Fisiopatología de las emociones negativas
En las últimas décadas se ha obtenido una buena cantidad
de evidencia en relación con daño cardiovascular y
cerebrovascular desencadenado por emociones negativas
(ansiedad, depresión, stress laboral, stress marital,
etc) actuando en forma aguda y crónica. En el estudio
INTERHEART, llevado a cabo en 52 países, sobre 29972
pacientes con el diseño caso-control, se estimó el
impacto relativo del distress psicosocial sobre el
riesgo de desarrollar infarto de miocardio y se lo
encontró más importante que varios factores de riesgo
tradicionales tales como hipertensión arterial, obesidad
abdominal, diabetes, etc. Un alto nivel de distress
psicosocial confirió un riesgo aumentado 2.5 veces,
comparando con un nivel bajo de distress psicosocial e
incluyendo en la comparación todos los otros factores.
El riesgo poblacional de esta condición (incidencia
de enfermedad en la población que se podría eliminar si
el estímulo cesara) se estimó en 32.5%(7)
Es bien conocido que las emociones
negativas pueden facilitar conductas de riesgo como
consumo de tabaco, alcohol y otras sustancias, falta de
adherencia a planes alimentarios saludables y actividad
física, pero además hoy se sabe que son capaces de
favorecer el desarrollo de enfermedad cardiovascular por
medio de la activación del sistema nervioso
adrenérgico y del eje hipotálamo - hipófiso -
adrenocortical, disregulación inmunológica y
favorecimiento del proceso inflamatorio.
La ira, la ansiedad y la depresión se
han visto relacionadas en numerosos estudios
prospectivos, con eventos cardiovasculares (tomando
especialmente en cuenta puntos finales duros como
infarto de miocardio no fatal y muerte súbita) en
población libre de enfermedad al comienzo del estudio.
Ya en 1987 se publicó el Northwick Park
Heart Study que siguió a 1457 hombres sanos a lo largo
de diez años. Los que presentaban los niveles más
altos de ansiedad fóbica tuvieron un riesgo relativo de
enfermedad coronaria de 3.77 comparados con los que no
mostraban ansiedad, una vez controlados estadísticamente
los factores de riesgo tradicionales.(8) Desde
entonces, más de 10 nuevos estudios produjeron hallazgos
consistentes. Recientemente se encontró que en la
población americana, tanto en hombres como en mujeres,
la ansiedad se relacionó con un 60% de aumento del
riesgo de enfermedad coronaria, independientemente de
otros factores.(9)
En 2002, un metaanálisis de 11 estudios
encontró una fuerte correlación positiva entre
depresión y enfermedad coronaria, con un riesgo relativo
de 2.69 para individuos con depresión mayor y de 1.49
para aquellos con estado de ánimo deprimido.(10)
Diez estudios prospectivos posteriores reafirmaron estos
hallazgos. El desorden de stress postraumático,
íntimamente vinculado con ansiedad y depresión, ha
mostrado resultados similares, aunque se necesitan
nuevos estudios para confirmar esta asociación.
En un número más reducido de estudios,
también se ha hallado un aumento del riesgo relativo de
enfermedad coronaria en individuos con altos niveles de
ira. Cinco estudios prospectivos demostraron en
individuos sanos, que la ira multiplicó por 1.5 a 3
veces el riesgo en un seguimiento de entre 5 y 15 años.(11)
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