el de
linfoma primario de tronco encefálico. Los linfomas
primarios de SNC han incrementado su incidencia en las
últimas décadas, aún en pacientes inmunocompetentes; en
estos casos a menudo no tienen manifestaciones fuera del
SNC. No obstante, en un 70% de los casos la lesión es
supratentorial. Si bien pueden llegar a desaparecer con
el tratamiento con corticoides, no es el caso de la
paciente.
Otra
manifestación de patología neoplásica a este nivel es la
encefalitis de tronco paraneoplásica. Se cree que
ésta sería un fenómeno autoinmunológico, dado que varios
antígenos expresados por el tumor y que actúan como
inmunógenos se encuentran presentes en determinados
grupos neuronales. Tal es el caso del AgHu, presente en
carcinomas de células pequeñas de pulmón, en el cual la
presencia de anticuerpos anti-Hu se asocia a la
manifestación paraneoplásica. Lo mismo ocurre con el
AgMa2, asociado al adenocarcinoma de pulmón. No
obstante, la paciente no mostró clínicamente ni en un
screening básico (Rx tórax, ecografía abdomino-renal,
examen ginecológico), evidencia de tumor primario no
diagnosticado previamente, lo que lo hace un diagnóstico
diferencial alejado.
Dentro de las enfermedades inflamatorias, no podemos
dejar de considerar a la Esclerosis múltiple,
enfermedad desmielinizante en placas del SNC, que se
presenta más frecuentemente en mujeres de la 2da y 3ra
décadas de vida y que en un 80% de los casos evoluciona
de manera remitente-recidivante, evolución habitualmente
asociada al tratamiento con corticoides, aunque puede
darse de manera espontánea. Para su diagnóstico se
requiere evidencia de al menos dos lesiones clínicas o
imagenológicas, o bien su asociación a una banda
oligloclonal en el proteinograma por electroforesis del
LCR. Estos hallazgos no estuvieron presentes en la
paciente, que pareció presentar una franca relación
causa-efecto con el tratamiento instaurado.
Otro
diagnóstico diferencial de lesiones a este nivel es la
vasculitis, ya sea localizada en el SNC, como
asociada a una enfermedad sistémica. La vasculitis
primaria del SNC es una enfermedad de pequeñas
arterias y arteriolas, más común en varones mayores de
40 años, sin asociación clara a FAN o ANCA; el LCR
muestra pleocitosis linfocítica e hiperproteinorraquia.
Las lesiones pueden ser únicas o múltiples, isquémicas o
hemorrágicas. Si bien para su diagnóstico la
arteriografía supera a la RMI y la certeza sólo la da la
biopsia, la evolución clínica de la paciente no es
compatible con esta enfermedad librada a su evolución
natural y, una vez más, parece haber una clara relación
causa-efecto con el empleo de ampicilina y aciclovir. En
el caso de una vasculitis secundaria, a menudo no
existen manifestaciones fuera del SNC de la enfermedad
isquémica causante. Se asocian a esta forma de
presentación enfermedades como el LES, la
crioglobulinemia o la esclerodermia. Si bien la paciente
tiene el antecedente de lesiones ulceradas en mucosas y
refiere artralgias, éstas, por sus características, no
constituyen ninguno de los criterios diagnósticos de las
colagenopatías mencionadas y además no hubo ninguna
alteración del laboratorio inmunológico.
Un
punto álgido de las consideraciones sobre la paciente se
encuentra en la presencia de lesiones ulceradas orales
desde hace cuatro años, múltiples, dolorosas y que
remiten espontáneamente en aproximadamente 10 días,
presentando varios episodios al año. La causa más común
de aftas orales es la estomatitis aftosa recurrente,
trastorno relacionado con el estrés, infecciones,
factores hormonales, alergia alimenticia y algunos
detergentes de pastas dentales, entre otros.
