La teoría unicista.
La tradición anátomoclínica, basada en los hallazgos de necropsia, también denominada necrocirugía, examen postmortem, obducción o autopsia, instaló el concepto médico de que una única causa, de naturaleza anatómica, podía dar cuenta del padecimiento del enfermo, permitiendo así explicar las observaciones clínicas, establecer un diagnóstico final o definitivo y evaluar un tratamiento. La antigua semiología postulaba que un adecuado estudio clínico de la enfermedad podía sostenerse sólo cuando un determinado cuadro nosológico podía explicar todos los problemas diagnósticos que la historia clínica contenía.
A todas luces, esto es una falacia nacida de un alarde de omnipotencia. Un concepto relativamente nuevo, hallado para definir un hecho tan antiguo como el hombre mismo, es el de multimorbilidad o pluripatología, que postula que los seres humanos solemos padecer varias enfermedades al mismo tiempo. Sorprendentemente, se trató de una idea difícil de aceptar para los médicos. La irrupción del SIDA, a comienzos de la década del 80, fue sin duda un golpe casi mortal para la teoría unicista, ya que comenzamos a entender que la inmunodepresión favorecía la existencia de varias enfermedades infecciosas, neoplásicas e inmunológicas en un mismo paciente y en un mismo momento.
La pregunta sorprendida y algo incrédula que se hacen los médicos “¿Podrá tener dos enfermedades?”, debe tener una clara respuesta: Sí, la existencia de dos o más enfermedades es la norma y no la excepción. El diagnóstico definitivo o de certeza debe reemplazarse por el más modesto en cuanto a sus aspiraciones pero más eficaz en cuanto a sus resultados, diagnóstico operativo, que se basa en el saber qué hacer aunque no se entienda del todo de qué se trata el problema. Mantener la mente abierta para modificar el rumbo cuando nuevos hallazgos lo justifiquen resulta fundamental para los médicos, como resulta para los científicos abandonar teorías por muy atractivas que resulten, cuando un dato discordante, da por tierra con ellas.
