La soberanía de la Clínica.
La escucha, la palabra y los sentidos del médico puestos al servicio del examen físico del enfermo fueron considerados, desde Hipócrates en adelante, como herramientas esenciales para interpretar no solamente el padecimiento sino también la personalidad del enfermo y la manera en que uno y otra se interrelacionan y se influencian recíprocamente. La tecnología de avanzada, tanto en los métodos de imágenes como en los recursos de laboratorio clínico, genético, microbiológico, etc, han provocado una pérdida de confianza en los médicos en sus propios recursos y un sometimiento intelectual irracional a lo dictaminado por las máquinas. El concepto de falso positivo y de falso negativo aplicable a toda tecnología disponible, parece haberse desvanecido en la mente del médico. Si lo interpretado a partir del razonamiento médico entra en contradicción con lo determinado por los métodos complementarios, se acepta a priori, que el razonamiento fue equivocado, y esto a menudo no se ajusta a la realidad.
La soberanía de la Clínica es un paradigma que no debe abandonarse aunque sí reformularse. Resignar la omnipotencia de unos y otros resulta esencial para aceptar que el error forma parte insoslayable de todas las actividades humanas, que la infalibilidad no es de este mundo y que si una hipótesis está bien fundamentada, antes de abandonarla, suele estar justificado repetir un examen complementario o practicar uno distinto con un nuevo enfoque.