Enfermedades sistémicas asociadas a la presencia de
aftas son el esprue celíaco, la enfermedad inflamatoria
intestinal, la neutropenia de cualquier causa, los
déficits de vitaminas B1, B2, B6 y B12, ácido fólico,
hierro y zinc. En la enfermedad de Behcet,
tienden a ser múltiples, extensas y remiten
espontáneamente en 10 días, requiriendo para el
diagnóstico la presencia de al menos tres episodios
anuales. En el 75% de los casos se asocian a lesiones
genitales. Existe un cuadro denominado aftosis
compleja, en el cual se observan grandes úlceras
orales y lesiones genitales, sin la presencia de otros
criterios de enfermedad de Behcet.
Como
un diagnóstico diferencial llamativo surge así
precisamente la enfermedad de Behcet, enfermedad
multisistémica, crónica y recidivante, cuya lesión
histopatológica es una vasculitis leucocitoclástica o
linfocítica. Si bien predomina en varones de la tercera
década de vida y la aparición de manifestaciones
neurológicas se da habitualmente luego de cuatro años de
enfermedad en un 10 a 20% de los casos (siendo en este
caso más frecuente en mujeres), los criterios
diagnósticos incluyen además de las lesiones orales y
genitales, manifestaciones oculares (uveítis), cutáneas
y el test de patergia positivo. La paciente no presenta
ninguno de estos tres últimos criterios; asimismo, si
bien la enfermedad de Behcet puede tener una evolución
remitente-recidivante, ésta no se suele dar
espontáneamente, sino que requiere de tratamiento con
corticoides. Una vez más hay que destacar la relación
causa-efecto entre el tratamiento instaurado y la
respuesta inicial.
Un
diagnóstico difícil de omitir es la neurosarcoidosis,
que compromete el SNC en 5 a 15% de los casos, siendo en
el 50% de ellos la forma de presentación, habitualmente
en mayores de 40 años. El LCR muestra una vez más
pleocitosis linfocítica e hiperproteinorraquia. Casi la
mitad de los casos remiten espontáneamente, con
recidivas frecuentes. De todas maneras, alejan su
diagnóstico las mismas razones que lo hicieran con la
enfermedad discutida previamente.
Dentro de las enfermedades infecciosas, muchos gérmenes
pueden comprometer el tronco encefálico, aunque no es su
forma de presentación habitual y raramente lo afectan en
forma exclusiva, dejando indemne al resto del SNC, como
es el caso de la paciente. Dentro de dichos
microorganismos consideramos:
I)
Bacterias:
Rickettsia, Borrelia burdogferi, Salmonella typhi,
Legionella spp., Mycoplasma pneumoniae. y otras, algunas
de las cuales consideraremos con más detenimiento.
II)
Virus:
Adenovirus, Influenza, arbovirus, VZV, EBV, Echovirus,
Rabdovirus y cualquier otro virus causante de
encefalitis. Pueden resolver en menos de 2 semanas
espontáneamente y habitualmente no recurren.
III) Parásitos:
Cisticercosis, Toxoplasmosis. Generalmente cursan con
afección supratentorial.
IV)
Hongos:
Aspergillus, Criptococo. Fundamentalmente en
inumunocomprometidos.
Dada
la alta endemicidad en nuestro medio y lo proteiforme de
sus presentaciones clínicas, no podemos excluir de la
lista de posibles diagnósticos a la tuberculosis del
SNC. Habitualmente se presenta con meningitis basal,
con importante refuerzo meníngeo post-contraste en la
RMI. Asimismo, la paciente no presentaba signos o
síntomas de infección sistémica por Mycobacterium
tuberculosis y tampoco se puede explicar en este
contexto la mejoría clínica e imagenológica inicial.
