Sanos y enfermos. La prevención.
La función del médico es ayudar a los enfermos. A curar, a convivir con la enfermedad, a sobrellevar el sufrimiento, a morir. Esta tarea, enorme por cierto, fue durante siglos, claramente entendida. La medicina preventiva, hija del desarrollo tecnológico, postuló la utilidad de la detección temprana de condiciones patológicas asintomáticas, basada en dos conceptos: a) Los modernos métodos complementarios permiten hallazgos muy precoces, b) Prevenir es mejor que curar.
De esta manera, los sanos pasaron también a ser un terreno de injerencia del clínico, en una función, no exenta de riesgos y de efectos secundarios, estimulada por la propaganda a veces excesiva e intencionada de la nueva tecnología.
Se ha denominado Prevención Cuaternaria al hecho de intentar evitar los efectos indeseables que la búsqueda innecesaria de procesos preclínicos puede acarrear, como por ejemplo los falsos positivos, que generan nuevos procedimientos, a veces invasivos y peligrosos o la angustia emergente de la conciencia de padecer un problema de salud cuya detección posterior no hubiera causado efecto alguno sobre la morbilidad o la mortalidad futuras.
La prevención primaria solamente se justifica si las medidas a tomar verdaderamente modifican favorablemente el pronóstico. Cuando esto no es así, o no se ha comprobado que sea así, el médico debe explicar estos hechos a su paciente y evitar embarcarlo en procedimientos peligrosos o de dudosa utilidad.