Una
enfermedad rara, pero que puede limitarse al tronco
encefálico es la enfermedad de Whipple, causada
por Tropheryma whipplei. Esta enfermedad, que se
manifiesta por un síndrome de malabsorción, con pérdida
de peso y artritis, cuando afecta al SNC el tratamiento
antibiótico inicial es con ceftriaxona, continuando
luego con largos períodos de tratamiento con
trimetoprima/sulfametoxazol. No obstante, se trata de
una enfermedad extremadamente rara y la paciente no
presenta otros síntomas sugestivos.
También cabe destacar, por la variedad de presentaciones
que muestra, a la neurosífilis, si bien es muy
rara la lesión limitada al tronco encefálico sin
compromiso meníngeo. Además tanto en la primera
internación como en la actual, se obtuvieron reiteradas
pruebas de VDRL de LCR y sangre negativas.
Un
absceso bacteriano no listérico también puede
comprometer al tronco encefálico, raramente en forma
exclusiva. La imagen en RMI muestra un típico refuerzo
periférico en anillo post-contraste endovenoso. No
obstante, dependiendo del agente causal y su
sensibilidad antibiótica podría haber presentado una
mejoría inicial con ampicilina. Sin embargo, las
imágenes de la paciente no eran típica y tampoco se puso
en evidencia nunca un probable foco embolígeno, con
hemocultivos negativos, por lo que parece ser un
diagnóstico alejado.
Entramos entonces en las dos causa más comunes y típicas
de una romboencefalitis infecciosa y que son las
que habitualmente busca tratar un régimen empírico
antimicrobiano en este cuadro: el virus herpes simple
(HSV I y II) y la Listeria monocytogenes.
El
HSV es la causa más común de encefalitis esporádica
fatal (principalmente el HSV I). Cuando existe
compromiso del romboencéfalo es muy común encontrar
además afección de lóbulos frontales y temporales. Se
han reportado recidivas hasta por cuatro años. Sin
embargo, la determinación del virus por PCR en LCR tiene
una altísima sensibilidad (98%) y muy elevada
especificidad (94%); recordemos que la paciente presentó
dos determinaciones (una en cada internación) y en ambos
casos los resultados fueron negativos, lo que
prácticamente descarta el diagnóstico y permite
suspender el tratamiento antiviral instaurado
empíricamente.
El
otro microorganismo a tener en cuenta es, como dijimos,
la Listeria monocytogenes. La romboencefalitis
por listeria es un cuadro con marcadas diferencias con
respecto a la más conocida meningitis o
meningoencefalitis por dicho germen, que se presenta
habitualmente en inmunodeprimidos o en los extremos de
la vida. La afección del tronco encefálico, en cambio,
se da en personas sin ningún factor de riesgo
tradicional de inmunosupresión. En la histopatología se
ponen en evidencia pequeños abscesos a este nivel y el
LCR muestra pleocitosis e hiperproteinorraquia. Los
síntomas prodrómicos, que suelen durar en promedio
cuatro días, son fiebre, cefalea y náuseas. Luego se
instala un cuadro de paresia de pares craneales, siendo
los más comúnmente afectados el VII, el VI y el IX par.
Los hemocultivos realizados en forma repetida tienen un
máximo de positividad de 60% y el LCR no supera el 40%
de positividad, siendo la tinción de Gram habitualmente
negativa. Como es sabido, el antibiótico de elección
para este germen es la ampicilina o la penicilina, pero
a diferencia de los cuadros meníngeos, que requieren 3
semanas de tratamiento, la romboencefalitis requiere
dosis elevadas por un mínimo de seis semanas y muchos
recomiendan la sinergia con un aminoglucósido al inicio
del tratamiento.
La
paciente mostró en la primera internación una clara
mejoría con el tratamiento, despareciendo los signos
focales, con descenso de los glóbulos blancos y de la
eritrosedimentación y luego de dos semanas ya se
evidenciaba en RMI una respuesta aún parcial, habiendo
completado luego la paciente cinco semanas de
tratamiento. Sin embargo, al mes de suspendido el mismo,
presentó el mismo cuadro, con una RMI que mostró una
lesión más extendida que en la primera oportunidad. Se
decidió entonces repetir el tratamiento con ampicilina y
aciclovir, agregando en esta oportunidad al esquema
terapéutico gentamicina durante los primeros diez días.
Nuevamente la paciente presentó mejoría clínica, de los
parámetros de laboratorio y del LCR.
El
interrogante que surge de esta evolución es: ¿por qué
se produjo la recidiva del cuadro?. Como sucede
habitualmente en medicina, las posibles respuestas a
esta pregunta son:
- el
tratamiento realizado podría haber sido insuficiente,
dado que las recomendaciones hablan de un mínimo de seis
semanas, en general de inicio con el empleo de
aminoglucósidos; además no se obtuvieron imágenes de
control normales al fin del tratamiento;
- podría
tratarse también de un germen resistente, dado que la
listeria ha demostrado capacidad de adquirir resistencia
por plásmidos, especialmente a tetraciclinas, aunque no
parece ser el caso con ampicilina;
-
podría haber existido una colección encefálica no
drenada, dado que histopatológicamente la lesión
consiste en un absceso;
-
podría tratarse de otro germen involucrado o de una
enfermedad no infecciosa.
Creo
en este caso que se trata de la primera opción.
Habiendo analizado esto, surge otro interrogante:
¿cómo se continúa el tratamiento en esta oportunidad?.
Teniendo en cuenta el cuadro recidivante y las
sugerencias de la literatura actual, dado que no existen
ensayos clínicos al respecto, sugeriría continuar con el
tratamiento con ampicilina por un mínimo de seis
semanas, considerando más adecuado realizarlo durante
ocho semanas. Hacia el final del tratamiento debería
realizarse una RMI de control, que debiera ser normal
antes de la suspensión del antibiótico.
En
caso de que la paciente presente una evolución
desfavorable, tanto clínica como imagenológica, se
aplican aquí los mismos conceptos que mencionamos con
respecto a la falla del primer tratamiento. Un
antibiótico que ha demostrado eficacia en estos casos es
trimetoprima/sulfametoxazol a dosis de 160 mg de
trimetoprima cada 12 horas endovenoso. No obstante,
sería imperioso en ese caso buscar otra etiología,
infecciosa o no, de las discutidas previamente. Si la
situación clínica fuera apremiante, el uso de
corticoides brindaría una posibilidad terapéutica para
casi todos los diagnósticos diferenciales mencionados,
con las obvias precauciones del empleo de corticoides
ante la posibilidad de una etiología infecciosa. La
biopsia de SNC, si bien suena interesante, parece
impracticable dada la peligrosidad de la localización de
la lesión.
Otro
punto a analizar es: ¿luego de completado el
tratamiento con respuesta favorable, se debe realizar
profilaxis?. Se ha observado, en pacientes
inmunodeprimidos que realizan profilaxis de determinadas
enfermedades infecciosas con trimetoprima/sulfametoxazol
trisemanal, que la incidendia de listeriosis parece
disminuir. Si bien no existen recomendaciones respecto
de la profilaxis en estos cuadros, es una propuesta
llamativa en esta paciente la posibilidad de continuar
con profilaxis con dicho esquema una vez conseguida la
remisión completa clínica e imagenológica del cuadro.
Como
conclusión, el cuadro clínico de la paciente es
posiblemente una romboencefalitis por listeria, si bien
la confirmación diagnóstica de certeza parece improbable
en este caso. Desde el punto de vista terapéutico y a la
vista de la evolución favorable de la paciente, sugiero
continuar con el mismo esquema de tratamiento hasta
completar ocho semanas. Previo a la suspensión del
mismo, es imperiosa la realización de una nueva RMI para
constatar remisión imagenológica completa. |
|
|
|
Imágenes |
Abrir RMI |
|
|
|
|
|
|
|